How Is It That I Should Look At The Stars
Discos / The Weather Station

How Is It That I Should Look At The Stars

7 / 10
Carlos Pérez de Ziriza — 10-03-2022
Empresa — Fat Possum
Género — Indie folk

Tardamos en enterarnos por aquí, pero la de Tamara Lindeman fue, como The Weather Station, una de las más gozosas irrupciones de los últimos tiempos si hablamos de un art pop en clave femenina, elegante y suntuosa. Su "Ignorance" (Fat Possum, 2021) fue, con toda la razón, uno de los discos más celebrados del pasado ejercicio, junto al "An Overview on Phenomenal Nature" (Ba Da Bing! Records, 2021) de Cassandra Jenkins, con el que guardaba más de un paralelismo. Y este sexto disco no deja de ser como el reverso intimista, desnudo y casi abisal de lo que fue aquel: de hecho, hasta una de sus canciones se llama exactamente igual, “Ignorance”, prueba de que son fruto de las mismas sesiones.

Ella misma lo describe como resultado de un momento especialmente prolífico, como una pieza complementaria que es como “la luna del sol” respecto a aquel. La sensibilidad no merma, la delicadeza tampoco, y el hilo argumental que cose sus canciones viene a ser el mismo: la complejidad de las relaciones personales y la necesidad de plantar cara con dignidad y solvencia al cambio climático. Pero el registro es, obviamente, muy distinto. Hasta el punto de demandar un ejercicio de empatía introspectiva por parte del oyente. Su voz (y la del saxofonista y clarinetista Ryan Driver, aunque solo en “To Talk About”), el piano y esas leves notas de saxo, clarinete o contrabajo, pinceladas por músicos de la escena jazz de Toronto que (a excepción del ya citado Ryan Driver) no participaron en el anterior disco, son los únicos ingredientes de un disco que, por su propio formato, propenso a la monocromía, puede presentar la misma exigencia que el "Boys For Pele" (Atlantic, 1996) de Tori Amos, el "White Chalk" (Island, 2007) de PJ Harvey o el "Mid Air" (Essential, 2012) de Paul Buchanan, por buscar tres similitudes.

Como en el caso de aquellos tres, la inmersión vale la pena. Su hondura lo merece. Es el reverso crepuscular, cercano y a media voz, de una artista que empieza a revelarse como imprescindible.

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