De lo común en la diferencia
Conciertos / Maud The Moth

De lo común en la diferencia

9 / 10
Fernando Acero — 23-03-2022
Empresa — L’Afluent / Aloud Music / La Rubia Producciones
Fecha — 18 marzo, 2022
Sala — VOL, Barcelona
Fotografía — Renzo Concha

Hay algo de común en la diferencia. Hay un sentir que escapa de la corriente de cenizas que nos arrastra río abajo, a morir en el mar de lo inalterado. Hay un corazón que late y resquebraja lo propio y lo ajeno. Hay una luz que se filtra por las grietas, que muestra un camino entre las sombras. Esos aprendizajes a la lumbre de lo oscuro y lo inhóspito de aquello que no puede nombrarse son los que se desprenden de lo que pudimos vivir y sentir de la mano de tres de las más valientes propuestas del underground actual, todas ellas orbitando en mayor o menor medida alrededor de la larga sombra de Obsidian Kingdom. Por un lado Maud the Moth, quien teloneara a la banda en su presentación condal de A Year with No Summeren 2016, y por otro Lys Morke y Judit K, ex-componentes y pilares del grupo de vanguardia catalán.

La velada tuvo mucho de trascendencia y catarsis, más de lo que la familiaridad e intimismo de la Sala VOL pudiera darnos a entender. Es cierto que Judit K, con su bicefalia escénica y su particular vis cómica, podría habernos introducido como primera artista en actuar en un espectáculo frívolo y meramente basado en sus pirotecnias virtuosísticas. Podría haber sido algo intrascendente y superficialmente deleitante, pero la realidad fue mucho más profunda que la del colorismo de su destellante pad, salpicando arpegios sintéticos aquí y allá. No, la realidad fue mucho más cautivadora de lo que podríamos haber llegado a imaginar con esa introducción a base de reimaginar un (ya no tan) clásico “Yellow Submarine” en “NOHAYBANDA.”, apertura de su álbum “Frontera Rara”. Lo que vimos a partir de ahí fue un synthpop tan dramático como meditativo, tan abierto como replegado en los rincones más sombríos de nuestros propios sueños y recuerdos. Tan personal como colectivo.

Su set fue apoyado vocalmente por Lys Morke, alter ego de la cantautora Irene Talló. Fue ella la encargada de continuar tras el brevísimo recital de inicio, ayudada recíprocamente por la propia Judit K en el bloque electrónico y por el percusionista Jaime Díaz Otero, a quien también recordamos de esa alargada silueta a la que nos referíamos antes. La presentación de sus temas inéditos fue una invitación al lado iracundo y tortuoso de las emociones más dolorosas del ser, todo ello reflejado en sus precisas manipulaciones vocales a base de autotune y en sus bases recrudecidamente industriales, pactando puntos de diálogo entre el songwriting noventero de Björk y PJ Harvey y las tendencias deconstructed club, fundiendo los límites de lo predecible en letanías electrónicas y una muy peculiar euforia techno que sin duda dejó ganas de mucho, muchísimo más.

La coronación del hechizante tridente llegó de la mano de Maud the Moth, quien tras unos muy pandémicos meses logró presentar en todo su esplendor la magia de su espectacular “Orphnē”. El barroquismo de su asombrosa técnica pianística se intercaló con loops asfixiantes y precisos, percusiones orgánicas de gran imaginación y una ejecución vocal que sólo puede ser descrita con una palabra: la de la absoluta perfección. La extrema versatilidad de su registro, de agudos imposibles que se lanzan de cabeza hacia los vibratos más exuberantes, nos hizo viajar por pasajes solemnes como los de “Ignis Fatuus” hasta “Crossbows”, cuya enérgica interpretación pareció llevarla a una transmutación de la Fiona Apple más exultante. El punto de máximo sobrecogimiento se alcanzó con un cuasi-cierre en forma de cover: su desoladora visión de “When Your Number Isn’t Up” de Mark Lanegan causó una conmoción honesta y vívida entre la asistencia, dando una sensación de cierre ya no sólo de la velada, sino de un episodio vital implícito en su propia música.

Hay algo de común en la diferencia. Hay algo de intrigante, de íntimamente atractivo en esa diferencia, en el espíritu del “debe haber algo más”. Hay algo de bello en la metamorfosis de lo ordinario, de lo ya conocido, y hay mucho de lo que aprender entre todos esos acordes. La lección emocional aprendida en esas pocas horas es algo que será difícil de olvidar.

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