Arthur Lee. Esplendor y decadencia de Love
Libros / Barney Hoskyns

Arthur Lee. Esplendor y decadencia de Love

7 / 10
Carlos Pérez de Ziriza — 26-04-2022
Empresa — Contra

Hay que agradecerle a la editorial Contra, y en especial a Elvira Asensi, la traductora de este libro, que hayan tenido a bien idear y llevar por fin a buen puerto la traducción al castellano de lo que el periodista británico Barney Hoskyns escribió hace 21 años sobre la carrera de Arthur Lee y sus Love. En aquel momento, el músico aún estaba rumiando su estancia en la cárcel tras un turbio juicio sobre su tenencia y uso de armas de fuego, y su resurrección escénica de principios de siglo (la que le trajo a España en conciertos memorables en 2002 y luego en otro lamentable en el FIB de 2004, hundido por la muerte de su amigo Rick James) bien valía que el autor le dedicara un epílogo desde la perspectiva de 2022.

Sus 140 páginas son el retrato fiel, a modo de compendio de entrevistas (entre ellas, una con el propio Lee en 1993, y el resto aunadas como una historia oral que es más un relato que un puzzle de declaraciones: el mismo espléndido pulso narrativo del monumental "Hotel California. Cantautores y vaqueros cocainómanos en Laurel Canyon 1967 – 1976", publicado el año pasado en la misma editorial), de un músico tan genial como díscolo, tan talentoso como dado a una volatilidad con la que se autosaboteaba, y que se convertiría con los años en una figura de culto tras haber pasado décadas a la sombra de artistas que le habían adelantado comercialmente por la derecha, como The Doors o Jimi Hendrix, a quien siempre profesó una íntima relación de admiración/envidia. En muchos momentos, asombra certificar que tal monstruo pudiera expedir (aunque fuera puntualmente) tanta belleza. Que alguien que frecuentó conductas tan mezquinas y despiadadas fuera capaz de escribir alguna vez textos tan hondos y delicados.

El magno "Forever Changes" (Elektra, 1967) fue la piedra angular en la que plasmó magistralmente el reverso oscuro del sueño hippie, al menos su cuota: se anticipó al ambiente pesadillesco de Altamont y la California decadente de los Manson, alternó lo acústico con lo eléctrico, lo directo con lo barroco, la placidez con el desasosiego, y acabó siendo tan esclavo de la sombra de aquel disco como de sus adicciones a la droga y el alcohol. Como en cualquier gran historia americana, aquí no falta su momento de redención: la rendida pleitesía que los hermanos Head (Shack) le profesaron en los noventa en una gira en la que tanto el público como las bandas de Liverpool (Echo and The Bunnymen, The Teardrop Explodes) le acogían como a un héroe indiscutible. Pero su vida acabó más marcada por las sombras que por las luces. Bien pudo ser mucho más grande.

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