Dig Out Your Soul
Discos / Oasis

Dig Out Your Soul

6 / 10
Enrique Peñas — 25-09-2008
Empresa — Big Brother / PIAS
Género — Rock
Fotografía — Archivo

Antes de entrar en detalle, hay que reconocer un par de cosas en cuanto al nuevo disco de Oasis, “Dig Out Your Soul”, que hace el octavo de su carrera (incluyendo la colección de caras B “The Masterplan”): la primera es que contiene dos de los mejores temas que han compuesto en unos cuantos años, “The Turning” y “The Shock Of The Lightning”, que además es el primer single (y con el que con toda probabilidad conseguirán un nuevo número uno en las listas del Reino Unido); y a renglón seguido, el segundo apunte (firmado tras un par de escuchas del álbum) es que, tanto tiempo después, a la banda de los hermanos Gallagher le sigue pesando demasiado un pasado que tuvo grandes momentos de gloria.

Precedido por una intensa campaña de promoción (incluyendo el estreno de su propio sello, Big Brother), por la marcha en mayo de Zak Starkey (hijo de Ringo Starr) -sustituido a la batería por Chris Sharrock, en cuyo currículum aparece como elemento más destacado el hecho de haber trabajado con Robbie Williams-, por la agresión sufrida por Noel en su reciente actuación en Toronto y por el estreno de algunas de las canciones en las calles de Nueva York (reivindicando de paso su vocación norteamericana más allá del mercado británico), “Dig Out Your Soul” venía con la vitola de ser el mejor álbum de Oasis desde que entraran en una fase de estancamiento con “Standing On The Shoulder Of Giants” (en menor medida también con el ampuloso “Be Here Now”). Y lo cierto es que hay motivos para pensar que es así, especialmente en la primera mitad del disco, que se abre con la rotunda “Bag It Up”, canción que se dice inspirada en “Baron Saturday”, de The Pretty Things (1968), aunque a priori las comparaciones no parecen ir más allá de lo machacón del ritmo, algo que se repite luego en varios temas (Noel explica en este sentido que buscaba un sonido hipnótico). Segundo acierto: “The Turning”, dejándose llevar a unos terrenos que ya visitaron a mediados de los noventa; lo mejor es la eufórica parte central y el empaque que consiguen con los teclados, cambiando la perspectiva respecto a su característico y guitarrero sonido total, que sí está en “The Shock Of The Lightning”, tema que podría figurar sin problemas en “Definitely Maybe”; exhiben además un efectivo estribillo marca de la casa (“come in, come out, tonight...”, así de fácil). Antes debería haber sonado “Waiting For The Rapture”, otro tema con guitarras en primer plano, aunque esta vez con resultados bastante más mediocres. La balada del álbum (“una para las chicas”, en palabras de Noel) es “I’m Outta Time”, con un registro vocal más limpio, aunque en buena parte de sus cuatro minutos no pasa nada especialmente reseñable más allá de una melodía amable que acaba cediendo el paso a la voz de John Lennon, rescatada de una entrevista radiofónica unos días antes de su asesinato. Y a partir de aquí, una de cal y otra de arena: “(Get Off Your) High Horse Lady” es un tema de la época de “Heathen Chemistry” (2002), tirando de psicodelia y distorsión, sin mayor historia; “Falling Down” también tiene algo de hipnótico, en lo que definen como kraut pop, si bien en este caso funciona mejor, con pequeños préstamos electrónicos que adornan la canción (dando pie a la remezcla de The Chemical Brothers que sirve como cara B al primer single del álbum). En cambio, con “To Be Where There’s Life” (compuesta por el guitarrista Gem Archer) pegan un importante patinazo: es machacona y repetitiva en el peor sentido, con un impostado toque hindú; dura poco unos cuatro minutos, pero parecen bastantes más. Algo parecido, aunque sin llegar a estos extremos, ocurre en “The Nature Of Reality” (de Andy Bell, el bajista de la banda), ejecutada con ritmo marcial y una letra en plan mantra, explorando la naturaleza de la mente humana. Completan el álbum un par de temas que no pasarán a la historia del grupo, pero que demuestran que lo mejor de su trayectoria hay que buscarlo cuando hacen rock’n’roll sin complicaciones. “Soldier On”, escrito hace cuatro años y rescatado para la ocasión, vuelve a apoyarse en la psicodelia (aunque de manera más circunstancial), mientras que “Ain’t Got Nothing”, compuesto por Liam inspirándose en el altercado de 2002 en Munich que le costó varios dientes, representa la esencia de Oasis: sencillez, pegada, la voz directa y en plena forma y un estribillo en el que uno más uno son dos. Eso y la vocación por sonar tan desafiantes como los mejores The Who suman un nuevo acierto para un álbum que empieza con grandes esperanzas y acaba siendo irregular, en líneas generales mejor que sus últimas entregas, pero todavía demasiado lejos de aquellos dos primeros discos en los que nos acostumbraron a hacer pleno.

Un comentario
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