Protocolo Antitodo
DiscosTxarly Usher Y Los Ejemplares

Protocolo Antitodo

7 / 10
Kepa Arbizu — 19-03-2025
Empresa — Demons Punk Records
Género — Post punk

Puede que al observar desde la distancia la escena musical brotada alrededor de un lugar y un tiempo concreto sean las grandes y concurridas avenidas las que se consigan distinguir con más nitidez. Pero si hacemos el ejercicio de aplicar un zoom a ese ecosistema, descubriremos que su morfología está hecha también de múltiples colores y formas, incluso, como si de la imagen lunar se tratase, resultando sus espacios sombríos igualmente relevantes. Esa región insumisa al dominio del sol es la que ha decidido habitar con absoluta solvencia la figura de Txarly Usher, una recurrente presencia en propuestas identificadas -bajo diversas manifestaciones- con sonoridades de lúgubre intensidad. Tanto es así que perseguir sus huellas, depositadas ya sea bajo su propia firma, Los Carniceros del Norte, Radiocrimen u Opium Tea, significa unir los puntos de un mapa aupado entre unas fascinantes tinieblas, las mismas que decoran una de sus actuales guaridas y que comparte junto a Los Ejemplares.

Bajo dicha nomenclatura, en la actualidad completada sin la presencia de otro mítico integrante como Rafa Balmaseda, bajista de Parálisis Permanente, presenta su tercer disco, un alumbramiento surgido de nuevo desde las entrañas del clásico afterpunk, o postpunk si se pretende buscar una enunciación más acorde a los tiempos modernos, pero en esta ocasión engendrado desde lo más profundo de sus fauces, lo que en cuanto a puesta en escena significa tejer vínculos más directos con aquel trabajo debut que con su predecesor, “Dentro de nuestras tinieblas“, al que lograron acceder a través de sus ventanales algunas partículas luminosas. Una mazmorra sellada a buen recaudo de la invasiva presencia externa y que ha tenido su localización en los estudios Slippery, ordenados y manejados por Mario Gutiérrez Antuñano, acompañante por lo tanto en esta travesía siniestra pero de un intachable valor musical que, en esta ocasión, decide entonar su descenso a los infiernos cotidianos no en forma de estruendosa zambullida, sino desvaneciéndose poco a poco, aumentando así la percepción de inquietud.

Dado que el negro, pese a su fama de matiz inerte, es la combinación exacta y proporcional de los colores primarios, igualmente el repertorio contenido en el álbum, pese a esa “indumentaria” oscura, es capaz de albergar entre sus fibras esas variadas tonalidades. Matices que, eso sí, se vuelven inexistentes cuando nos referimos a una rotunda lírica de necrológico romanticismo y existencialista crónica social, lapidarios -nunca mejor dicho- versos que sin embargo esconden entre sus figuras malsanas el necesario juego de espejos a la que es sometida la hipocresía bienpensante, la misma que ya hace muchos años fue ruborizada por la monstruosidad de “Los cantos de Maldoror”, escrito por el Conde de Lautréamont. Ascendencias literarias que confluyen con una actitud punk instalada ya desde el título del álbum, con claras reminiscencias a Eskorbuto, unos “demenciales chicos acelerados” que de vestir escrupulosa etiqueta gótica y sentir que la falta de diversión es consecuencia de la mucha policía, en este caso, moral, perfectamente podrían firmar “Aquí no puedes vivir”. Canción que da continuidad a una apertura del disco que, haciendo bueno el nombre del tema -y con trazas de Parálisis Permanente- deja en manos de un ruido de sirenas, aviso de esa continua zona de guerra en la que estamos sumidos, el anuncio de un repetitivo mantra en boca de su cantante: “No me caes bien”, expeditivo -en su sencillez- juicio sumarísimo a la apocalíptica cotidianidad.

Un bastión de composiciones fogosas y airadas, que buscan su hidratación por igual en la crudeza de Killing Joke o en la elegante pero contundente presencia de The Fall, enunciadas en “Quemar este instante” desde una imponente y belicosa batería que sirve de guía para afilar el tantas veces manoseado “carpe diem” entorno a una declamación nihilista. Concepto que se cierne sobre toda una generación, abocada a la mentira institucional y al desánimo impuesto por la falaz venta de ilusiones inalcanzables, por medio de la rabia impetuosa que destila el tema homónimo, al mismo tiempo lugar de encuentro para quienes han hecho de su oposición a la complacencia leitmotiv vital. Postales de cielos nublados y ciudades en ruinas que tienen en “Sñ. Terror”, todo un glosario de personajes siniestros, de Vincent Price a Norman Bates, su encarnación más desgarrada y frenética, un perfecto homenaje para todos aquellos nombres que integran el diccionario de nuestras pesadillas, reales e imaginarias.

Junto a esa afrenta sonora que acoge el disco, del mismo modo encuentra con absoluta naturalidad espacios donde el vigor eléctrico pierde su bastón de mando en detrimento de sintetizadores y ambientes envolventes, una condición acompañada por un registro más intimista y nostálgico. Dos orillas musicales interconectadas que tienen en “Mi desorden” posiblemente su eslabón de enganche más ostensible, porque su agitación, dictada por un palpitante bajo que recoge el pulso de Graham Bailey de The Sound, es extendida sobre un manto melódico. Aspecto especialmente visible en la certera “Envejeces”, definición perfecta y desconsolada de esa pirueta ridícula que tantas veces conlleva no aceptar la evaporación de los sueños, o en una “Polonia” entonada desde un admirable y melancólico recogimiento y que significa su reverso incitando a bailar sobre los escombros. Composiciones que escogen entre los acentos escondidos en el post punk los abrazados por The Cure, The Chameleons o Joy Division, asumiendo con pureza el legado de la banda de Ian Curtis antes de ser convertida en prenda para bustos por las grandes superficies de moda.

Txarly Usher, evidente motor de este proyecto, desde su nacimiento artístico, y por usar los versos de una de sus canciones actuales, ha simbolizado esa cara B de la que tantas veces retiramos la mirada, o como escribiera su admirado Baudelaire, nombre con el que bautiza uno de sus EPs, se ha propuesto desnudar a quien “sueña con patíbulos mientras fuma su pipa”. Negarse a observar la clarividencia que desprenden las tinieblas que ilustran este disco, especialmente atinado en cuanto a su virtud por aglutinar lo categórico con los sinuoso, logrando que cada flanco engrandezca al otro, es tener la vana ilusión de que no mentar a los monstruos consigue hacerles desaparecer. La banda bilbaína los invoca, se regocija con su presencia y nos los presenta junto a una sugerente banda sonora, porque destapar el lado siniestro de la realidad sigue siendo una manera sumamente efectiva de descifrar su verdadera dimensión.

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