Neon Grey Midnight Green
DiscosNeko Case

Neon Grey Midnight Green

8 / 10
Don Disturbios — 08-10-2025
Empresa — Anti
Género — Pop

Acercarse al nuevo disco de Neko Case con conocimiento previo de su obra, puede facilitar mucho las cosas a la hora de apreciarlo en su justa valía. Sin embargo, me da la impresión que al neófito a su causa le puede resultar algo más complicado. Es posible que necesite  bastantes  escuchas para apreciar, cómo sin duda merece, el pop barroco repleto de emoción y, porque no decirlo, riesgo de la estadounidense. Y es que “Neon Grey Midnight Green“ no es un disco fácil de domar. Sus recovecos, giros y planteamientos melódicos, que van más allá del típico y facilón crescendo, hacen que debas sumergirte a fondo. Aquí no valen las escuchas ligeras ni su uso como mera música de fondo. Además, esa desaliñada forma de escucha sería un insulto al esfuerzo que le ha dedicado Neko Case al disco. Y es que la de Virginia  no ha dudado a nivel económico en grabarlo en vivo rodeada de la Orquesta de Cámara PlainsSong, compuesta por veinte integrantes, bajo la dirección de Sara Parkinson y los arreglos de Tom Hagerman,

Así “Neon Grey Midnight Green“ es un álbum total, repleto de detalles muy disfrutables. Un disco que reivindica, tras siete años de silencio discográfico, la figura de Neko Case como creadora de paisajes sonoros que pueden ir de la deconstrucción tenebrosa y jazzy de “Tomboy Gold” a la delicada luminosidad de “An Ice Age”; de la ampulosa exuberancia de “Baby I’m not (A Werewolf) a la emocionante explosión melódica del tema que da título al álbum. Una obra que parece poner en valor  como nunca a esta mujer de cincuenta y cinco años que ha marcado con su sólida carrera la senda de otras propuestas como las de Mitski o Florence + The Machine. Artistas que la pueden haber adelantado por la derecha de la fama y la repercusión, pero que van a palidecer de envidia cuando escuchen este disco.

Todo en “Neon Grey Midnight Green“ se antoja importante. Todo parece quedar suspendido en ese limbo en el que no importa ni el tiempo ni el espacio. El concepto atemporal cobra sentido al escucharlo porque el álbum sobrepasa los límites de lo establecido. Suena tan actual como añejo. Tan exquisitamente orgánico cómo ese vino delicado, acuñado en vieja barrica de roble francés. Y, por encima de todo, sobrevuela esa peculiar voz de su artífice con ese celestial falsete que se deleita en la pronunciación de las sílabas, y en crear una ambientación que puede trasladarte a un viejo piano-bar (“Louise”) o al Opry House de Nashville (“Rustí Mountain”).

Cuenta la propia Neko Case que, por desgracia, cada vez se hace más difícil poder girar e incluso llevar a Europa una banda que pueda reproducir en condiciones la riqueza en arreglos de un álbum como este. Y nosotros no podemos más que rasgarnos las vestiduras por ello. Y es que en una época de pregrabados y trampas por doquier, se agradece que alguien ponga en valor la música de verdad. La creada para emocionar en una valiente búsqueda de la belleza, sin caer en lo mil veces trazado con anterioridad. Con ese toque que me parece único.

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