El violeta

No es tema fácil, y mucho menos afrontarlo en formato de novela gráfica sin caer en lo resultón o panfletario. Y es que estamos hablando de un volumen que se concentra en la situación de los homosexuales durante el franquismo y en el hecho de tener que casarse para que esto les sirviera como tapadera y no acabar ¡en un campo de concentración! Tan crudo como real. Complicado también no caer en argumentos que hoy se podrían interpretar como políticos, aunque servidor tiene la impresión de que a menudo demasiados personajillos se sustentan en adjetivos como este para no tratar algo que más allá de cualquier cosa es un derecho fundamental del ser humano. Pero si no lo han hecho sus autores, no seré yo el que aproveche la coyuntura para hacer alarde de mis ideas. Porque este curioso trío se ha limitado, y no es poco, a reflejar una realidad tan lejana –hablamos de los años cincuenta y posteriores– como desafortunadamente cercana. Juan Sepúlveda traza un guion firme, sin fisuras, sin embalajes. Directo al grano y hasta cierto punto muy cinematográfico, algo en lo que el soporte de Antonio Mercero tiene mucho que ver. Y Marina Cochet da con su dibujo, pero sobre todo con su espectacular manera de tratar el color, el dinamismo e impacto definitivo para que el lector sea incapaz de pasar por la obra de manera neutral. Tan fascinante como, si se me permite, terrorífico en su naturaleza. Ya me dirán, como si no, puede calificarse que aquellas personas fueran calificadas de peligro social. Como decía mi abuela, cree el ladrón…