La isla
Comics / Mayte Alvarado

La isla

9 / 10
Judit Monferrer Barrionuevo — 20-11-2021
Empresa — Reservoir Books
Fotografía — Archivo

El océano es una fuerza de la naturaleza, un lugar común y misterioso, inalcanzable, cuya explicación es científica y aun así es como si estuviera hecho de magia. Sus aguas han sido objeto de historias, mitos y leyendas, relatos que enmarañan aún más los enigmas que se ocultan bajo las olas. Narraciones sobre sirenas y monstruos marinos, escondidos en las profundidades, y sobre piratas y bucaneros, hechos para la mar. También hablan de la salubridad del océano, que es atemporal y se come todo a su paso: los barcos hundidos, el devenir de los días, las personas y sus historias, olvidadas allí abajo, donde la luz no alcanza. Y sobre todo hablan del sonido del oleaje, salvación y perdición de aquellos que vagan, hechizados por un canto que sólo ellos pueden oír y que los arrastra hasta la orilla y más allá, al mismo corazón de un lugar que no tendría que existir pero que está allí, esperando nuestra llegada.

Precisamente la nueva novela gráfica de Mayte Alvarado gira en torno a una leyenda marítima, una según la cual una gran ola llegará un día y sumergirá a la isla –aunque no sepamos cual– y a sus habitantes a las profundidades del océano. Pero en realidad, el mito del que habla "La Isla", último largo de la autora e ilustradora extremeña, publicado por Reservoir Books, no es más que el telón de fondo de esta historia, la excusa para que conozcamos a los tres personajes principales: la joven, el loco y el perro. Así, esos cuentos de marineros moldean a los lugareños, en especial a los protagonistas, otorgándoles miedo y esperanza. Provocándoles dudas. Sus problemas se engrandecen al contemplar el mar embravecido, al ver los tonos dorados del sol hundirse en el horizonte, al sentir la espuma blanca entre los dedos del pie. Porque saben que hay más de lo que la isla puede ofrecerles, hay mucho más que el dolor por la pérdida, que la alienación o que las ataduras de nuestros errores. Hay una vida de verdad allí afuera, en algún lugar, cerca pero inalcanzable, imposible pero secretamente deseada.

Escribía Alvarado al principio de la obra que "lo que al mar le fue robado, al mar será devuelto", como una especie de pacto entre la historia y el lector, una providencia de lo que fue y lo que está por venir. Como una canción de cuna que, sin prisa, va tejiendo el devenir de los personajes y de la propia isla. Una nana a base de ilustraciones que le dan al cómic un valor mucho más sensorial que lector; son los dibujos los que crean y cambian el relato, los que nos transportan a lugares y a emociones específicas con sus paletas de colores, con su bello imaginario. El texto es sólo un acompañamiento, un añadido para dar voz a pasajes y a momentos especiales, pero podría no estar. Y así, esta metaexperiencia nos lleva consigo a un mundo particular, en medio de la nada y el océano, alejado de la realidad; a un universo poético y onírico, que puede desvanecerse con un parpadeo, casi como si formáramos parte de un sueño. Una breve fantasía que se lee –o disfruta– en un suspiro, y que nos hechiza, al igual que a los protagonistas, en su juego de realismo mágico, porque no son necesarias respuestas ni explicaciones para entender que este cómic, al igual que los mitos, alberga un poder especial.

El mar despierta en nosotros una curiosidad infinita, una que hace que queramos conocer todos sus secretos, que provoca que necesitemos comprenderlo. Pero esas ganas de entender algo tan místico y majestuoso como el océano no son más que una manifestación propia, la materialización del desconcierto que las personas tienen del mundo, y de uno mismo. La idea de algo tan cotidiano y a la vez mágico saca a relucir lo que mora dentro de los humanos: el deseo, el miedo, el dolor, la urgencia de huir. Porque el mar es eso, un puente entre la vida que tenemos y la que queremos, una vía de escape, la frontera que separa el pasado del futuro y que aleja un país de otro. Un lugar de tempestad y penuria, pero también de paz y esperanza, que aguarda para que lo crucemos con los brazos abiertos, dispuestos a enfrentarnos a sus misterios y, de paso, a los nuestros.

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