Forjado a fuego
ConciertosParkway Drive

Forjado a fuego

9 / 10
Montse Galeano — 03-11-2025
Empresa — Route to Resurrection
Fecha — 02 noviembre, 2025
Sala — Sant Jordi Club
Fotografía — Hara Amorós

En los minutos previos al inicio de un concierto una ya puede intuir muchas cosas: la energía con la que llega el público o la magnitud del montaje según la coreografía de técnicos ultimando detalles. Y con las luces bajas, el murmullo expectante y clásicos ochenteros caldeando el ambiente, está claro que lo que toca hoy es un show muy disfrutón. De repente, silencio. Dos abanderados se abren paso entre la multitud a modo de heraldos y, por si alguien despistado aún no se ha dado cuenta, tras esas grandes banderas son Parkway Drive los que avanzan, dispuestos a celebrar veinte años de carrera con una amplia sonrisa en la cara.

Pero antes de que Parkway Drive reclamen su trono, la noche arrancaba con un menú cien por cien australiano. No es casualidad que hayan decidido traer consigo a Thy Art Is Murder y The Amity Affliction, dos pesos pesados que completan el cartel con orgullo oceánico.

The Amity Affliction salen a escena con espacio mínimo y sin apenas artificios (la escenografía mastodóntica de los cabezas de cartel espera oculta tras el telón), pero lo suplen con actitud. Jonathan Reeves, que se incorpora al line-up de la banda como flamante bajista y voz melódica, se lleva buena parte del foco, empujando al público a entrar en calor desde el primer minuto y demostrando que no hace falta una producción descomunal para encender la mecha en el Sant Jordi Club.

Les siguen Thy Art Is Murder, que tiran de humor antes de atacar el set haciendo sonar "We Like To Party de Vengaboys". El público se ríe, pero en cuanto se apagan las luces la broma se convierte en un mazazo de death metal sin concesiones. Tyler Miller avisa de que aquí no se ha venido a estar quieto, y lo cumple, cargando el ambiente de una tensión afilada que sirve de contraste perfecto para lo que se avecina. Brutalidad, sí, pero sin perder ese punto festivo que empapa toda la velada.

Porque este concierto es, ante todo, una celebración. Parkway Drive lo dejan claro arrancando con “Carrion”, un regalo para los fans de la vieja guardia, y enlazando enseguida con “Prey”, mostrando esa faceta más reciente y metalizada. Y justo después de ese primer golpe sobre la mesa, la banda hace una pausa solemne: se colocan de espaldas, mirando hacia el telón, como quien sabe que algo enorme está a punto de estallar. Cae. Primer fogonazo con “Glitch”: energía, épica y un despliegue que nos transporta a la secuencia inicial de una película de guerra futurista.

Quizás los fans más puristas de su era hardcore echen de menos esta noche algún guiño a "Deep Blue" (10), y sí: hace más de una década cualquiera habría levantado la ceja si le dicen que Parkway Drive acabarían saliendo con bailarines al escenario. Pero ahí está la gracia. Entre llamaradas y coreografías, cuando toca ponerse crudos, “Horizons” entra como un ariete y recuerda que, en el fondo, la esencia sigue intacta, por mucho que esté envuelta en llamas. Pero dejemos las cosas claras: si no sales de un concierto de Parkway Drive oliendo a queroseno, algo has hecho mal, porque la épica es ya una parte inseparable de su propuesta. Y, al final, lo que hace grande todo este despliegue no es el fuego (que también), sino cómo este amplifica la música. Prueba de ello es la cantidad de matices que podremos ver durante todo el show: dos violines y un cello se funden con los riffs coreables de Jeff Ling en “Darker Still” y “Chronos”, melodías que conviven sin pudor con breakdowns y con himnos más accesibles como “Vice Grip”, ese tema de Ire que abrió la puerta a su etapa actual y que sigue siendo uno de los momentos más celebrados.

La estética post-apocalíptica, las llamaradas, la lluvia cayendo sobre Winston McCall mientras escupe cada frase como si fuese una sentencia… dejan de ser caprichos visuales para reforzar algo que Parkway Drive tiene claro desde hace tiempo: que el metal puede ser devastador y cinematográfico al mismo tiempo, y que nadie venga a decirles lo contrario.

El repertorio, ya de por sí ambicioso, alcanza su clímax convirtiendo el escenario en un auténtico mar de llamas, por si hasta ese momento alguien echara en falta más fuego. Winston McCall se eleva entre los fogonazos durante “Crushed”, mientras Ben Gordon ofrece su solo de batería girando sobre sí mismo en esa estructura endiablada, para rematar con “Wild Eyes”, coreada como el himno que es.

Parkway Drive han conseguido algo tan difícil como valioso: crecer sin perder su esencia. Una banda que, con sus victorias y sus cicatrices, han sabido sumar adeptos sin traicionar a quienes estaban desde el principio y, por si alguien tenia alguna duda todavía, revalidan su título como uno de los mejores espectaculos de metal moderno del momento.

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