El neoyorquino Elliott Murphy lleva ya años afincado en París, lejos de su tierra natal, pero no por ello desconectado de sus raíces musicales. Esta proximidad europea hace que sus visitas a Euskal Herria sean relativamente frecuentes, donde le espera siempre un nutrido grupo de fieles seguidores. Muchos de ellos se dieron cita el pasado jueves 10 de abril en la sala Jimmy Jazz de Gasteiz, para presenciar un nuevo concierto del veterano músico norteamericano.
La sala lucía un aspecto notable: sin llegar al lleno total, pero con una entrada muy respetable. Tan solo cuatro minutos después de la hora anunciada, Elliott Murphy —armado con su inseparable guitarra acústica y su armónica diatónica— sube al escenario junto a su fiel compañero, el guitarrista francés Olivier Durand (quien, aviso ya, aparecerá más de una vez en esta crónica por méritos propios). Así arranca el concierto de esta noche. Dos guitarras acústicas, armónica y voz. Así suenan los primeros acordes de “Drive All Night”, que esta noche se presenta más pausada, acústica e íntima. Aun así, sigue siendo una de las mejores composiciones de Murphy, extraída de uno de sus discos más celebrados: “Just A Story From America (1977)”. Ahora sí, el resto de la banda, el percusionista Alan Fatras y la también francesa Melissa Cox al violín llegan para acompañar el resto del bolo. Bueno, más que acompañar, llevar la música de Elliott Murphy a lo más alto que se puede aspirar en un directo: atrapar a la audiencia desde el primer momento. “Granny Takes A Trip” es la segunda propuesta de la noche ya con los cuatro músicos a pleno rendimiento. El tema abre su último LP (“Infinity”, 2025”) que, no lo olvidemos, es la “excusa” para esta nueva gira de Elliott Murphy. Le sigue “Not Enough Time”, una preciosa semi-balada que podría haber sido interpretada perfectamente por Tom Waits o por el mismísimo Cohen. “Green River” arranca ya las primeras palmas y los primeros coros Murphy-público. Un tema muy “Waterboys” con el primer solo del violín de Melissa Cox y con un final donde la violinista dobla las notas que Olivier Durand arranca a su acústica con el slide. Maravilla. Esto se va repetir en varios de los temas que oiremos a continuación. No hay pausa para “Makin’It Real” también de su recién estrenado disco. Ritmo trepidante para continuar con “Land Of Nod” cantada suavemente por Elliott Murphy que se ve acompañado por las escobillas en la caja de Alan Fatras que por cierto, lleva toda la percusión con una cajón (probablemente eléctrico) y una caja. Mano izquierda baqueta, escobilla según lo pida la canción y con la derecha golpea con energía el cajón a modo de bombo y a ratos también la caja. Llamativo lo que se puede llegar a hacer con un set de percusión tan escaso. Bravo. Una preciosa intro de violín nos sumerge en “Sunlight Keeps Falling”. Al terminar, una breve pausa. Toca tomar aire. Elliott Murphy como siempre, se muestra cercano, simpático, cómplice.
Aprovecha el momento para compartir una anécdota: cuando Lou Reed quiso agradecerle a Elliott Murphy por las notas que éste escribió para el disco "The Velvet Underground Live", le dieron por error el número de la madre de Elliott, que atendió el teléfono y, al final de la llamada, le dijo: —Elliott estará muy contento, es un gran admirador suyo. Lou respondió, sin pausa ni falsa modestia: —¿Y quién no?. Todo gracias a un número mal anotado… y a una madre encantadora que atendió el teléfono en el momento justo. A continuación la alegre y vitalista “Deco Dance”, de lo más divertido de la noche, con un violín omnipresente y un solo de guitarra de Durand perfecto y una melodía silbada no tan perfecta… pero suma encanto y risas. Y a falta de sección de vientos “Alan Fatras” se anima con un solo vocal-imitación-turúta. Y lo borda. “Sonny” es un tema muy acústico, variado en dinámicas. Comienza suave, para luego animarse con las dos guitarras acústicas entrelazándose. Olivier Durand, como no podía ser de otra manera, regala un espectacular solo de guitarra (sí, otro más), antes de cerrar con un final acústico y tranquilo. Después, el grupo retoma la balada de medio tiempo con “Fix Me A Coffee”, la canción perfecta para una mañana fría de invierno con un buen café caliente... aunque no sea el caso. De todos modos, una pieza preciosa. En “Something Consequential”, inspirada según Elliott en su admirado Marvin Gaye, Melissa Cox abandona su violín por un momento y se une a la percusión con güiro y pandereta. Y, cómo no, el solo de guitarra de Durand, cargado de chorus, se lleva todos los aplausos.
Otra pausa, esta vez para interactuar con el público antes de “Baby Boomers Lament”, también de “Infinity”. En esta canción, Murphy hace una velada autocrítica a su propia generación y a las posteriores, alargada en su estribillo “(…you say you want a revolution…)”. El guiño a la complicidad del público no tarda en llegar, y la conexión es inmediata. Llega la hora de presentar a la banda y nada mejor que la dinámica country de “Alone In My Chair” que también extienden para corearla con el público. La comunión con los que estamos abajo ya es total y los comentarios de satisfacción entre la gente no cesan. Vamos intuyendo el final pero todavía tendremos más crema con “You Never Know What You’re In For” canción tipo cantautor donde Elliott recupera la armónica y mece las estrofas sobre un precioso fondo de violín. Una gozada que no pierde intensidad con los dos ultimos temas antes de los bises: Un cuasi-recitado “On Elvis Presley’s Birthday” y el medio tiempo “A Touch Of Kindness” adornado con acordes abiertos y arreglos pentatónicos a cargo, como no, de Olivier Durand que nos vuelve a regalar un solo fantástico.
Van a llegar los bises, pero sin que la banda abandone el escenario, con una ovación que no tiene fin y que solo se detiene momentáneamente para escuchar los tres temas del bis donde destacamos otro tema que interpretan del ultimo disco de Murphy, “Fetch Me Water”. En los bises, “Durand” se arma con un ukelele eléctrico, del que, por supuesto, también saca chispas. Melissa Cox, no queriendo quedarse atrás, se anima a cantar alguna estrofa. Un guiño al clásico “Twist and Shout” parece ser el broche final... pero Murphy mira su reloj, consulta con sus compañeros de escenario, y nos regalan una última píldora de su nuevo disco: “Night Surfing”. Y así, después de dos horas de auténtico disfrute, el concierto llega a su fin.
Al día siguiente repetían bolo en el Kafe Antzokia de Bilbo. Y tenía toda la pinta de que allí también ofrecerían otro gran espectáculo, haciendo las delicias del público del botxo. Al de Long Island le queda cuerda para rato. Según él mismo dijo, llevaba más de tres mil conciertos a sus espaldas en sus cincuenta años de carrera. Que sean muchos más. Lo volveremos a disfrutar, seguro.
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