Despedirse en lo alto
Conciertos / Hertzainak

Despedirse en lo alto

8 / 10
Urko Ansa — 10-01-2023
Fecha — 06 enero, 2023
Sala — Mendizabala (Recinto)
Fotografía — Eider Iturriaga

Esta vez sí: el grupo que ya nos dijera adiós hace treinta años se va definitivamente y por la puerta grande. Han sido tres conciertos multitudinarios con un total de 47.000 espectadores y un éxito abrumador tanto en el BEC como en el único sitio donde podían haberse despedido: Gasteiz o el centro neurálgico de todo el movimiento contracultural de los ochenta. Ha sido un triunfo por todo lo alto y a todas luces inesperado si lo comparamos cuantitativa y cualitativamente con el que tendría que haber sido la despedida en 2019 y que se quedó en solo dos conciertos: el Kafe Antzokia y el Euskalduna bilbaínos.

Abordar todo este fenómeno desde una perspectiva crítica nos parece legítimo, incluso la que proviene del análisis que lo limita a un reencuentro nostálgico. Ese componente existe y es innegable, pero lo vivido en estos cinco shows (de los que hemos disfrutado tres) no puede explicarse solamente desde ese ángulo. Tampoco podemos obviar la crítica política o las descalificaciones de ciertos sectores que ni entendieron nada en su momento ni lo hacen ahora. Simplemente escapa de su comprensión el hecho de que se haya liado tan gorda, con el agravante de haberlo hecho en euskara.

Estos 47.000 espectadores y el ambiente que se ha vivido representan otros tantos latidos y el grito de una serie de generaciones que han experimentado tanto la pasión por el grupo como su sustrato contracultural y en última instancia también político, intencionadamente o no. La labor que ha hecho Hertzainak por el euskara es impagable se mire por donde se mire. Y todo su fundamento rompedor, ácrata y punk queda absolutamente intacto después de todos estos años. Es por ello que estos conciertos han supuesto muchísimo más que explosiones nostálgicas. Nos aventuramos a afirmar que quizás representan el grito de un pueblo que se niega a morir.

Visitar Mendizabala es un rito anual para todos los Azkeneros: aquí se celebra el Azkena Rock Festival desde su segunda edición en 2003. Es verdad que esta vez la visita ha sido en pleno invierno y que el contexto es completamente distinto. Una carpa con calefacción nos acoge desde las 20:00 horas y está abierta desde las 19:00 para quien lo desee. Por diversas circunstancias, y muy a nuestro pesar, nos perdimos el set de Jon Basaguren junto a Miren Narbaiza. Sí pudimos apreciar varias intervenciones de los bertsolaris Peru Abarrategi, Manex Agirre, Xabi Igoa, Paula Amilburu, Oihane Perea, Peru Abarrategi e Iñaki Viñaspre. La cultura vasca quedó representada así desde muchas perspectivas, tal y como ocurrió en el BEC.

Mikel Urdangarin, acompañado de Iñigo Etxezarreta de E.T.S., nos agasajó con su profuna voz en “Mendian gora Haritza” con música de Imanol y letra de Xabier Amuriza publicado en 1982 y que grabó el propio Mikel en su disco “Margolaria” en 2017. Iñaki se encargó se cantar “Badira hiru aste” de Mikel, un clásico pretérito (un cuarto de siglo cumple este año) que remató Urdangarin, para despedirse con “Zurekin batera” de E.T.S..

Siguieron el exitoso esquema de los shows del BEC, alternando bertsolaris con músicos que interpretaban tres temas cada uno. Joseba Irazoki y Ruper Ordorika arrancaron con el “Should I stay or should I go” de los Clash, en una versión en euskara más calmada del original pero lo suficientemente cargada de la personalidad de ambos. El “Gure bazterrak” de Mikel Laboa sonó vanguardista y por lo tanto fue un justo homenaje a su autor, para despedirse con “Ez da posible”, uno de los clásicos más recordados de nuestro querido Ruper.

Desde la lejanía pudimos notar un DJ y un cantante que rapeaba con muy buen gusto. Después, los arabarras Dupla, uno de los grupos del momento, también aportaron su ideario hip-hop encendiendo al público, para compartir luego un tema con Juantxo Arakama de Glaukoma, quien prosiguió en solitario con otra larga improvisación muy lograda. El mítico bertsolari Xabier Amuriza superó los problemas con el micro con grandes dosis de ingenio y empuje transgresor, homenajeando al grupo principal de la noche con unos versos fundamentalmente ocurrentes, arriesgados y totalmente fuera de cualquier convencionalismo, tal y como la situación lo exigía. Un diez para el maestro quien pese a su edad sigue siendo admirado por la juventud.

Hertzainak

Un cuarto de hora más tarde de la hora anunciada (22:15) saltan los protagonistas de la noche. Aún siendo la principal atracción, quisieron convertir el festival en una gran celebración colectiva. Una celebración del grupo, de sus inicios, de su trayectoria, del ecosistema cultural gasteiztarra y, por extensión del rock vasco y de la propia cultura de un pueblo. Estamos hablando, por lo tanto, de una fiesta por todo lo alto y planteada en los mismos términos que en el BEC hace tres semanas. Tocaron el mismo repertorio del BEC (al menos respecto al primer concierto, que es el que presenciamos) cambiando, eso sí, el orden de algunas de ellas.

Comenzaron disparados con “Hau dena aldatu nahi nuke”, con una carpa llena y muchos agobios para moverse en ella. Abrieron las puertas laterales suponemos por el calor acumulado con la calefacción, lo que llevó a soportar el frío a los sectores más cercanos al ala derecha. Una carpa impresionante que da pena desmontar, que incluía unas modestas gradas en la parte trasera y un servicio de bebidas deficiente para toda esa masa de asistentes. Es verdad que, moviéndonos un poco, había una cantidad bastante grande de servicios públicos. Y que dentro de la carpa hacía calor si no te encontrabas junto a la puerta.

Comenzaron disparados, decíamos, y plenos de confianza después de los bien preparados shows multitudinarios del BEC además de los ensayos para esta despedida, para seguir con un “Amets prefabrikatuak” que sonó de maravilla y que dejó entrever una de las mejores novedades respecto a los últimos cuatro conciertos: un Josu Zabala más participativo, rabioso y con una actitud que evocaba a la época de Hertzainak. Su voz se oyó perfectamente y niveló el protagonismo que había adquirido Gari en anteriores shows. Otro detalle: Miguel Moyano, miembro de los Maldanbera de Gari, aportó un excelente sonido de guitarra tanto en este como en muchos otros temas, incluso aportando solos propios que enriquecieron sobremanera el repertorio.

“Rock & roll batzokian” fue una auténtica celebración, acompañado de unas animaciones mágicas en la pantalla trasera y de un Josu que estaba lanzado. Otro solo de Miguel en “Oroimen txarrak” precedió a la primera descarga del disco “Salda badago”: Un “Ez dago ilusio faltsurik” legendario que levantó los ánimos para continuar con una de las pausas estratégicas de la noche, con “Egunetik egunera” y una absolutamente desgarradora “Ispiluaren aurrean”, elevada al cubo por el violín de Juantxo Zeberio y el Alos Quartet.

“No time for love” fue una de las cumbres de la noche, un grito colectivo en contra de la represión y los primeros gritos a favor de los presos políticos vascos. El Alos Quartet, acompañado como en muchos otros momentos por sección de viento, brillaron especialmente aquí. “Eutsi gogor” nos devolvió por segunda y última vez a aquel segundo elepé destrozado por el mal sonido pero con mucha sustancia, y la fiesta solo siguió subiendo en intensidad con nada menos que “Hertzainak”, cantada primero por Txanpi, luego por Gari y después por Josu. Una fiesta por todo lo alto, con toda la carpa botando y cantando en una comunión que ponía los pelos de punta.

“Larru beltzak”, un medio tiempo magistral y con una melodía mágica, nos emocionó con Zeberio y los suyos para, por fin, saltar al mítico debut con nada menos que “Sigarrilos amarillos” y “Si vis pacem, Parabellum”. La primera supuso un rugido colectivo en el que destacaron el acordeón de Josu y la guitarra de Miguel y en la segunda el mismo Miguel aportó magia con un solo de cosecha propia. El final fue absolutamente maravilloso, ya que lo alargaron ahondando en la parte final con un reggae de gusto exquisito. Uno de los más míticos y el momento cumbre de Josu hasta ahora (al menos en los cuatro conciertos anteriores, aunque ya hemos explicado que esta vez fue distinto) fue sin duda la mítica “Esaiok”. Su peculiar y emotivo timbre de voz, la melodía, la letra, el acordeón... la elevan a una de las baladas más hermosas compuestas jamás en euskara.

“Ta zer ez da berdin” supuso la enésima explosión tras las pausas estratégicas, para de nuevo pararse entre comillas con una serie de temas que quizás ralentizaron un poco la juerga que se veía venir. “Zoratzen naizela” precedió a un “Bi minutuero” con un Gari desatado en una composición redonda y la despedida por todo lo alto con la mega-balada “Aitormena”, primero en su versión pop y luego en su versión single (rock). Este fue uno de los momentos cumbre, sean cuales sean los gustos de cada uno.

Volvieron con “Guantanamera”, muy bailado y querido por los seguidores donde Miguel volvió a aportar sonido propio y “Pakean utzi arte” para deleite de los seguidores de los Hertzainak más duros. El segundo bis ahondó en lo último con un “Eh Txo!” matador donde se recordó al fallecido saxofonista Tito Aldama para despedirse por segunda vez con el divertido y antes climáticamente utópico “Arrautz bat pinu batean”, donde la Euskadi Tropical significaba algo mucho más profundo que el mero divertimento. Alargaron el tema con exquisito gusto y un ritmo absolutamente mágico comandado, como no podía ser de otra manera, con un saxo que nos recordaba de nuevo a Tito Aldama, actor fundamental del sonido de Hertzainak.

El tercer y último bis, y de paso el final con todas las letras, fue esta vez un “564” totalmente vigente. No faltó la sección de txistu y la percusión, los metales y la sección de cuerda, aunque la novedad residió en haberla dejado cantar íntegramente al público. Un final solemne para un concierto reivindicativo y musicalmente competente.

Fue, en definitiva, un festival bien planteado, montado y ejecutado. Hemos destacado la presencia de Gari y la rabia de Josu, el sonido y la innovación de Miguel, pero todo esto sería imposible sin la pegada y la inventiva de Txanpi a la batería. Solo hay que comparar los conciertos de hace tres años con estos tres últimos. Un batería seguro, original, complejo y con un carisma fuera de lo común. Y el bajo de Oier Aldekoa (componente, como Miguel, de Maldanbera) sonó aún más penetrante en el BEC: un sonidazo que impresionaba en los momentos clave de cada tema y que amplificaba sobremanera la base rítmica. Un recuerdo desde aquí al gran Kike, el guitarrista de siempre, quien por circunstancias que se nos escapan, no ha llegado a un acuerdo con los otros tres privándonos así de una despedida completa e insuperable.

Sí que habría que destacar la misma objeción que en los conciertos anteriores: las pantallas gigantes solo se utilizaron para el grupo principal, con lo cual muchos tuvimos que tirar de intuición para identificar a los artistas que actuaban. Por poner un solo ejemplo, suponíamos que Bingen Mendizabal debía estar presente, pero no podíamos asegurarlo al no distinguirlo ni mucho menos comentar nada de lo que estaba haciendo, a no ser que saliera en las pantallas. Imaginaos con los teloneros. Las pantallas laterales se vieron distorsionadas a ratos por culpa de la iluminación.

Son detalles que hemos considerado justo comentar, pero la sensación general es muy positiva. Así, las últimas palabras fueron de Josu Zabala, creador e ideólogo del grupo: “Hertzainak ginen, dena aldatu nahi genuen” (“Fuimos Hertzainak, queríamos cambiarlo todo”).

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