Elige o muere
Cine - Series / Toby Meakins

Elige o muere

4 / 10
Daniel Grandes — 09-05-2022
Empresa — Netflix

Estando sumergidos en la que muchos consideran la primera gran crisis de la plataforma, no me sería complicado convertir esta crítica en un reproche colérico al sistema de producción de Netflix, siendo “Elige o muere” poco más que un síntoma de un catálogo que siempre prioriza el más al mejor. Pero tampoco me parece justo abordar la película de Toby Meakins como un efecto secundario de un mastodóntico mecanismo capitalista, por mucho que vea en ella una naturaleza formulaica y algorítmica. Todo es como uno se esperaría que fuera, reforzando la comodidad de lo rutinario y conocido que los productos de Netflix defienden a capa y espada pero, al mismo tiempo, desactivando aquello que hace al terror lo que es. ¿Hay lugar para un cine de género en la era del algoritmo que no se presente a sí mismo como glitch?

“Elige o muere” puede llamar fácilmente la atención por una premisa que podría mirar de reojo a la narrativa del creepypasta, concretamente a esos relacionados con la experiencia bizarra con un videojuego perdido y corrupto, como podrían ser Sonic.exe o el cartucho maldito de Zelda. También resulta sugerente ese primer contacto con la aventura gráfica primigenia, donde el texto era más que suficiente para dar el pistoletazo de salida a la odisea interactiva. Sin embargo, toda esta brillantez se desvanece sorprendentemente rápido, pues la estética escogida por Meakins desactiva toda esta naturaleza profundamente ligada a la crudeza y falta de nitidez del espacio cibernético (con la que sí empatizan a la perfección propuestas que juegan con las mismas cartas como “We Are All Going To The World’s Fair”). En el momento en el que el hiperbólico neón policromado inunda el fotograma, la película sacrifica toda su singularidad visual, adhiriéndose a la masticada propuesta fotográfica que tan efectiva resultó para los slashers de la Blumhouse pero de la que la propia Blumhouse ha ido renunciando con el tiempo.

El juego de confusión ontológica al que la cinta podría aspirar (lo que ocurre en el videojuego ocurre en la realidad y lo que ocurre en la realidad ocurre en el videojuego) ni siquiera se llega a sacar del cartucho, haciendo que el transcurso de las diferentes pantallas no sólo sea previsible y nada adrenalínico, sino también confuso, tramposo y desesperante. Las diferentes coreografías ligadas al slasher se activan sin mayor justificación que la de existir, queriéndose vincular siempre a una vertiente traumática de los personajes que acaba desembocando en lo forzado y artificioso (hay un personaje que literalmente aún no sé quién es). La puesta en escena más arraigada al lenguaje digital se despliega siempre desde una traducción inverosímil y mayormente paródica mientras que la que apunta a lo melancólico peca de difusa o forzada (¡¿llamáis a Robert Englund para que haga de Robert Englund para esto?!), cayendo así el interés en tierra de nadie.

Sufro siempre que me toca ser negativo con una película porque –a diferencia de la imagen que se suele tener del crítico cultural, si es que puedo señalarme yo como tal siquiera…– si veo cine es para disfrutarlo; para el malestar ya tenemos otras muchísimas imágenes. Sin embargo, sí considero que hay algo de necesario en señalar la falta de frescura que propuestas como “Elige o muere” presentan. Quizás es momento de que Netflix acepte que hay vida para el género más allá de la tecnología distópica a lo “Black Mirror” o del coming of age con toques de fantasía nostálgica y comedia blanda (amo a Asa Butterfield, pero la vertiente de “friendzoneado” de su personaje chirría un poco ya…) a lo “Stranger Things”. Nos queda el consuelo de que siempre tendremos a James Wan.

 

Lo siento, debes estar para publicar un comentario.

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.