Que Bad Religion son unos clásicos del punk queda fuera de toda duda, pero cada nueva cita corrobora su peso e influencia en el género. Lo atestiguan casi medio siglo de carrera a sus espaldas –45 años de trayectoria convertidos en leitmotiv de su actual gira, 45 Years Doing What You Want– y una longeva producción discográfica sin apenas altibajos artísticos. Y después están la actitud, las letras combativas y, por supuesto, unos directos inflamables que siguen dando buena fe de su incombustible energía. Quizás por ello, los californianos colgaron el cartel de entradas agotadas en su cita de Barcelona, la última de siete fechas en el conjunto del estado, aglutinando a públicos heterogéneos, como toda banda icónica que ha trescendido modas y tendencias, aunque, eso sí, con predominancia del negro, las botas desgastadas y alguna que otra cresta ajena a las leyes de la física.
La jornada se desarrolló como un auténtico festival punk itinerante, estrenado con ímpetu por unos competentes Belvedere y los californianos Strung Out, quienes subieron el volumen atacando un fragmento del “Walk” de Pantera. Les siguieron los catalanes Crim, unos habituales ya de cualquier gira punk que se precie. Convertidos por derecho propio en un referente del estilo en nuestro país, tocaron con garra incluso cuando se quedaron accidentalmente sin sonido por unos instantes. Tras un set corto pero intenso, elogiaron la calidad humana de los anfitriones de la noche y lucieron camiseta del Barça en honor a los campeones de Liga. Tras ellos, tomaron las tablas como fieras Agnostic Front y su hardcore neoyorquino old school. Los pogos se intensificaron, las cervezas empezaron a volar y “Gotta Go” y su versión del “Blitzkrieg Bop” de Ramones dejaron el terreno bien allanado para el plato fuerte.
Y es que todos estábamos allí por Bad Religion. Da igual las veces que los hayamos visto en directo. Como ya viene sucediendo hace muchos años con sus discos, sabemos de antemano lo que nos ofrecerán y eso es justamente lo que queremos. Ni más ni menos. Esta vez tampoco defraudaron. La banda hizo gala desde el minuto uno de una sobria combinación de contundencia y serenidad propia de los veteranos sin nada que demostrar. Quizás esa falta absoluta de presión es uno de los factores que les permite seguir disfrutando como chavales a sus sesenta, una ilusión sin duda palpable a su paso por Barcelona y tan contagiosa como muchos de sus himnos.
Arrancaron a toda mecha con su noventera “Recipe for Hate”, disparo de salida a un setlist de 25 temas dominados, salvo excepciones como “Struck A Nerve”, por la velocidad y la adrenalina: de “You Are (the Goverment)” a “No Control”, “I Want to Conquer the World”, “Do What You Want” o “Generator”. Tampoco faltaron algunas de sus piezas más populares, como “21st Century (Digital Boy)”, toda punch y melodía, con la plaza encendida y la multitud fundida en un coro ensordecedor. "Nos gustaría que cada noche fuera sábado noche en Barcelona", dijeron. ¿Dónde hay que firmar?
Greg Graffin estuvo pletórico al micrófono, conduciendo el show con carisma y vitalidad, bien secundado al bajo por Jay Bentley -chaqueta de cuero y sombrero de ala-, Brett Gurewitz y, en especial, un Brian Baker imperturbable que lideró con aplomo la sección de guitarras. Ya en la recta final, rescataron “Sorrow”, cuya apertura bañada en ritmos jamaicanos sonó algo tibia entre tanto acelerón, y una “American Jesus” que lo puso todo patas arriba desde los primeros acordes, si es que aún quedaba algo en pie.
Mientras bandas como NOFX o Sum 41 se despiden, los californianos siguen adelante con oficio, pasión y, por supuesto, haciendo lo que les da la gana. Qué mejor manera de mantener viva su esencia y, de paso, la llama del punk rock.
Lo siento, debes estar conectado para publicar un comentario.