Las sospechas de comercialidad que rodeaban la publicación de este doble en directo (recordemos: a petición de su compañía) obligaban a un personaje de incuestionable honestidad como Henry Rollins a urdir una estratagema que suavizase tal diatriba.
Todo esto significaba pasar inexorablemente por el ofrecimiento al fan de algo especial y veraz: la auténtica esencia de la Rollins Band enlatada. Una grabación sin añadiduras ni post-producciones falseadoras de la realidad y con una serie de complementos -videoclips, galería de fotos y demás- que hicieran aún más atractivo su contenido. Loable pero innecesario, ya que lo cierto es que este nuevo disco no aporta absolutamente nada a la trayectoria, cada vez más entrada en irregularidades, de la bestia. Más si sus versiones no difieren en nada a sus originales; más si aún es reciente la edición de “Insert The Band Here/Live In Australia 1990”, más si el simple oidor pierde uno de los elementos más fundamentales de su directo: su crudeza -física o escenográfica- y más si tenemos en cuenta que cualquier disco en directo a estas alturas es algo ya totalmente prescindible para un artista.
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