"La Singla" es una oda al torrencial poder de la música y también una reivindicación de la memoria colectiva. El tercer documental de Paloma Zapata (Murcia, 1979), tras "Casamance. La banda sonora de un viaje" (2016), en el que detallaba el periplo africano de DePedro, y "Peret. Yo soy la rumba" (2018), reconstruye la historia de Antonia Singla (Barcelona, 1948), bailaora criada en las chabolas del desaparecido barrio del Somorrostro, en la playa de la Barceloneta, cuya sordera no le impidió somatizar el arte jondo hasta su último poro y actuar delante de Dalí, Marcel Duchamp, Paco Rabal o Antonio Gades en diversos tablaos durante la década de los sesenta, convirtiéndose en uno de los vendavales escénicos más notorios del flamenco de la época.
Era considerada la heredera natural de Remedios Amaya, apareció en la película "Los Tarantos" (Francisco-Rovira Veleta, 1962) y llegó a girar por Alemania, Austria o Francia. Luego, desapareció del mapa. Como si la tierra se la hubiera tragado. Se desmarcó por completo de los escenarios, en gran medida a causa de un padre explotador, que ejerció como su manager y abusó de ella.
Zapata se sirve de una joven actriz, en realidad la bailaora Helena Kaittani, para que ejerza como una suerte de alter ego (es seudoficción) en la búsqueda, prácticamente detectivesca, de la artista desaparecida. La reconstrucción de su fascinante historia – incluso para un absoluto profano en cuestiones flamencas, impresiona verla en acción – depara un trabajo de investigación que ilumina, con abundante material de archivo y un ejemplar afán restaurador, sin sensacionalismos ni sentimentalismos de tres al cuarto, las sombras de tan fugaz estrella, al tiempo que recupera una parte de esa historia compartida de la ciudad (aquella barriada gitana que hoy en día es como un atrezzo para turistas sedientos de sol y sangría), que se resiste a quedar sepultada bajo el olvido.
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