Sin rabas y a lo loco
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Sin rabas y a lo loco

8 / 10
Reuben Weedianaut — 24-03-2021
Empresa — Sala BBK
Fecha — 21 marzo, 2021
Sala — Sala BBK (Bilbao)
Fotografía — Eider Iturriaga

Segundo domingo con nuevo modelo para el ciclo de conciertos Rabba Rabba Girl! que el incombustible Txarly Romero empezó a organizar en verano de 2019. Militante de la escena musical en Bilbo desde que regentaba el Izangoan, Txarly lleva años (¿décadas?) montando bolos donde y como puede. Tras hacer de La Nube y Satélite T dos espacios habituales en giras de grupos de cualquier parte del mundo, reinventa el formato concierto + marianito los domingos que ya popularizó, ahora al frente de Nave 9 y en consonancia con Kathleen Hanna y su “all girls to the front”.

La situación sanitaria global le ha obligado a dar una nueva vuelta de tuerca a su propuesta y la cita es en una Sala BBK tan estricta con los protocolos que incluso se complica el asunto a la hora de conseguir una acreditación. Así que, en este mundo de locos en que vivimos, pago mi entrada y me dispongo a sentarme en mi correspondiente silla para disfrutar por quinta vez en un año del directo de Paule y Cía.

Resulta complicado escribir algo nuevo sobre una banda a la que has hecho dos crónicas en un mismo día tan solo tres meses atrás (Bilboloop y Jimmy Jazz - Gasteiz-), pero Arima son diferentes. Suben a escena entre luces moradas y un telón que reza su nombre junto a un helecho de líneas simples. Sus canciones poseen esa misma simpleza, pero la complejidad con la que están hiladas remite a la propia naturaleza. Unos latidos dan paso a drones de feedback de bajo y guitarra, mientras las mazas hacen sonar los platos en un ambiente primigenio tras el cual se abren paso las primeras palabras, como un eco en las cavernas. Entre la paleta de colores del trío siempre podemos encontrar trazos de Anari, pero la superposición de capas propia del shoegaze acaba pintando un cuadro con personalidad propia. Como las ramas del helecho, los loops crecen unos encima de otros para desaparecer sin previo aviso y "Orbainak" da comienzo como una nana para pasar de la memoria al odio con el bajo de Josu haciendo de sinte, como si fuera un órgano de iglesia resonando en la piedra. La sala es conocida por su excelente acústica, pero en esta primera actuación sí que eché en falta algo más de pegada en el volumen y noté a Paule un poco justa de voz durante todo el set, aunque el género que practican es proclive a los desfases vocales. En cambio, la iluminación me pareció muy acertada a lo largo de todo el setlist, haciendo gala de un cromatismo muy acorde con cada momento del repertorio. El verde nos remite a la portada de su próximo disco, "Biluztasunez Jantzita" (Bonberenea Ekintzak), y la letra define acertadamente a la banda: “oholdea gara”, una oleada de delays que retroceden para volver de nuevo, chocando contra ese acantilado que es la batería, siempre firme tras las olas. En un momento te golpean con indie para bailar despacio (irónico su título, "Utopia") y al siguiente cambian de guitarra para pegar con la rabia de J Mascis, para pasar después los golpes a ser latidos de nuevo, sonando a emo euskaldun con spoken word, una suerte de híbrido entre Viva Belgrado e Itoiz. El azul y los strobos dan paso a la tormenta de "Beso(ak)", que nos lleva en brazos, y sin mediar palabra entre temas, a la versión del "Epilogoa" de Ana Rita (Anari) que grabaron en directo para las sesiones de Bonberenea. Gontzal se viste Abrego de apellido, y con esa seguridad y firmeza en la ejecución (marcando continuamente los tempos baqueta en alto como acostumbra), consiguen su mayor ovación esa mañana. "Non zaude?" sirve de cierre y ese trémolo tan Jesus & Mary Chain resuena durante unos minutos más en nuestros oídos, avivando las ganas de escuchar esa nueva referencia en su versión de estudio.

No puedo dejar sin comentar el punto de locura necesario estos días para organizar este tipo de eventos y mi admiración hacia ello. Porque parece que no ha quedado lo suficientemente demostrada la seguridad en cultura que, por segunda jornada consecutiva, dos coches de la Ertzaintza vigilaban con celo desproporcionado el cumplimiento de la normativa en la calle al descanso; hasta el punto de llegar a multar a un chaval que volvía apurado a la sala para no perderse al siguiente grupo y cometió el grave delito de darle un mordisco a su napolitana de chocolate.

Me apresuro adentro también para que Melenas nos reciban con una intro de distorsión grabada y un telón de fondo amarillo punk. Lo primero que me sorprende es lo enorme que suena el bajo y lo arriba que están los sintetizadores, todo sonando bastante más alto que sus predecesores. Lo segundo, lo sintético de la percusión: caja, bombo y tom como parches, ride y charles con pandereta como platos. Para qué más. Con ella Lauri conduce a la banda a ritmo motorik mientras los sintes te hacen sentir como un autoestopista galáctico en ese "Primer tiempo" que daba comienzo al bolo y a "Días Raros", su último LP, editado en pandemia como sugiere el título. La voz de Oihana se nos muestra en un segundo plano, algo que achaqué en principio a esa querencia que tienen por Los Planetas, pero que después del primer tema descubrimos se debía a un problema de monitores que lastraría todo su concierto. Porque la banda de Iruña basa gran parte de sus composiciones en la solidez de la sección rítmica. La desnudez de la batería viste las canciones de kraut mientras el bajo hace lo propio con el post-punk, y los teclados aportan la psicodelia necesaria para que la guitarra salte a voluntad entre géneros (ora surf, ora blues marciano) con unos arreglos y solos muy bien ejecutados y con mucho gusto. Las cuatro cuerdas de Leire atruenan y Laura se une puntualmente a ella en los coros, aunque me hubiera gustado ver también a María aportando voces (al menos en los temas más poppies) y no sólo actitud y buen rollo bailando incansable. Sus teclas me llevaban constantemente a Devo, y la voz y letras no me sacaban de la cabeza a La Buena Vida, con constantes gritos y onomatopeyas con los que puedes tararear y disfrutar las canciones aunque no te las sepas (no en vano el mismo Henry Rollins las recomendó en su programa de radio) y que las emparentan con las vibraciones de Nosoträsh o Los Fresones Rebeldes. Con "Vals" bajan por un momento la revoluciones, como unos Vaselines en el Unplugged de Nirvana, para subirlas como si fueran Hüsker Dü con Ciencia ficción, buscando los cantos de la caja como recurso para un ritmo en aumento que alcanza su clímax con el hitazo que es 3 segundos. Esos “papapapapa”, ese motorik de speed, esos teclados psicodélicos que acaban en un puente a caballo entre The Doors y la lisergia de los 70… Temón. Una nueva pausa con "El tiempo ha pasado" (de nuevo con la alargada sombra de J y sus secuaces presente en una suerte de canción revancha que recuerda a "Segundo Premio", con esa contundencia a lo Erik con las baquetas) nos lleva a la recta final de la actuación, tras agradecimientos varios a sus incondicionales y recordarnos la dificultad de actuar ante un público del que no poder retroalimentarse. Su última píldora del día empieza con un enérgico “un, dos, bat, bi, hiru, lau!” tan Ramones como el nombre del festival, y acaba melenas al viento. Como dice su letra: “así es como debe ser”.

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