El grupo
Libros / Mary McCarthy

El grupo

7 / 10
Judit Monferrer Barrionuevo — 18-11-2021
Empresa — Impedimenta
Fotografía — Archivo

La vida ocurre en un segundo, en un parpadeo. En un instante estás aquí, eres joven y el mundo está a tus pies, y al otro ya has dado todo lo que podías ofrecer, y las canas y las arrugas cubren tu pelo y tu rostro. Esa es la suerte de los que pueden coger aire, hinchar los pulmones y soltar una pacífica exhalación, pero hay personas que apenas pueden arrancar un breve suspiro. Por algún motivo injusto, su tiempo es más corto que el de los demás. Y cuando llega un tipo de pérdida así es cuando se es consciente de la superficialidad y la vacuidad de la vida misma, de los pensamientos que parecían importantes y que, al final, no dejan de ser tonterías. Porque la posición social, lo material, el capital o el éxito son, al igual que los humanos, pasajeros. 

Mary McCarthy fue muy polifacética, ya que ejerció como periodista, crítica literaria estadounidense, profesora de Bard College y Sarah Lawrence College y, claro está, como escritora. Con fama de satírica por la agudeza de sus publicaciones y su formación, la autora fue todo un referente femenino de la época. Se interesaba por la política y se movía por los círculos de izquierdas, se casó - y divorció - varias veces y reivindicó constantemente el papel activo de la mujer. Ella y sus novelas eran, como se diría hoy en día, polémicas. Pero nada de eso impidió que a Mary McCarthy le fueran concedidas en 1984 la National Medal For Literature y la Edward MacDowell Medal, dos galardones que la reconocían como lo que era, una de las grandes intelectuales americanas del siglo XX. 

Al igual que hiciera el poeta Philip Larkin con su novela “Jill”, McCarthy plasmó en “El grupo”, reeditada ahora por la editorial Impedimenta, la experiencia universitaria que ella misma había vivido. Estudió en Vassar College en la promoción de 1933, exactamente como las protagonistas de la obra. Y, como les pasó a ellas, la formación que allí recibió marcó su futuro para siempre. Esa manera de ver el mundo es la que traslada al libro, donde cuenta la historia de nueve jóvenes que, en su inocencia vital, se creen capaces de dejar huella y marcar la diferencia. Y esa convicción es un castigo. Porque, aunque la universidad les ha dado alas para volar, la sociedad sigue igual de anclada en sus costumbres. 

En “El grupo” la escritora hace un trabajo titánico al crear a nueve mujeres, bien caracterizadas y totalmente diferentes entre sí, y orquestar sus caminos de un modo tan paralelo y a la vez entrelazado. Como un títere con sus muñecas, McCarthy controla la vida de cada una de las integrantes del grupo, sus alegrías, sus desdichas o su incursión en el mundo laboral, y realiza un amplio y revelador estudio de las jóvenes acomodadas de los años treinta. Crea, por así decirlo, un retrato de los pensamientos y los deseos de una generación femenina que no sabe qué papel tiene en la sociedad, pero que intenta formar parte de ella. Son mujeres preocupadas por lo que las rodea, que no es poco. Es la época de los cambios y las guerras. El peso reciente de la revolución rusa y el autoritarismo de Stalin, el crack del 29, la guerra civil española y, finalmente, la invasión de Alemania sobre Francia. Estos acontecimientos no sólo sirven como telón de fondo de la novela, sino que son el desencadenante del desarrollo de los personajes y sus historias. Son la arcilla que expande y moldea el espíritu de estas jóvenes, diferentes a cada vez. 

Pero lo que más busca la escritora estadounidense es dar un manotazo sobre la mesa y plantarse en aquello que cree, que es la libertad en sí misma. El libro es un grito de guerra en favor de la independencia de las mujeres protagonistas, una súplica para que puedan decidir por sí mismas, aunque fallen en sus elecciones. Y es que muchas veces se equivocan, pero son sus errores y los de nadie más. La obra está llena de franqueza, a la hora de hablar y tratar según qué temas, pero también respecto la triste realidad o destino que les ha tocado vivir, en su mayoría, a las del grupo. “Había noches en las que observándolas y escuchándolas, Polly sentía que ella debía de ser la única de la promoción que era feliz”, pensaba para sus adentros una de las integrantes. Aquí no hay miedo de hablar sobre la menstruación, el sexo, la maternidad, el éxito o el fracaso laboral femenino, o incluso la violencia de género y la pasividad ante ella. 

Sin embargo, no todo es positivo en “El Grupo”. De hecho, el principal problema es precisamente que, a veces, se sitúa en una posición totalmente contraria al feminismo, que es lo que parece defender. Hay un odio, una hipocresía y unos celos constantes entre las integrantes del grupo que, más que amigas, son rivales. La autora las dota de personalidades desagradables y egoístas, a veces tanto que es difícil encariñarse con ellas por su superficialidad y su superioridad moral y de clase. Lo más desgarrador, no obstante, es el machismo exacerbado que hay a su alrededor, y la pasividad con la que ellas responden a este. Prácticamente todos los hombres del libro son horribles, y en vez de crear alguna historia individual que critique el asunto, McCarthy se regodea en el automatismo de esas mujeres, en su aceptación, como si tal cosa, del maltrato físico y psicológico al que están sometidas. Y el idealismo y rebeldía con el que empiezan la novela queda muerto y enterrado, como las hojas que caen en otoño y perecen en una tierra fría y hostil. Porque los sueños para las jóvenes son sólo eso, fantasías nocturnas, y cuando abren los párpados se encuentran de nuevo en un mundo que sólo las quiere como amas de casa, esposas y madres. 

El tiempo, entonces, es quizá el principal culpable de que “El Grupo” haya quedado un poco desfasado con el feminismo concebido hoy en día, pero es importante remarcar una historia escrita y protagonizada por unas mujeres que, al menos, se atreven a tener deseos y esperanzas. Unas jóvenes que empiezan a ver el mundo transformarse pero que, en los albores de la felicidad y la muerte temprana de una de ellas, no llegan a tiempo para formar parte del cambio.

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