Porque fuiste más importante/para mi/que toda la historia humana/que el universo conocido. Todo en TAB es hiperbólico. Como Coruña en pleno temporal, como olas acechando, sin miramientos, a indefensos percebeiros; como conducir en la oscuridad alrededor de la costa de Fisterra; como los sacramentos impartidos por curas franquistas; como la gabardina ondulante de Baltazar Garzón bajando en helicóptero al Pazo de Oubiña. Aletean entre la brisa y la furia, entre Soleá Morente y Esplendor Geométrico: martillean los tímpanos, pero te toman de la mano. Son nihilistas con discurso. Por eso tienen la capacidad de aterrizar un recital que va directo al grano, contundente, sin pausas autocomplacientes ni discursos populistas.
Todo esto, unido a la morriña de conciertos post-ómicron y, por supuesto, a la experiencia de una banda batida en el cobre de los escenarios desde hace eones, elevó el bolo hasta lo alto de la Torre de Hércules. De las pendulantes “No eres tú” o “Elige un estandarte” a las lacerantes “Ruptura” o “Canción de la Fama” (vinculada muy mucho a “Estrellas Místicas”), pocas bandas hay en el Estado capaces de llenar los huecos del rock contemporáneo español desde lo espontáneo: la fotografía generacional de “Vigilantes del Espejo” convierte la retranca en navaja oxidada y “Barca quemada” nos aleja hacia la ensoñación. Para el que firma este texto, "ASMR para ti”, colocada en medio del set para calmar las aguas, tiene la capacidad de sintetizar todo el fantasma (de la transición) del cuarteto: son profundamente tristes, son profundamente hermosos.
Lo siento, debes estar conectado para publicar un comentario.