Un sol prácticamente veraniego saludó la segunda edición en la Caja Mágica –novena en total– del evento musical que da inicio a la temporada festivalera en Madrid. Las memorables actuaciones de Amaia, Mala Rodríguez, Viva Belgrado o Mogwai, entre otros artistas, resumen el carácter de esta edición.
Un cartel con acusados contrastes estilísticos y generacionales era el reclamo, y la respuesta del público fue de menos a más, hasta sumar 12.500 asistentes, lejos de las cifras del año anterior. ¿Cuesta reunir a públicos distintos en un evento de dimensiones medianas? ¿No está la economía para muchas alegrías? ¿Se añora el ambiente bucólico del Tierno Galván y su tupida arboleda? Todo suma, desde luego.
El calor tórrido hizo que se echaran de menos más sombras y, ay, una mínima zona de prensa. En lo positivo, horarios y precios razonables –como siempre–, y ninguna aglomeración. Este año los dos escenarios principales se dispusieron en paralelo en un parking reducido a la mitad. El más pequeño se metió en una de las canchas. El ambiente familiar –bastantes niños– fue el de siempre, y se benefició de un espacio más recogido.
La jornada del jueves tuvo un espíritu femenino y local, con una selección de artistas que cubrían presente y pasado glorioso. También hubo chicos: Barry B actuó con solvencia mientras el respetable buscaba refugiarse del sol.
Su pop fibroso y variado precedió las bases electrónicas minimalistas y la voz flamenca de María José Llergo en la explanada, mientras el pop etéreo y tierno de pablopablo llenaba la pista. Jimena Amarillo iba a defender su reciente disco “ANGÉLIKA” acompañada de bailarinas, Judeline –que confesó que vivió en su día al ladito, en Almendrales– se mostraría sofisticada y en su salsa.
Justo después de ella llegaría uno de los momentos del día. Y del festival. Con su radiante juventud, Amaia es la artista total a la antigua usanza: ya puede bailar, tocar el piano o el arpa, que en todo raya la excelencia con una soltura casi insultante. Su actuación fue especial y emotiva, versión sublime de “Santos que yo te pinte” de Los Planetas incluida.
En una jornada en la que no faltaron esos efectos espantosos que llevan años de moda, Amaia demostró el poder de la voz al natural y la interpretación por encima de tendencias, moderneces y generaciones. El poder eterno de eso tan raro y valioso que es el talento.
El contraste del pop exquisito –y románticamente juvenil– de Amaia con la visceralidad barriobajera y dura de Mala Rodríguez fue total, pero esa es también la gracia de los festivales. La vigencia de temas atemporales como “Tengo un trato” de su histórico “Lujo Ibérico” –veinticinco años de legado indiscutible– está intacto, como las tablas y el carácter de la andaluza, auténtica pionera en tantas cosas.
Maika Makovski · Foto: Daniel Vázquez
Picos y valles
El viernes fue un día de contrastes, picos y valles. El punk pop adolescente de Las Dianas iba a ser una manera óptima de arrancar. Viva Belgrado, con su nueva bajista, desafiaron la canícula de la explanada mediante una descarga de post-hardcore tensionado, confirmación, por si hacía falta, de que siguen siendo una de las bandas de rock más engrasadas del país.
Maika Makovski, peluca dieciochesca, sofisticada puesta en escena y sonido nítido, dio las gracias a la organización y los presentes por “deshomogeneizar” la oferta musical con su personalidad. El público se tuvo que dividir entre su actuación y la de Carlangas, un clásico del festival, cuyo pop funk bailable, beneficiándose de un sonido excelente, fue muy disfrutado.
Otro gallego, Carlos Ares, iba a apostar en el escenario contiguo y bastante público por la elegante contención de su elegante folk rock con referentes clásicos cocido a fuego lento. La puesta en escena de “La boca del lobo” es tan atemporal como sus canciones.
Con la caída del sol llegó la primera banda internacional: Doves –quienes actuaron en la misma franja horaria que Karavana– interpretaron con vigor y precisión su modesta colección de hits de rock cinemático, cuyo regusto psicodélico crece al calor de esas guitarras tan del norte. Quién nos iba a decir que estos mancunianos crecidos a la sombra de The Stone Roses y Oasis acabarían siendo una delicatessen. Era la primera vez que visitaban Madrid.
Si hablamos de profesionalidad y solidez, los barceloneses Love Of Lesbian estuvieron en esa línea que les ha granjeado una legión de seguidores, con protagonismo del material de su exitoso “Ejército de salvación”. Hubo los duetos virtuales de esta gira –de Rigoberta Bandini a Eva Amaral– y alguna broma sobre el tórrido calor que aplastaba Madrid incluso sin sol.“Club de fans de John Boy” volvió a ser de las favoritas.
Al rock mutante de los madrileños Parquesvr, arropados por un público entusiasta, no le benefició nada la complicada acústica de la pista, aunque ellos iban a ponerlo todo de su parte. En el exterior, Bombay Bicycle Club y su inofensivo indie pop soul sonaron con la corrección esperada.
La jornada iba a cerrarse con el electro pop inventivo e hipnótico del canadiense Dan Snaith, alias Caribou, con banda, en su primera visita a la ciudad en muchos años, presentando “Honey”.
Biznaga · Foto: Adrián YR
Tormenta (sonora)
En la tarde del sábado, las nubes dieron una tregua engañosa. Biznaga, que también sufrieron la canícula en la accidentada edición de hace dos años, conjuraron al espíritu combativo y eterno de The Clash con el nervio requerido. No eran horas para el rock, como dijo Jorge, pero superaron el bochorno y una rotura de cuerda con nota, subrayando su queja sobre el disparate inmobiliario.
Mucho público disfrutó también a continuación de los bucles melancólicos arpegiados de Depresión Sonora. La banda de Marcos Crespo se benefició de las nubes, pero tuvo que sobreponerse a la frialdad ambiental provocada en parte por su pop gótico introspectivo que tiene un pie en los ochenta y otro en el presente.
Desde Leeds, Yard Act pusieron el contraste con su actitud festiva y ritmos angulosos, aunque me pareció que estuvieron un poco menos cargados de energía que en su visita del año pasado. En cualquier caso se beneficiaron de la calidez del público y presentaron alguna canción nueva.
Y llegamos a otra de las cimas del festival: los escoceses Mogwai –cuyo set coincidió con el de Camellos– llevan casi tres décadas de excelencia sin dar señales de agotamiento. Alternaron la parte más pop de su nuevo álbum “The Bad Fire” con joyas de su discografía como “I’m Morrison, I’m Dead”, “Hunted by a Freak” y “Remurdered”, despidiéndose con otra arrolladora entrega de su clásico “Mogwai Fear Satan”. Su irreductible compromiso con lo que hacen les sigue engrandeciendo.
La electrónica orgánica y elegante del dúo nórdico Kiasmos funcionó como continuación ideal a la majestuosa tormenta sonora de los de Glasgow. El sábado iba a continuar en esta línea, con una Kelly Lee Owens pletórica abarrotando la pista con su energética propuesta de baile. En el exterior, el dúo catalán La Élite hacían lo propio con su electro-punk sarcástico funcionando a pleno rendimiento en la gran explanada.
La electrónica delicada y bailable de Romy, con su debut “Mid Air” y en su única actuación en España este año, sería el colofón para una edición tan variada como trufada de momentos musicales memorables. Algunos de ellos, verdaderamente especiales. Misión cumplida, otra vez.
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