I'll Be Your Girl
Discos / The Decemberists

I'll Be Your Girl

7 / 10
Carlos Pérez de Ziriza — 18-04-2018
Empresa — Rough Trade/Popstock!
Género — Pop-Rock

La vieja disyuntiva está servida: ¿renovar el fondo de armario con nuevos ropajes o limitarse a seguir haciendo lo que uno mejor saber hacer, y así no alienar a la bien ganada parroquia? En esa voluntaria encrucijada se han situado The Decemberists. Y han apostando por la primera de las opciones, seguramente porque Colin Meloy ya tiene bien cubierta su cuota de tradicionalismo folk con su proyecto paralelo Offa Rex, junto a Olivia Chaney.

Aunque si hubiera que hacer caso a esa vieja máxima de Gramsci que dice que, mientras que el viejo mundo se muere y el nuevo tarda en aparecer, surgen los monstruos, tampoco conviene alarmarse: la conversión de los de Portland a las viscosidades sintéticas – de la mano de John Congleton (St.Vincent, Future Islands) – es solo relativa y no depara engendros. Preserva intactas algunas de sus propiedades más reconocibles y deja un reguero de canciones que, si bien no deslumbra, suma al menos tres o cuatro cortes que añadir a su retahíla de clásicos. Todo hasta cierto punto previsible, dado el frugal pero bacheado trayecto que mantienen desde hace ya más de quince años.

Lejos de la sombra de R.E.M., de los meandros de la tradición folk y de esos puntuales sarpullidos de ritmo Motown que tiznaban algunos de sus trabajos, pueden sorprender las hechuras directamente synth pop de “Severed” o de “We All Die Young”, esta última con abierto desparpajo glam. E incluso los mullidos sintetizadores de “Cutting Stone” y, sobre todo, de “Once in my Life”, prorrogados por unos coros casi gospel que concretan su propio concepto de la big music (aquel término acuñado por Mike Scott, de los Waterboys).

Nunca han sonado tan grandilocuentes, ni tan propensos a facturar himnos: escuchen “Everything is Awful” y verán. En cualquier caso, se trata de ligeros desvíos del guión, y no de una operación renove en toda regla. En “Your Ghost” es donde mejor traman simbiosis entre lo orgánico y lo sintético, lo viejo y lo (supuestamente) nuevo, con total naturalidad. Y en canciones como “Sucker's Prayer” – con la reconocible sombra de The Band – o en la magna “Rusalka, Rusalka/The Wild Rushes” (una de esas largas e imponentes canciones-río marca de la casa), cualquier seguidor de largo recorrido hallará solaz para renovar su voto de fe en el credo decemberista.

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