Cuenta Sarah Joyce (aka Rumer), en un reveladora entrevista aparecida en la revista Q hace un mes, que la fama estuvo a punto de hacerle perder la cabeza. Detalla una serie de excesos con el alcohol e incidentes varios (llegó a quemar uno de sus armarios de casa con toda la ropa dentro) que para nada casan con la imagen que tenemos de amable y cándida cantante de soft pop setentero. Un poco a la manera de Karen Carpenter, uno de los modelos de Joyce, que tras esa sonrisa eterna y melancolía edulcorada, vivía un infierno de adicciones que acabó prematuramente con su vida. En medio de este descenso a los infiernos, avisa que su nuevo disco de estudio será muy oscuro y tenebroso, Rumer ha decidido relajarse y entregar una colección de versiones de algunas de sus canciones favoritas. “Boys Don’t Cry” es un álbum para dejarse llevar por la increíble facilidad con la que la inglesa hace suyas canciones ajenas (todas ellas de grandes nombres del folk y el pop de los setenta, que van de Jimmy Webb a Gilbert O’Sullivan). Las emocionantes tomas de "It Could be the First Day" (Richie Havens), "Home Thoughts From Abroad" (Clifford T. Ward) y "The Same Old Tears On A New Background" (Stephen Bishop), valen su peso en oro.
oh, katherine malesifnd! joy!"What can you do if you are thirty and, turning the corner of your own street, you are overcome, suddenly by a feeling of bliss -- absolute bliss! -- as though you'd suddenly swallowed a bright piece of that late afternoon sun and it burned in your bosom, sending out a little shower of sparks into every particle, into every finger and toe? . . . Oh, is there no way you can express it without being "drunk and disorderly"? How idiotic civilisation is! Why be given a body if you have to keep it shut up in a case like a rare, rare fiddle? " -- Bliss