Respeto ultrasónico
Conciertos / Delorean

Respeto ultrasónico

8 / 10
Guille Calleja — 11-02-2016
Fecha — 10 febrero, 2016
Sala — Teatro Arriaga Antzokia / Bilbao
Fotografía — Tom Hagen

El Teatro Arriaga fue testigo ayer de un espectáculo inusual. Obviamente, cuando se trata de Delorean y sus nuevas propuestas las expectativas siempre son altas, pero la incertidumbre acerca de su interpretación/revisión de la obra de Mikel Laboa era aún mayor. Claro, te cuentan y lees por ahí que su primer y breve acercamiento a este proyecto en 2014 en el Victoria Eugenia dejó al público boquiabierto y con ganas de mucho más. Te enteras de que se han tomado el esfuerzo de perfeccionar el repertorio y alargarlo hasta la hora y cuarta, la curiosidad se vuelve casi ansiedad.

Para cualquier músico vasco, un reto así es mayúsculo: Laboa rescató la tradición musical y poética de estas tierras y la reinventó en forma de folk inconformista, avant-garde y experimental. Fue y sigue siendo único a este respecto. Y esta es la perspectiva que la banda de Zarautz decidió explorar a la hora de afrontar este reto.

El concierto comenzó algo frío y gris, como la tarde bilbaína de febrero de la que nos refugiábamos en el patio de butacas. Con actitud de sumo respeto, se sucedían overdubs de txalaparta digital, ecos polirrítmicos marca de la casa para crear el debido ambiente deloriano y un sampleo repetitivo e hipnótico de la voz del psiquiatra donostiarra inundaba la sala. Hay señores mayores que se miran absortos y flipan como diciendo “Ah, ¿es que Ekhi no va a cantar?”

Delorean por Tom Hagen

En serio, el trabajo de corta/pega/renderiza que han hecho Delorean en su estudio es trabajo de científicos del futuro generando ondas gravitacionales. Capas y capas de ritmos sincopados, arpegiadores sintéticos a destajo para prender la llama. Igor marca la pauta desde la batería, los demás Delorean están enfrascados en los botones de sus maquinistas.  Entran bajo y guitarra y el discurso se vuelve una suerte de prog-rock de lo más espacial, la voz de Laboa se tiñe de un vocoder robótico (a él le hubiese encantado, fijo) en uno de los mayors aciertos de la velada. Las visuales proyectadas a modo de analizador de espectro sobre el fondo del escenario son sobrias, todo el protagonismo es de la música que va ganando en calor e inmediatez.

Se suceden la luz y la oscuridad con patrones de ritmo minimales y siempre a la contra. Atacan con su versión de “Bentara Noa” en otro de los momentos más intensos y contagiosos. El repertorio explora el dub binario, a ratos más pop, por momentos más psych y coquetea con el deep house al avanzar el minutero. Laboa recita, habla y canta en primer plano. En “Haika Mutil” un coro de ángeles del espacio exterior repite el estribillo sobre una maraña sónica insólita con un resultado enigmático, soberbio y absolutamente evocador, digno de un Morricone del siglo XXIV. La banda se despide sin bises, seria y respetuosa, como empezó. Y sí, el público quedó boquiabierto.

Lo siento, debes estar para publicar un comentario.

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.