Haunted Mountain
Discos / Jolie Holland

Haunted Mountain

8 / 10
David Pérez — 08-11-2023
Empresa — Cinquefoil records
Género — Indie folk

Atisbando ya el final del año y de tantas otras cosas, mientras el paisaje sigue expandiéndose y contrayéndose en un acontecer sin freno de guerras externas e internas, desmadejando vidas y partiendo corazones a su antojo, nos encontramos en el camino esta “Montaña encantada” sonora que pausa la realidad; sumergiéndonos en una suerte de oasis sanador del que, al salir, también nos dejará marca. No debería hacer falta presentar a Jolie Holland, genuina cantautora de Houston que posee en sus cuerdas vocales la poderosa calidez natural y conmovedora fragilidad a la que sólo tienen acceso las elegidas, en esa encrucijada donde el susurro desgarrador de Billie Holiday se funde con el de Cat Power. Entre sus proclamados fans a viva voz, encontramos a leyendas como Tom Waits y Bob Dylan.

Aunque Holland parte del folk más costumbrista en su despegue, ya en su brillante debut, “Catalpa” (02), y en el imprescindible y bellísimo “Escondida” (04) que le sigue, despliega una nebulosa atemporal en la que late la esencia primigenia de la música americana, sumando al folk elementos del jazz, del blues y del country con la misma maestría, personalidad y hechizo. A estos dos lanzamientos le siguieron cuatro más, el último, antes de este séptimo “Haunted Mountain” que nos ocupa, fue el magnífico “Wine Dark Sea” (14), quizás su mejor trabajo, donde esa metamorfosis eléctrica que siempre llevó en sus adentros (la Velvet Underground en las venas), se filtró y reflejó con más crudeza y desbordante contención. A estos discos en solitario hay que sumar “Wildflower Blues” (17), álbum compartido con Samantha Parton, compañera de aventuras en su paso por The Be Good Tanyas.

Por fin, tras casi una década después del aterciopelado y relampagueante “Wine Dark Sea”,(14) con el que la pudimos disfrutar en directo por España (gira 2015), reaparece ahora con “Haunted Mountain”, otra obra cumbre de Jolie Holland. Fantasmagórica, resplandeciente y magnética a partes iguales. Nueve canciones en las que los sentimientos y reflexiones no sólo recorren las heridas de su propia piel, sino que, su vibrante poética está altamente comprometida con los males sociales que nos acechan y ahogan: de la sombra de ideologías fascistas que florecen y envenenan la convivencia, al daño inexorable que le estamos haciendo al planeta o el contaminante machismo que sigue su curso, a la sombra y al sol… Pero, por encima de todo, esa esperanza y deseo palpitante, a veces débil, pero firme, de encontrar la belleza en lo cotidiano y aferrarse a ella. Así, los surcos nos atrapan desde la inicial “2,000 Miles”, con ese ahumado y embriagador fraseo de Jolie, que acaricia y araña, mientras los indescifrables secretos del amor se nos escapan como agua entre los dedos; seguida de la inquietante y más experimental del lote “Feet On The Ground”, con pulso efervescente de electrónica minimalista y aleteo industrial, espectrales percusiones y un silbido que se abre paso en la oscuridad de la explotación colectiva, en busca de revolución individual. Un tema que habría encajado a la perfección, bajo la maquinaria onírica cantada por Björk, en “Dancer in the Dark”.

Nos montamos en un Cadillac descapotable y cogemos la “Highway 72”, sintiendo la brisa americana en nuestras caras, con Holland dando rienda suelta a su espíritu outsider y total admiración por la generación beat, en un dueto de relumbrón junto a Buck Meek (guitarrista de Big Thief), tan conectados ambos creativamente, que el último trabajo en solitario de este, comparte título con el disco de Holland, “Haunted Mountain”. La libertad de vivir en los márgenes, a base de folk-rock de altos quilates, con las voces entrelazándose melódicamente a la perfección (regusto a la Norah Jones de The Little Willies), más extra de violines y teclados que terminan por marcar un rumbo incierto, pero claro, en la carretera, seguir adelante para saber hacia dónde vamos: “I won’t know where I’m headed until I’m further along… / One foot in front of the other on the lost highway”.

La espiral folk más hipnótica nos arrastra mar adentro con la mántrica y atmosférica “Won’t find me”, para después mecernos en la desnudez a fuego lento de una “One of you” que acompasa latidos, para el mundo llegando a su ecuador y lo vuelve a hacer girar, más puro y libre. Y ya en la recta final, tres piezas que bien valen los casi diez años de espera: la sobrecogedora interpretación de la pista titular, “Haunted Mountain”, una crujiente y eléctrica (pedal steel al mando) invitación a recorrer (con recompensa asegurada) los caminos menos transitados; y los cantos de sirena de (mi preferida) “Me and my Dream”, en la que siempre caigo en un bucle infinito de escuchas del que no puedo ni quiero escapar, con Jolie dejándose el alma en cada fraseo. Y si en la dos masterpiece anteriores se escuchan los ecos de la mejor Lucinda Williams, con la crepuscular “Orange Blossoms” (mostrando el hastío y letargo por un sistema político patriarcal que no deja de alargar sus tentáculos, además de denunciar como las políticas más extremistas absorben con total facilidad a los desencantados), prende fuego a las manecillas de todos los relojes habidos y por haber, alcanzando una sensibilidad interpretativa tan poderosa y rebosante de matices que, de sus cuerdas vocales reflecta en la oscuridad una redentora aurora boreal propia, en la que sonríen de admiración Lady Day, Chan Marshall, Mark Lanegan y Nick Cave.

El embrujo y la sosegada calma de cierre nos guía en la insomne marcha de “What it’s worth”, con un silbido y percusión arenosa final que nos conduce a la cima de esta “montaña encantada” a la que deberíais subir una y otra vez y, desde allí, desde el punto más alto, quién sabe: entendernos un poco mejor a nosotros mismos y al mundo que nos rodea, divisando y sintiendo, íntimamente, lo indescriptible.

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