Hace solo tres minutos han publicado en su perfil de Instagram que todas las entradas de Nave 9 están agotadas. Faltan cinco para que empiece el concierto. Las paredes de cristal del garito muestran nítidamente un local lleno hasta la bandera donde se citan los seguidores de la banda iruundarra que ofrece uno de sus últimos bolos…
Si, The Guilty Brigade está girando por última vez según comunican en sus redes sociales y despliegan varios conciertos por el país para notar por última vez el calor del directo. El 30 de diciembre reventarán la sala Tótem de Villava (Navarra) en su concierto de despedida junto a RadioCrimen.
En el bolo del sábado tocaron a pelo, sin teloneros y demostraron que después demás de diez años siguen teniendo un sonido perfecto, unas letras muy curradas y un espectáculo digno de las bandas que llenan festivales. Entre el público se manejó el estilo punk en la estética y los corazones. Chicas y chicos ocuparon las primeras filas y destensaron el ambiente pese a ser un tumulto considerable de personas.
Con 45 minutos de retraso empezaron fuerte con “Arrancaré tu corazón”, ese temazo que sacaron junto a Carlitos e Ivi de Non Servium. El nuevo guitarrista Iñaki Gasko, cumple todas las expectativas y las supera en los riffs pulsados al segundo con una técnica muy cuidada. El público y la banda podían tocarse y sentirse en el espacio así que con “Escupo fuego” el ambiente empezó a caldearse. Pero todavía sin pogo.
En el primer tramo del concierto tocaron el nuevo “Sin decir adiós” pero apenas se pronunciaron sobre su retirada. O quizás no oímos al vocalista Gartxot ya que el sonido del equipo de voces desde la mesa era insuficiente. El hecho de que los monitores principales estuvieran alejados del escenario también contribuyó a esa falta de sonido en las primeras filas. El bajo de cinco cuerdas de Xabi dibujó líneas muy curradas al tiempo que en su rostro disparaba muecas de todo tipo.
Los de Iruña tienen el directo bien controlado. Tras una buena selección de sus mejores cuchilladas escuchamos un interludio en diferido con consignas anti autoridad. Siguieron con “Narcótico agente” con el público cantando sus temas ya a pulmón. La masa empezó a revolverse y se empezaron a notar los saltos y empujones. El plano general fue el de un concierto de punk-hardcore entre paredes de cristal con una enorme tela con el nombre de la banda.
En “Si a la guerra” el cuerpo de Gartxot se abalanzaba con fuerza hacia el público que respondía con gritos enfurecidos contrastando con la sonrisa del vocalista. En general, esta banda desprende simpatía y el brillo de sus ojos reflejaba la ilusión o la tristeza de la última gira.
Otro interludio apacigua la velocidad de los parches de Aranguren que está difuminado en la oscuridad del escenario pero percibido insaciable y perfecto en el oído. Tocaron su hit “Avión con destino al infierno” y pudimos ver el pogo. Por fin. Los cuerpos empezaron achocar y golpearse entre ellos, y entre ellas, cuatro filas para atrás, sin violencia, con un ritmo anárquico pero acompasado. Entre el descontrol del público y la entrega de la banda se produjo una atmósfera de buen rollo que nos acompañó hasta el final donde la banda tenía reservada “Jamás me olvidaré de ti”. Orgánicamente, esa atmósfera de buen rollo se convirtió en nirvana. La comunidad punki hardcore se une en una conexión espiritual con el pogo y la música; con la velocidad y el buen rollo. Sí, en el bolo del sábado se produjo eso.
Terminó el tema y muy rápido pusieron la música de la sala. La gente tardó en reaccionar y empezar a gritar “¡beste bat!” pero dio igual porque no salieron. El concierto rugió durante una hora. En la posterior calma noté esa sensación adrenalínica de flotar y al mismo tiempo saber que un directo así puede que no vuelva a suceder. Os recordaremos The Guilty Brigade.
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