La antigua iglesia reconvertida en sala de conciertos volvió a albergar música de manera casi litúrgica con la primera edición del BIMFest, iniciativa de la oficina bilbaína BIMusic Management & Booking. Un estreno de formato modesto pero ilusionante, con tres bandas del propio roster y un público que respondió con calidez, en una noche que más allá de los nombres, supo afianzar un propósito: apoyar la escena emergente local con mimo, coherencia y buen sonido.
Abrió la jornada la polifacética Lova Lois, joven artista que desdibujó los márgenes entre el recital poético y la actuación musical. Alternando versos y canciones, construyó un relato íntimo donde las rimas de corte clásico se entrelazaban con bases que abrazaban el rap, el funk o el soul, en un conjunto vibrante como su vestuario. Sus letras fueron el vehículo de una sinceridad luminosa, un mensaje de resistencia vital que caló con facilidad entre las primeras filas.
A continuación, el cuarteto Meridian desplegó una propuesta más expansiva y orientada al directo. Alejados del repertorio más sesudo de sus inicios, ofrecieron un setlist pensado para enganchar con inmediatez, basado en los nuevos temas que preparan para su próximo disco. El refuerzo de los metales —con una trompeta que añadió carácter festivo— redondeó su sonido hacia un rock vitalista. Aunque Borja tardó en entrar en calor, el bajista Raúl sostuvo el espectáculo con energía desbordante, y Asier, a pesar de sus problemas físicos, no dejó de marcar el ritmo con fuerza. Las cuerdas cobraron protagonismo en ciertos pasajes, consolidando una actuación que cumplió con creces su función.
El cierre corrió a cargo de Omago, quienes regresaban a Bilbao tras un prolongado parón. El “descanso del guerrero” ha sentado bien a la formación, que mostró una madurez sonora palpable. Su actuación, marcada por la sutileza en la ejecución y una apuesta decidida por temas en euskera, fue tan sobria como emocional. Destacaron los contrastes entre las capas eléctricas y los teclados envolventes, sobre los que se posó la voz de Aitziber, siempre evocadora. Claudio, desde los platos, dejó detalles de elegancia casi imperceptibles pero decisivos. Brillaron con sus dos recientes singles “Kontzientziaren Hitzak” y “Gure Zatiak”, y rindieron homenaje a DUT con una delicada versión de “Hor Nonbait”. Fue un broche de calidad y sensibilidad para una noche que funcionó como declaración de intenciones.
BIMFest arranca sin estridencias, pero con personalidad. Ojalá esta primera piedra sea la semilla de una cita que crezca y enraíce en el calendario cultural de Bilbao. Materia prima y convicción no les falta.
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