La Mesita del Comedor
Cine - Series / Caye Casas

La Mesita del Comedor

7 / 10
Fran González — 17-05-2024
Empresa — La Charito Films
Fotografía — Cartel de la película

Una palabra de Stephen King bastará para desatar el hype. Y es que contar con el maestro del terror como voz prescriptora es un galón que no se puede pasar por alto así como así. En su sostenida y breve recomendación, emitida a través de la antigua red social del pajarito azul, el célebre súper-ventas literario nos retaba a encontrar una película más negra que “La Mesita del Comedor” de Caye Casas, y honestamente, tras su reciente aterrizaje en Filmin después de dos años a la sombra, podemos confirmar que el desafío no es fácil.

Para bien o para mal, el filme es una experiencia inmersiva a la que el espectador debe personarse completamente virgen. De lo contrario, no podremos vivir de igual manera la constante tensión que se instala en nuestras sienes a medida que el relato despliega sobre nosotros sus despiadadas y repulsivas ideas. Abstenerse estómagos sensibles, porque lo que el cineasta de Terrassa nos propone aquí es un experimento de adictiva inquietud, una madeja de sórdidos dilemas y sofocantes enredos, salpimentados con siniestras dosis de comedia negra, que nos obligará a cubrirnos el rostro con angustiosa incredulidad al tiempo que no podremos evitar entreabrir los dedos para continuar admirando su delirante planteamiento.

Si bien es cierto que el corpus principal de la cinta es el de un cortometraje estirado y la sostenibilidad de su narrativa sufre pasada la mitad del metraje, entroncándose en un ritmo más estático que incide circularmente sobre la misma idea, Casas trata de resolver el embrollo llevándonos siempre por el camino más perturbador posible y enfrascando a nuestro protagonista en un callejón sin salida cada vez más tirante y surrealista. Huelga aquí hacer un alto para destacar la sorprendente forma con la que David Pareja (Jesús) soporta sobre sí el peso del que, hasta la fecha, es el papel más rocambolesco y dramático en el que le hemos visto envuelto. Acostumbrados a su vis cómica, el actor onubense romperá nuestros esquemas por completo, deshojando con inesperada pasividad los ademanes propios de la personalidad de un psicópata latente e incluso, por qué no decirlo, avivando el silenciado debate sobre la salud mental masculina.

Acompañando las complejas aristas de su psique (de la cual vemos menos de lo que sin duda hay) encontramos a una excelente Estefanía de los Santos (María) en un rol que, desde su despótico temperamento y sus anhelos más personales, contribuye a que entendamos mejor la crisis sentimental que subyace entre ellos. Una pareja distanciada que demuestra encontrarse al borde del colapso en cada conflicto y en cada cruce de pareceres. Y entre ellos, Cayetano, su hijo recién nacido, que no recibe el nombre del director de la película por casualidad.

Pese a sus carencias y limitaciones, Casas exhibe mucha valentía al llevarnos por un fango emocional de tales magnitudes y que otros cineastas no se atreverían ni tan siquiera a plantear. Un nudo en la garganta de hora y media, tan excesivo como absorbente, que centrifugará en nuestro juicio con acuciante vehemencia tras su visionado. Desde luego, no nos extraña en absoluto que al legendario escritor de Maine le hiciera perder la cabeza.

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