Family
Discos / Steven Munar

Family

8 / 10
Raúl Julián — 09-03-2024
Empresa — Discos Belamarh
Género — Indie pop

Steve Munar bien podría ser el gran tapado dentro de ese núcleo de autores “clásicos” del pop patrio. Un tipo con talento que lleva décadas –desde los tiempos de The Tea Servants– facturando canciones con mayúsculas, con las que cosechar elogios por parte de prensa especializada y la admiración manifiesta de compañeros de profesión, mientras, para la inmensa mayoría, continúa siendo un desconocido. Quizá esa sea su posición idónea, la que lo señala como valioso secreto, desde la que el anglo-mallorquín pueda seguir publicando obras tan exquisitas como el presente “Family” (24) con el que regresa a escena tras “The Fish And The Net” (Auto, 21).

Un disco de esencia clásica que se maneja como pez en el agua entre pop y folk, en torno al número redondo de diez temas y en el que Munar vuelve a dar rienda suelta a su olfato para melodías tan poco ostentosas como irresistibles, así como a ese tipo de elegancia –compositiva e interpretativa– inherente a su perfil creativo. Sucede desde la inicial “Twelve Valleys” (con algo de Jeff Buckley apareciendo en el fondo) hasta esa bella y sentida tonada de apenas dos minutos titulada “I Feel For You” que echa el cierre. Por el camino brilla también con luz propia “A Spark Of Life” (la mejor de un lote de por sí notable, con esos deliciosos coros femeninos), “The Tide”, el barroquismo inicial a lo Neil Hannon de “Suffocating Me” que deriva en Tom Petty, una “Seven Mile Trail” que le habría encajado a Robert Forster, o la creciente y emocionante “Sailing Days”.

Steve Munar lo ha vuelto a hacer. Treinta y cinco minutos sin desperdicio, con los que consolida (aún más, si cabe) los parámetros de su relación con la música, y en el que tampoco faltan soberbios arreglos de cuerda y piano. Una secuencia engalanada con el traje del autor, a los que apetece (casi resulta una obligación) volver de inmediato una vez que el compacto editado por Discos Belamarh llega a su fin. Egoístamente, casi podría desearse que nada cambie nunca y así seguir disfrutando, desde las trincheras, con esas joyas que tiene a bien lanzar Munar de tanto en tanto. No vaya a ser que, en algún momento, se rompa la magia.

 

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