Los grupos Sond’Eskila, Süma y Rumbo Tumba pusieron el broche de oro a la sesión vespertina del Festival Romería y Desengaño en el Centro Cultural Manuel Benito Moliner de Huesca.
Romería y Desengaño se ha convertido por méritos propios en la meca de la música folk alternativa en Huesca. Un festival que lleva 7 años ofreciendo sumergirse al público en actuaciones más o menos disruptivas sobre un género que bulle creatividad, sin dejar de beber directamente de la raíz del folclore popular de diferentes partes del globo. Es una cita ineludible que reúne auténticas joyas ocultas del panorama, lo cual no es sólo de agradecer, si no que es justo reivindicar su valor.
Una gran prueba de ello fue la sesión vespertina que tuvo lugar en el Centro Cultural Manuel Benito Moliner de Huesca. Con un público bastante animado tras las primeras dosis musicales de la mañana, abrieron boca Sond’Eskila, un grupo formado por dos grandes representantes de la música improvisada en Huesca: Alejandro Villacampa (a.k.a. ‘Sr. El Chino’) y un artista anónimo. Así, desplegaron su sonido estrambótico y enmarañado, a ratos desatado, también introspectivo y siempre imprevisible. Para generar su atmósfera, Chino se acompañó de su inseparable bajo, así como de toda una serie de pedales de efectos, un chaos pad y un teclado, e incluso apuestas más alternativas, como un theremin de luz (que dio un juego hipnótico al show, al iluminarlo con luces de diferentes colores o un potente flash para sacar todo su potencial) o una afeitadora sonorizada (con la que se afeitó en vivo y en directo, lo que añadió un punto cómico a la seriedad imperante de la actuación). El arsenal del músico acompañante puso el punto folk con una gaita –con la que abrieron la actuación-, un rabel, platos y tabla india como percusión, más ambiental que rítmica.
Süma, el siguiente grupo en subirse al escenario, se presentaron como lo que son: un grupo multicultural compuesto por un alemán (Frank Rudow, a la guitarra, bases y efectos varios), un menorquín (Pau Julià Vila, al bajo) y una inglesa (Laura Clark, a la voz y los teclados). Ellos tres fueron capaces de crear un paisaje sonoro orgánico, que se deslizó suavemente sobre el público desde el principio hasta llenar toda la sala con su luz. Los constantes loops de guitarra y efectos, y las bases disparadas por Rudow (miembro en el pasado de grupos como los ya históricos Manta Ray y otros como Viva Las Vegas y La Jr.) desarrollaban una especie de vida propia, envolviendo por todos lados la delicada voz de la cantante, fundiéndose en un abrazo mágico y conmovedor. Presentaron su último disco, ‘Noble Nature’, con temas completamente redondos y brillantes, como la maravillosa y quebrada “Words Unspoken”, la épica “Happiness” y la íntima “Noble Nature”, éstas dos últimas con un fantástico acompañamiento audiovisual realizado por el oscense Orencio Boix.
Y el postre de esta gran velada fue Rumbo Tumba, una selva sonora andina, un proyecto de folk electrónico del argentino Facundo Salgado, arquitecto de laberintos musicales de raíz latinoamericana. Poco a poco iban brotando pequeños sonidos de flautas de pan, se iban añadiendo en esos cimientos los pilares de los cascabeles e instrumentos tradicionales de percusión, todo unido por las paredes del espectacular Groove de un bajo tradicional sin trastes, y el remate final de un charango bailón y adictivo. El nombre del grupo, algo agorero, inmortaliza los consejos del abuelo del cantante, Celso, que cuando pasaba al segundo vaso de vino recordaba de forma reincidente algo tan sencillo como que todos vamos camino de nuestra muerte (pudimos escuchar su voz sampleada en directo). Nada parecido a su música, colorida y bailarina, con un embrujo sonoro que mezcla la tradición de los instrumentos con la vanguardia de la electrónica, todo grabado en tiempo real en un show absolutamente genial. Así, acudió al festival a presentar ‘Madera Sur’, su nuevo álbum. Mucha romería para tan poco desengaño.
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