Dreams And Certainties
Discos / Moses Rubin

Dreams And Certainties

8 / 10
Kepa Arbizu — 24-09-2022
Empresa — Autoeditado
Género — Rock

A pesar de que suelen ser considerados como conceptos sinónimos, uno tiene la sensación de que no es lo mismo hacer música que ser músico. No deja de ser por supuesto una percepción subjetiva, y por lo tanto susceptible de caer en el error, pero hay ciertos creadores que transmiten un aura, un sentimiento intangible, que nada tiene que ver por supuesto ni con el número de ventas ni con ningún otro elemento cuantitativo, de estar ligados de una manera especialmente íntima y natural al hecho creativo. Es el caso de Moisés Rubin, un joven madrileño que anglosajonizó su nombre para dar forma a un proyecto que, tras arrancar durante su estancia en el Reino Unido, presenta un segundo disco largo -intercalando en ese intervalo algún otro de extensión reducida- que no hace sino confirmar y expandir su atractivo y talentoso mensaje sonoro.

Acompañado desde sus inicios por un una formación estable, lo que ayuda a apuntalar y expresar con todavía mayor solvencia una propuesta que circula con elegancia y sensibilidad por las fronteras del pop o el rock con acento americano, el formato de este nuevo trabajo posibilita aún más desplegar sus ya muy reconocibles alas estilísticas para alcanzar una envergadura más amplia. Puede sonar a un tópico, que en realidad no dejan de ser verdades por muy repetidas y manoseadas que se encuentren, pero las composiciones que conforman este álbum reflejan un perfil más personal e intimista que nunca, no ya por la evidente variedad genérica que acumula dicho repertorio, sino especialmente por unos textos de agrio cariz que cuestionan las derivas vitales que nos imponemos y que acaban alejándonos de lo que queremos, o aspiramos, ser.

Como si de una llamada de atención se tratase, o persiguiese una declaración de intenciones , el trabajo se abre con el impetuoso blues-rock de “What Am I Doing Now?”, un estilo que siempre ha merodeado por su ideario pero que aquí alcanza una expresión más febril y sudorosa. Electricidad y teclados, como si de una aleación entre Mike Bloomfield, Al Kooper y John Mayall se tratara, que imprimen una visceralidad que sin embargo acogerá un breve interludio de remanso en su seno para recuperar en la parte final del tema toda su intensidad. No será el único ejemplo de tales virtudes, porque “The Big Flaw”, que además puede servir de sinopsis temática del álbum, en su reflejo de la huida de esa encorsetada existencia, se desarrolla con fluidez entre pétreos ritmos boogie que derivan en una demostración de técnica y desenfreno como vehículo para conquistar el alma de la música negra.

Ambas canciones no dejan de ser perfectos ejemplos prácticos de ese eclecticismo del que hace gala un trabajo que pese a ello sigue apostando por sostenerse y acaparar sus señas de identidad entorno a un sonido menos tenso y donde prevalecen los medios tiempos de naturaleza sutil. En ese terreno florece con brillantez el sobrio y desnudo folk de técnica fingerpicking, trasladándonos hasta los paisajes creados por Bert Jansch y similares, exhibido en el tema homónimo o el carácter más popero, en cuanto a su flexibilidad melódica, de “Running Far Behind”. Breves, pero jugosos, anticipos de todo un exquisito despliegue de detalles y habilidades que asumen las lecciones de maestros en estas lides como James Taylor, Jackson Browne, Cat Stevens o George Harrison. Un escenario que se completa con todo un crisol de piezas, como “Interlude”, abrazada por una envolvente y rolliza guitarra que igualmente propondrá una magistral cota de nostalgia en “Morning Sun”; el intimista y majestuoso paso con que se desenvuelve “Berodia” o la sincopada belleza de la tensa declamación que encierra “You Know the Answer”. La mirada final hacia a un esperanzador pero todavía dubitativo futuro decide despojarse de ornamentos en “Me And My Birds” para mostrarse desnuda y desplegar unas amplias aptitudes líricas.

Moses Rubin con este excelente "Dreams And Certainties" no solo logra realzar su perfil de fino estilista, sino que demuestra una versatilidad que no le hace perder un ápice de su elegante naturaleza musical. Una libertada creativa que camina en paralelo a unas canciones que contraponen sueños y certezas, reflejando ese ilusorio futuro dorado que se nos promete a cambio de la aceptación de las obligaciones derivadas de la madurez. De esta manera el madrileño decide desandar ese trayecto para, delatado por una portada que muestra una fotografía de su más inocente infancia, iniciar uno propio alejado de esas múltiples ataduras que solo logran encadenar nuestras ilusiones. Una apuesta siempre plagada de riesgos y escollos que sin embargo llega un momento en que se hace inevitable afrontar si lo que se pretende es intentar -aunque sea- arañar algo de eso que llaman felicidad. La consecuencia de esa rebelde y desinhibida elección es un soberbio y creativo disco donde, a través de una distinguida explosión de talento, late el más categórico ejemplo de que frente a ese tedioso camino recto que siempre intenta seducirnos, existe una amplia gama de desvíos en los que mora esa incertidumbre imprescindible para enseñarnos que, pese a todo, seguimos vivos.

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