A veces – supongo – conviene tomar distancia para que la vida no te queme. Ponerse el traje de observador. Meterse en la piel de otros. Y asumir que la magia está en los pequeños asuntos de nuestra existencia. Robert Forster lo ha hecho, y de paso ha dado no solo con el disco más jubiloso y radiante que uno le recuerda: también con uno de los más notables de su carrera en solitario. Quizá el mejor de los nueve. A ratos me lo parece. Sigue siendo un asunto familiar, porque su hijo Louis (The Goon Sax) y su mujer, Karin Bäumler, repiten ahí, pero esta vez sin la (lógica) pesadumbre que emanaba de aquel "The Candle And The Flame" (2023) que tan marcado estaba por el reciente cáncer de ovarios que se le diagnosticó a ella. Se grabó durante cuatro semanas del otoño pasado en Suecia, con Peter Morén (Peter, Björn & John) a la producción. Jonas Thorell al bajo, Magnus Olsson a la batería, Lina Langendorf a los vientos y Anna Åhman a los teclados completan la formación. Hay menos confesión y más narración. Hay mucha más luz que sombra. Incluso genera adicción.
La primera novela de quien fuera mitad de The Go-Betweens está en ciernes (tras dos libros que podrían calificarse de autobiográficos, o sobre el negocio), y cabe esperarla con devoción tras escuchar la soberbia “Breakfast On The Train”, en la que luce como casi nunca su condición de brillante storyteller: una de sus tradicionales canciones – río, a la altura de las mejores de su currículo. Pero las buenas nuevas no acaban ahí. “Tell It Back To Me” es una preciosa viñeta de pop en mayúsculas. “Good To Cry” se escora al rock and roll clásico con suficiente sorna como para no aburrir por revivalista. “All Of The Time” le guiña un ojo al boogie y al glam de forma divertida. Y “Strawberries” es un delicioso dueto entre Forster y Karin Bäumler al estilo de Lee Hazlewood y Nancy Sinatra, sin sonar a pastiche. Por encima de ellas (que ya es mucho decir) se sitúan una absoluta preciosidad en forma de balada con piano, campanillas y la guitarra de Louis, como es “Such a Shame”, y una “Diamonds” final que suena como un cruce entre “Walk On The Wild Side” (Lou Reed) y “For What Is Worth” (Buffalo Springfield), salpicado por brotes de virulencia en forma de algo que se parece al free jazz, con el saxo de Lina Langendorf y el falsete vocal de Forster a pleno rendimiento. En los textos ni entro, porque darían para otra crítica entera de un folio: esto es una lección de sabiduría excepcionalmente aplicada al propósito de alegrarnos la vida y de aligerar la suya.
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