En busca de Philip K. Dick
Libros / Anne R. Dick

En busca de Philip K. Dick

8 / 10
Joan S. Luna — 24-08-2020
Empresa — Gigamesh

A estas alturas son ya muchos los libros que se han dedicado a indagar en la trayectoria literaria y, sobre todo, en la vida de Philip K. Dick. Y es lógico, atendiendo a la compleja mente y a la no menos compleja existencia del escritor estadounidense, sin lugar a dudas uno de los grandes referentes de la ciencia-ficción del siglo XX. Uno de los más conocidos por méritos propios es “Yo estoy vivo y vosotros estáis muertos”, la obra del siempre certero Emmanuel Carrère, francamente recomendable. Pero, tras leer las cuatrocientas veinte páginas, de este “En busca de Philip K. Dick” no me cabe ninguna duda de que es la mejor obra para todas aquellas personas que, habiendo disfrutado de la producción –por lo menos de parte de ella– de Dick, quieran descubrir mucho más sobre la persona que había tras cada una de esos miles de páginas escritas y, por qué no de paso, sobre las personas que inspiraron a muchos de los personajes que aparecen en sus novelas.

El motivo es bien sencillo. Porque poca gente conoció mejor al escritor que Anne R. Dick, su esposa durante una de las mejores etapas creativas del autor. Porque pocas personas han intentado entender lo qué había en la cabeza del hombre que escribió obras como “El hombre en el castillo”, “¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas?”, “Los tres estigmas de Palmer Eldrich”, “Ubik”, “Fluyan mis lágrimas, dijo el policía” o “Valis”, por citar algunas, como intentó ella con este libro. Porque Anne Rubenstein Dick vivió infinidad de momentos de tensión con su famoso esposo, pero también le acompañó en los mejores momentos de parte de su vida, al tiempo que intentó entender por qué parecía empeñarse en no ser nunca feliz.

Es evidente que, una vez disuelto el matrimonio, la relación entre ellos jamás fue la misma –aunque mantuvieran el contacto– y que Anne R. Dick no pudo vivir en primera persona muchos de los acontecimientos que marcarían los años posteriores a su vida junto al escritor, pero fue tal su empeño a la hora de escribir este libro que se entrevistó con (casi) todas y cada una de las personas que habían supuesto algo en la vida de su ex-esposo. Esas charlas aportan infinidad de datos interesantes sobre quién fue K. Dick, aunque lo cierto es que resulta incluso más interesante descubrir cómo algunas amistades o amores, momentos cotidianos, discusiones, etcétera, acabaron apareciendo adaptadas en las páginas de muchas de las novelas más importantes del escritor. Rubenstein nos da pistas sobre infinidad de esos casos, ubicándolos en las obras concretas.

Anne R. Dick publicó “En busca de Philip K. Dick” en 1984, apenas dos años después de la muerte del que fuera su esposo, pero volvió a él en 2009, añadiendo partes y enriqueciéndolo todavía más. De hecho, incluso investigó durante los años previos a conocer al que acabaría siendo su segundo marido, intentando sumergirse en la mente de un joven K. Dick influido sobremanera por su madre y dolido por el abandono de su padre (con quien Anne llega a contactar y entrevistarse en algunas ocasiones).

En resumen, “En busca de Philip K. Dick” viene a ser aproximadamente lo que deja intuir su título. La ya fallecida ex-exposa –nos dejó en 2017– del gran escritor de las distopías y de la ciencia-ficción repleta de autoritarismos varios, nos descubre a la persona que había tras el autor, sin convertir su locura, sus excesos con las anfetaminas y sus experimentos con el LSD en nada glamouroso. Nos habla sobre sus cambios de humor, sobre sus miedos, sobre sus arrebatos violentos, sobre sus obsesiones, sobre sus carencias incluso, casi siempre con sobrado conocimiento de causa. Quizás haya pasajes en los que da la sensación que ajusta cuentas con su ex-marido por algunos momentos que le hizo pasar, pero que nadie se confunda, este libro no va de eso. Es cierto que puntualmente Anne R. Dick se empeña en hacernos pensar que ella nunca obró mal en su relación, pero eso a fin de cuentas carece de importancia una vez nos encontramos frente al mosaico completo compuesto por cada uno de los capítulos, cada una de las charlas con familiares y amigos, con cada una de las páginas que vamos dejando atrás.

En realidad, leyendo “En busca de Philip K. Dick” a uno le acaba sabiendo realmente mal que, pese a conseguir convertirse en un autor referencial y de éxito, al escritor que tanto admiramos se le escurriera constantemente la felicidad por entre los dedos. Ojalá no hubiera sido así.

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