Fountain Baby
Discos / Amaarae

Fountain Baby

8 / 10
Salomé Lagares — 14-11-2023
Empresa — Interscope
Género — Pop

Para el oyente casual, Amaarae existe todavía entre tinieblas: es el silbido enfático que rebosa energía en el “Sossaup” de KAYTRANADA y Aminé; el enigmático susurro que confiesa “I really like to party” al otro lado de la pantalla, en el fragmento viral de su remix de “SAD GIRLZ LUV MONEY”; la esquiva protagonista de “A Body, A Coffin”, single prolegómeno de “Black Panther: Wakanda Forever” que terminó viéndose eclipsado por el álbum oficial en el que no aparece. Pero, para los oídos atentos, la artista estadounidense-ghanesa es una promesa que, más allá de usar el término “afro-fusion” como excusa para evitar explicar su visión, está ejecutándolo y posicionándolo en un primer plano.

Eso ya quedó claro en “THE ANGEL YOU DON’T KNOW” (20), su álbum debut, en el que las influencias estéticamente variadas y a veces contraintuitivas brotaban, chisporroteaban y vibraban, unidas no tanto por una cuidadosa costura sonora sino por un espíritu cálido y un carisma feroz. En “Fountain Baby”, su segundo álbum, Amaarae mantiene su enfoque polifónico y adopta de manera más clara y directa un ethos pop (una de las principales inspiraciones que ha citado es la Britney Spears de “Blackout”). No hay pretensiones ni sutilezas, es un proyecto en el que se retrata a sí misma como una superestrella arquetípica porque es exactamente en lo que quiere convertirse.

Los temas que vertebran el proyecto —narcisismo, lujuria, exceso, frivolidad— aparecen cristalinos desde el principio: “Bling, bling, bling, bling, bling / I like chains on chains”, declara en “Angels In Tibet”, un club anthem que desafía las expectativas de lo que un club anthem puede ser, con una combinación de afrobeats y una sección de cuerda que se establece como la nota base del sonido caleidoscópico del resto del largo. “Counterfeit” es una fanfarrona oda al despilfarro, rica en percusión caribeña y completa con los onomatopéyicos “ca-chings” de una caja registradora. La exquisita y adictiva “Co-Star” abre con un arpa ensoñadora antes de que Amaarae salte a relatar las incompatibilidades astrológicas que entorpecen su vida amorosa. Uno puede entrever, en la sonrisilla que se percibe en su voz, que la insatisfacción no es del todo honesta —la artista parece contenta con dejar tras de sí un reguero de mujeres flechadas y seguir buscando.

Por supuesto, “Co-Star” no es el único momento en que Amaarae se regodea en la seducción. Todo “Fountain Baby” rebosa de deseo: en “Aquamarine Luvs Ecstasy”, un saxo ligero carga el ambiente mientras la artista ofrece una caricia tórrida, saturada de intenciones; en “Reckless & Sweet” es sensual y cautivadora, regresando a la atmósfera de R&B que teñía su primer EP, superpuesta con un estribillo más directamente afropop en el que deja asomar vestigios de su inflexión oeste-africana; “Sociopathic Dance Queen” es una infatuación intensa pero distendida, con un bajo groovy, suspiros de guitarra y sintetizadores que centellean ocasionalmente, como objetos golpeados aleatoriamente por luces oscilantes en una fiesta.

La incansable persecución de placer de Amaarae se percibe en sus momentos más elevados como lúcidamente hedonista, y como sobreconsentida en los más bajos, pero en ambos casos, la cantante es plenamente consciente. Siempre está conduciendo ella. En "Princess Going Digital", un tema junto al cantautor británico Maesu que suena tanto a Pharrell que uno tiene que rebobinar para asegurarse de que no lo ha producido él, negocia con en el reflejo de su propio egoísmo en las acciones de su pareja, y lo maneja bien, mostrándose intocable entre sintetizadores incisivos y cascadas de cajas de ritmos. La bajada llega, finalmente, cuando admite que todo ha sido “Too much, too much, too much, too much, too much, too much, too much / For my own good” en “Sex, Violence, Suicide”, un himno depresivo de voces moduladas y guitarra lúgubre que, con la ayuda de Dream Wife, da un volantazo repentino para sorprender con una segunda parte punk rock. La tristeza ha durado poco, y Amaarae vuelve a afirmar su carácter, su apetito, sus antojos, como si fueran lo único que importa: “I do what I want, want so I can get my way / I’m running around and breaking shit if I can't get my way”.

Todas las decisiones creativas resultan tan correctas que uno casi quiere darle la razón. En “Fountain Baby”, tanto la música como la intérprete son caprichosas y a veces temperamentales, pero como una amante demasiado exigente que de algún modo es lo suficientemente interesante y atractiva, el proyecto invita, retiene y justifica la atención.

 

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