Love Death & Robots (temporada 3)
Cine - Series / Tim Miller Y David Fincher

Love Death & Robots (temporada 3)

8 / 10
Luis M. Maínez — 31-05-2022
Empresa — Netflix
Fotografía — Cartel de la Película

Lo de siempre y lo nuevo. El título de “Love, Death & Robots” siempre me recuerda al de aquel libro de Mario Benedetti “El amor, las mujeres y la vida”, uno de los primeros que compré siendo un preadolescente que no sabía nada de ninguna de esas tres cosas. Sobre el amor sigo sin saber nada, y sobre la muerte y los robots solo sé que no me gusta ninguno, ni siquiera sé cuál me gusta menos de los dos.

El naming, el título de la serie, tiene algo de microrrelato, de historia de la humanidad en veinte caracteres. La condensación de la historia, la relación de la narración contra lo inevitable, es una constante en una serie brillante en la que cuesta enhebrar constantes a lo largo de sus episodios. Si acaso, que el amor y la muerte parecen fases primigenias de nuestra relación con las máquinas, con lo sobrenatural –literalmente– antes de que estos nos derroten por completo.

¿Por completo? ¡No! Un grupo de humanos resisten al empuje de lo sobrenatural. Es en estos momentos donde la serie encuentra lugares de luz, rendijas para la esperanza, un futuro posible para nosotros cuando todo parezca terminar.

En esta temporada tercera de “Love, Death & Robots” (la serie se compone de episodios individuales de unos diez o quince minutos, independientes entre sí, y desarrollados por un equipo de animación diferente cada vez) vale la pena poner el foco en dos joyas del audiovisual, precisamente donde el concepto de robot es más ambiguo, donde se equipara a lo que no es humano. Otra vez lo viejo y lo nuevo.

El episodio titulado “Mal viaje”, dirigido por un “joven aspirante” llamado David Fincher –también uno de los productores de la serie– nos sitúa en un barco en mitad de la noche, a algo más de una jornada de tomar tierra, en un tiempo de fantasía que imita el pasado, juraría que en el siglo XIX, pero donde habita lo mágico. Este ejercicio de animación vanguardista y narración clásica es un relato enorme sobre el valor y la condición humana. Un imprescindible de la pequeña pantalla de los últimos tiempos.

El otro hallazgo es el de la estrella consagrada Alberto Mielgo –quien ya dirigió “El testigo”, en la primera temporada–. El español, recién galardonado con el Óscar a Mejor Corto de Animación, escribe y dirige esta maravilla visual, un prodigio técnico y el sueño húmedo de los que, cuando jugábamos a videojuegos, queríamos que las animaciones narrativas siguieran para siempre y poder soltar el mando. Eso, unido a un sentido del movimiento, de amor por el cine y de lirismo bien entendido nos brinda uno de los momentos del año en el audiovisual. Uno acaba tan golpeado por el sentido de “Jíbaro” que, sea su interpretación social (en clave poscolonial) o personal, la sensación de haber asistido a algo grande es indeleble.

“Love Death & Robots” mantiene el buen tono que la caracteriza esta nueva temporada recién estrenada, confirma la buena racha de Netflix en los últimos meses y nos presenta lo de siempre y lo nuevo en el gremio y, quizá, de la humanidad.

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