Una píldora narcótica de efecto prolongado
Conciertos / Weyes Blood

Una píldora narcótica de efecto prolongado

8 / 10
Toni Castarnado — 01-02-2023
Fecha — 28 enero, 2023
Sala — Festsaal Kreuzberg, Berlín
Fotografía — Mireia Fusté

Kreuzberg fue barrio punk en Berlín y, aunque sus calles todavía conservan señas de su pasado, ahora su espíritu ha cambiado. Barrio de inmigrantes, en Kreuzberg los aromas a comida especiada y los sonidos de la vida cotidiana se mezclan con noches frías, mal iluminadas, pero con salas de conciertos como refugios mucho más amigables. De camino al Festsaal Kreuzberg te topas con el clásico Lido y con algunos de esos clubes que le dan tanta vida a las noches de verano. Weyes Blood escogió como primera parada Berlín. Y allí estuvimos para ser testigos de lo que iba a ofrecerle al público alemán.

El elegido para hacer boca como telonero fue Sam Burton. Un músico con un extraño magnetismo que gana enteros cuando su compañera corista cogía las riendas (a momentos parecían Low), pero a quien el concierto se le hizo largo. Pero la verdadera protagonista de la noche –para la que las entradas estaban agotadas desde hacía meses– era Natalie Mering con su And In The Darkness, Hearts Aglow. Ella monopoliza la atención; basculando entre el deseo y el misterio. Creando una ceremonia de cuidadísima iluminación, con alguna proyección y con el aleteo constante de su vestido blanco de hada.

Una de las incógnitas previas al concierto era saber cómo iba a recrear un disco tan pulcro, tan orquestado y con tanto detalle. Si en esa transacción se iban a perder piezas y si Mering conseguiría abrirnos las puertas de su torre de marfil. El susurro de su voz, esa firmeza apabullante y el trabajo afinado y exquisito de los músicos que la acompañaban –un multiinstrumentista y su teclista– disipan las dudas.

Con Weyes Blood tienes siempre la sensación de que te hipnotiza, a cada paso, a cada acorde, en ese cruce indetectable entre Florence Welch y Lana del Rey, consiguiendo que el tiempo se detenga durante todo el show. La sesión empieza con los dos primeros cortes de “And In The Darkness, Hearts Aglow” (“It’s Not Just Me, It’s Everybody” y “Children Of The Empire”). A continuación, un recuerdo pretérito muy aplaudido, “Something To Believe”. La vemos sumergirse en “Grapevine”, cerrando los ojos y dejando que la canción fluya hasta llegar a uno de los momentos clave de la noche, el número mágico con “God Turn Into A Flower”.

El sonido de los pájaros nos recuerda a un paseo a media tarde por la Museum Insel, mientras Natalie nos toma de la mano para entrar en trance juntos mientras la canción gira y gira sobre si misma con el público ensimismado. Definitivamente, la artista estadounidense nos ha embrujado. Weyes Blood se siente en paz consigo misma cuando arremete con “Andromeda”, pieza capital de su repertorio –todavía es su canción con más reproducciones en Spotify–, antes de llevarnos a los bises. Llega “A Lot’s Gonna Change”, otro rescate de su aclamado disco “Titanic Rising”. Para confirmar que la reina del baile es ella, y nadie más que ella, Natalie se queda a solas con su guitarra para tocar “Bad Magic”, un corte del reeditado “The Innocents”. Las luces se encienden y la gente empieza a desfilar, pero la experiencia se nos ha clavado a todos en la cabeza como una píldora narcótica de efecto prolongado.

 

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