El uruguayo Alberto Breccia, fallecido en 1993, no es un historietista cualquiera para la historia del cómic. Desarrollando toda su carrera en Argentina, Breccia quiso y consiguió evolucionar la novela gráfica con una obra extensísima que como diría el pintor Enrique Lipszyc: “es una creación; juega con el colorido y la textura de la línea”. Eso hace que no sea un ilustrador fácil. Su deformación y simplificación del trazo convierte cada una de sus viñetas en auténticos lienzos, muchos de ellos recuperados ahora en estos dos volúmenes publicados casi al unísono en diferentes editoriales.
Evidentemente, basta con ver sus títulos para saber qué nos encontraremos dentro de estos dos tomos que forman parte de la historia de un autor único. Aunque no del todo. Porque en el dedicado a “Drácula” de Bram Stoker, publicada originalmente en 1985 reinventa a personaje con una interpretación muy particular de sus diferentes rasgos. Mucho más fieles a los originales son los cinco relatos que dan forma al volumen dedicado a las obras de Edgard Allan Poe, en este caso también originales de los años ochenta. Aunque la clave, insisto, está en la imagen. Esta te atrapa o te deja irte, pero no entiende de indiferencia. Si eres capaz de conectar con ellas caerás rendido a su arte, mientras que si no, es probable que, aunque reconociendo su valor, puedas acabar considerándolo un intento evolutivo fallido de un género. No es mi caso. Servidor está más cerca de embelesarse con sus detalles que de lo segundo, y esa es la mejor manera de sacarle partido a dos obras capitales del cómic del siglo XX.
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