Escuchando el álbum de debut de Grand Archives no tengo muy claro si alegrarme, entristecerme o ambas cosas a la vez. Quizás lo más adecuado sea esto último porque si algo queda claro de toda esta historia es que el segundo álbum de Band Of Horses se resiente con respecto al primero de la pérdida de una mente tan preclara para la melodía como es Mat Brooke y a las pruebas me remito: Sólo hay que acudir a la entrevista que realizamos a su líder Benjamin Bridwell en la que él mismo reconocía el miedo escénico que supuso enfrentarse a la composición del disco sin tener a su lado el talento de su compañero y amigo.
Para los que no sepan de qué demonios hablo, explicar que el primer disco de Band Of Horses estaba construido a pachas entre estos dos orfebres de la melodía emocional y delicada, pero ambos separaron sus caminos. Eso sí, hay que reconocer que es el desertor Mat Brooke al frente de sus nuevos Grand Archives, quien sale ganando por apenas unos puntos de ventaja en un enfrentamiento que a los críticos nos parece inevitable. Y todo ello gracias a ese pop a veces candoroso y a veces con el vigor y delicadeza que le dotan unas orquestaciones repletas de elegancia. Sólo hay que dejarse imbuir por tonadas como “Sleepdriving”, “Miniature Birds” o “Swan Matches” para evocar a bandas como Lambchop o Mojave 3 mientras que en la vigorosa “The Crime Window” rememoran el deslumbrante y trotón pop de Arcade Fire. Si en el futuro se deshace de algún tic algo manido e incluso cursi, puede empezar a barajarse su nombre como otro de esos grandes combos estadounidenses de elegancia melódica e instrumental que sigue los pasos de Wilco y My Morning Jacket. Claro que, de momento, se trata sólo de un primer disco.
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