Judas Priest, Slipknot y King Diamond incendian el Rock Fest
ConciertosBarcelona Rock Fest

Judas Priest, Slipknot y King Diamond incendian el Rock Fest

8 / 10
David Sabaté y Eduard Tuset — 04-07-2025
Fecha — 29 junio, 2025
Sala — Parc de Can Zam de Sta Coloma de Gramenet
Fotografía — Eduard Tuset

El Barcelona Rock Fest ha vuelto a defender con dignidad su plaza en el circuito de festivales de metal europeos. El público ha acompañado de nuevo, repartido a lo largo de cuatro maratonianas jornadas en las que ni tan siquiera el calor extremo ha disuadido a los seguidores de bandas programadas a primera hora de la tarde –qué pena perdernos a nuestros queridos Dark Tranquility. Decíamos en la crónica del año pasado que el festival empezaba a mostrar cierta apertura estilística más allá de los grandes clásicos del hard rock y el heavy metal canónicos; un hecho de por sí ni positivo ni negativo, más bien la constatación de cierto cambio, siempre saludable. Y es que los grandes tótems del género van sumando años o bien andan embarcados en sus propias giras: para buscar reemplazo conviene resituar el objetivo ya no en el presente, sino hacia los noventa o hacia inicios del presente milenio. En ese sentido, qué gran acierto traer a Slipknot, como desgranamos más abajo.

Por lo general, en esta última edición han predominado una vez más los valores seguros, entre los que han destacado con diferencia Judas Priest y King Diamond; han brillado también los alemanes Running Wild y Dirkchneider, revisitando estos últimos el mítico “Balls to the Wall” de Accept entero de principio a fin; mientras que Doro ha repetido con oficio y tablas como dama del heavy metal. Por otra parte, han sido más que bienvenidas algunas modestas disonancias como el doom de Avatarium o el folk metal pirata de los escoceses Alestorm. Para sorpresas, el thrash metal de los barceloneses Radity, con poco que envidiar a Angelus Apatrida, que aprovecharon la caída de Wolfmother para salir al escenario grande y escenificar un buen warm up de su próximo paso por el Wacken Metal Battle del festival germano como representantes de nuestro país.

Aunque también hubo espacio para las desilusiones, como la de Stryper, que nos dejaron bastante a medias, y sí, la de Scorpions, quienes a pesar de contar con la entrega de muchos aficionados en domingo y pasada la medianoche, no estuvieron a la altura de su legado. Funcionaron en lo instrumental pero, dejando a un lado el repertorio, muy parecido al de su anterior gira, vimos a un Klaus Meine con muy poca energía, física y vocal, que deslució varios de sus clásicos. A pesar de todo, pareció recobrar la vitalidad en “Big City Nights” o en algunas de sus baladas inmortales, como “Wind of Change” o “Still Loving You”.

Repasamos a continuación algunos de los momentos más destacados de la cita. Por cierto, ya se ha anunciado la primera banda del Barcelona Rock Fest 2026, Helloween, a tenor del papel que jugaron en su anterior paso por Can Zam, unos primeros anfitriones a la altura de lo que merece la décima edición del festival.

Slipknot
Los de Iowa no pisaban Barcelona desde aquel lejano Sonisphere de 2009 encabezado por Metallica. Dieciséis años, que se dice pronto. Se respiraban las ganas de enfrentarse a su brutal directo y si el festival lució lleno en su jornada inaugural del jueves fue por Slipknot. Tras una intro asfixiante, el septeto –en esta ocasión sin Shawn Crahan por motivos familiares– salió a matar con “(sic)”, el explosivo tema que abría su debut homónimo, del que el año pasado celebraron la gira de 25 aniversario. Repasaron varios de sus cortes (“Wait and Bleed”, “Spit It Out”, “Surfacing”); también algunos de su continuación, “Iowa”, como la arrolladora “People = Shit”, oda a la misantropía coreada de extremo a extremo del recinto, o “The Heretic Anthem” y sus letales dobles bombos. Los rescates de discos posteriores funcionaron a medias: el riff de “Psychosocial” nos aplastó, pero “The Devil in I” o “Unsainted” rebajaron el ritmo de la noche. Aún así, la banda se entregó al máximo, con los guitarristas Jim Root y Mick Thomson llevando la batuta junto a un imponente Corey Taylor, que alternó uno de los mejores registros guturales de su generación con risas psicopáticas y sinceros agradecimientos: “gracias por apoyarnos todos estos años”. El resto se dedicó a propagar el caos, ya fuera bailando espasmódicamente o golpeando bidones con un bate en “Duality”. Y como cierre, la atípica “Scissors”, de nuevo extraída de su debut: ocho minutos opresivos de nu-metal oscuro y torturado. Por favor, que no pase tanto tiempo hasta su próxima visita.

The Hellacopters
La banda de Nicke Andersson era para algunos un ovni en el cartel, al igual que Wolfmother el año anterior, pero todas las piezas acabaron por encajar, al final las fuentes acaban siendo las mismas. Sonaron regular al principio pero lograron calibrar rápido los desajustes; un pequeño impás que eclipsaron con su arrojo escénico y con pequeñas joyas de hard rock y garaje hipervitaminado como “Toys and Flavors”, Carry Me Home” o “By the Grace of God”.

Running Wild
Fueron la primera banda que se anunció de esta edición: un grupo respetado y con muchos seguidores –las camisetas de Running Wild abundaron– pero más difícil de ver que la media, al menos por aquí. Ni la modesta pirotecnia ni sus horteras atuendos de piratas con brillantina lograron despistarnos de lo importante: los de Hamburgo sirvieron un set aplastante, directo y sin apenas pausas que arrancó con “Fistful of Dynamite” y siguió con “Bad to the Bone”, la muy power metal “Riding the Storm” o la cañera “Soulles”. Una aventura capitaneada por Rolf Kasparek hasta el desenlace con “Treasure Island”. Únicos en su especie.

Lynyrd Skynyrd
Otra banda difícil de ver en directo, en este caso unos clásicos en mayúsculas del rock sureño. La verdad es que los vídeos de apertura en los que se repasa la trayectoria de un grupo suelen provocarme sonrojo. El de Lynyrd Skynyrd, como el de Scorpions, no fueron excepciones. Pero fue escuchar la entrada de “What’s Your Name” y todo cambió: esto iba a sonar increíble, cristalino y potente, de hecho, puede que el suyo haya sido el mejor sonido de todo el festival. De acuerdo, tras la muerte de Gary Rossington en 2023, en la banda ya no queda nadie de la formación original. El testigo lo recogen el guitarrista Rickey Medlocke, ex-Blackfoot y quien ya tocó con ellos en los setenta, y el cantante Johnny Van Zant, hermano del mítico vocalista Ronnie Van Zant. Una conexión superflua, si quieren, pero que, visto lo visto, mantiene el espíritu de un legado importante desplegado por un line-up al estilo E Street Band, con tres guitarras, teclados y coristas. De su álbum “Street Survivors” recuperaron también “You Got That Right” y “That Smell”; el groove de “Saturday Night Special” se nos metió rápido en el cuerpo, y en la segunda mitad llegaron sus hits más populares, de la ubicua “Sweet Home Alabama” a numerosos rescates de su lejano debut: “Tuesday’s Gone”, “Simple Man”, “Gimme Three Steps” y, cómo no, “Free Bird” y su apoteósico crescendo de casi diez minutos. Magistrales.

Exodus
Lo hemos escuchado muchas veces: si el Big Four del thrash metal tuviera que ampliarse a una quinta banda, ésa debería ser Exodus. Probablemente Testament también merecerían estar ahí, poseedores quizás de una trayectoria, en conjunto, más sólida. De lo que no cabe duda es que el debut de los primeros, “Bonded by Blood”, es uno de los mejores discos thrash de la historia. Que los de San Francisco abrieran con el tema que da título a ese trabajo, del que ejecutaron también “Piranha”, “A Lesson in Violence” y “Strike of the Beast”, más que un ejercicio de nostalgia supuso toda una celebración. Sonaron muy a los primeros Slayer –¿o deberíamos decirlo al revés?–, de hecho, Gary Holt, que ha militado en ambas bandas, atacó un fragmento de “Raining Blood”, y el regreso del cantante Rob Dukes aportó un extra de visceralidad.

The Baboon Show

The Baboon Show
Habíamos oído hablar muy bien de ellos pero verlos en directo te hace comprender al instante su buena fama: los suecos The Baboon Show son una fiesta sobre el escenario. Su electrizante punk rock garajero, emparentado tanto con Blondie como con AC/DC o Amyl and the Sniffers, contagió al instante a la audiencia. Liderados por toda una fuerza de la naturaleza como Cecilia Boström, que recorrió el escenario y la valla de las primeras filas de arriba abajo desprendiendo rayos y endorfinas. Un mood en el que encajó como un guante su cita al “Run to the Hills” de sus queridos Iron Maiden.

Soziedad Alcoholika
Los de Vitoria salieron como animales enjaulados e hicieron retumbar el suelo –y nuestros pechos– con un volumen atronador, justo el que merecen sus sacudidas de metal, hardcore y denuncia social, más adecuadas que nunca. El presente es una mierda y sus letras, lejos de perder vigencia, van cobrando más y más sentido, canalizando una ira compartida alimentada por su música, unas cuantas llamaradas verticales que nos quemaron las cejas y unos buenos pogos frente al escenario. “Palomas y buitres”, “La aventura del saber”, “Ciencia asesina”, “Ratas”… Clásicos de la banda sonora de nuestro descontento entre los que sobresalieron “S.H.A.K.T.A.L.E” y una “Nos vimos en Berlín” puesta al día de argumentos.

King Diamond
El danés King Diamond regresó al Rock Fest con la corona y el cetro ganados merecidamente hace décadas y revalidados una vez más en su anterior visita al festival en 2019. La suya era una de las actuaciones más esperadas de esta edición y no defraudó. Se acompañó de una puesta en escena que resulta ya familiar pero no por ello menos impactante: una suerte de castillo con escalinatas y pasarelas, el marco perfecto para su oscura fantasía de horror en la que tanto podía aparecer una mujer espectral en camisón deambulando con la mirada perdida, como proceder al sacrificio de varios muñecos de bebés. Perturbador, sí, casi tanto como el mítico corpse paint del propio Diamond o las grotescas máscaras que lució durante su show, un paso más allá en el concepto de shock rock cultivado también por bandas como Alice Cooper, Kiss o W.A.S.P. Un espectáculo macabro, una ópera de terror que no merecería tanta atención si no estuviera al servicio de la música, y ésta brilló por sí misma, combinando sonido, ejecución y canciones: de “A Mansion in Darkness”, “Halloween” y “Welcome Home” a las finales “Eye of the Witch” y “Abigail”. Reverencia. Ah, y hagan el favor de devolverle al rey su preciado anillo desaparecido o caigan sobre ustedes las siete plagas de Egipto.

Judas Priest

Judas Priest
Los británicos Judas Priest fueron la mejor banda del domingo y una de las más rotundas de todo el festival. No fue realmente una sorpresa: en sus últimas visitas ya habían demostrado que se mantienen en buenaforma, pero sí fue sumamente agradable apreciar bastantes cambios en su setlist, muy centrado en el celebrado “Painkiller”, su álbum más contundente publicado hace ahora 35 años. Hasta siete temas sonaron del citado disco: desde “All Guns Blazing”, con la que arrancaron con la directa puesta, hasta la inevitable “Painkiller”, inacabable festín que podría resumir en sí mismo el heavy metal entero. Entre medias, algunas piezas suyas poco habituales en sus directos: las épicas “Hell Patrol” y “Night Crawler”, el medio tiempo de “A Touch of Evil” o los riffs gruesos de “Between the Hammer & the Anvil” y “One Shot at Glory”, ejecutados con técnica y oficio por la dupla de guitarristas Richie Faulkner y Andy Sneap, productor de unas cuantas bandas que hemos visto en el festival, de Accept y Megadeth a Exodus, Arch Enemy o Kreator. La sección rítmica de Ian Hill y, en especial, Scott Travis, lució bien engrasada, mientras que sir Rob Halford resistió sudores y capas de cuero cortando con sus falsetes unas temperaturas propias de agosto. Tuvieron tiempo incluso para varias piezas de su último “Invincible Shield” (homenaje incluido a Lemmy, Paul Di’Anno y Freddy Mercury en “Giants in the Sky”) y cerraron con la poderosa tríada de “Electric Eye”, “Hell Bent for Leather”, con Halford montado en su habitual Harley, y la festiva “Living After Midnight”. Qué suerte verlos de nuevo y verlos tan bien.

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