El teléfono del señor Harrigan
Cine - Series / John Lee Hancock

El teléfono del señor Harrigan

6 / 10
Fran González — 12-10-2022
Empresa — Netflix

No es la primera vez que comprobamos lo bien que marida la tecnología con el terror, pues numerosos antecedentes en el género nos han terminado convenciendo de mirar con recelo a esos dispositivos que brillan, parpadean, pitan y nos roban nuestro tiempo sin apenas darnos cuenta. Si bien Stephen King no nos presenta una historia de terror al uso, en todo el subtexto de “El teléfono del señor Harrigan” existe una pertinaz pátina de tensión y suspense que, aunque tardíamente, termina por eclosionar y transformar un relato costumbrista (y hasta entrañable) en una de esas narraciones paranormales que, una vez más, vuelve a poner en la parrilla el abc del maestro del terror: jovencitos con mucho mundo interior, un pueblo de miras profundas y lleno de cafres y abusones, y fenómenos paranormales de difícil explicación racional.

La historia, ambientada en el año 2003, es contada bajo la perspectiva de Craig (Jaeden Martell, a quien ya viéramos meterse en la piel de otro ilustre personaje de Stephen King en “It”), un muchacho convencido de atraer la desgracia tras la repentina muerte de su madre y condenado a mantener esta creencia para sí hasta que conoce al susodicho señor Harrigan (Donald Sutherland), un excéntrico y adinerado anciano que contratará los servicios del joven –en calidad de chico para todo– para realizar puntualmente tareas en su hogar y ofrecerle su compañía. En el peculiar hábito de leerle en voz alta clásicos de la literatura más tradicional, Craig y Harrigan desarrollarán una intimidad mutua que se traducirá en términos de amistad y lecciones de vida para el muchacho, hasta que, en plena efervescencia tecnológica, aterrizan los iPhones en el día a día de los protagonistas. 

Aunque en algún momento podamos llegar incluso a creer que todo parece una campaña corporativa de Apple a gran escala, con Craig convertido en dependiente improvisado de una Apple Store enseñando al anciano a manejarse con su flamante nuevo teléfono, el lado ludita y crítico del señor Harrigan aflora y nos dejará uno de los momentos más reseñables de la película por medio de una reflexión de lo más vigente sobre la gratuidad de los medios en Internet, la precisión del contenido que queremos ver cuando aún el término “algoritmo” estaba en pañales, o la ya incipiente idea del malintencionado uso que terceros podrían darle a estas herramientas para generar a su favor las llamadas “fake news”. Desafortunadamente, esta cara de la trama se queda a medio camino de darnos una lección y termina siendo tan solo una pincelada dentro del mar de despropósitos sobrenaturales que acontecerán a posteriori.

No estaríamos hablando de un relato de Stephen King si éste no pasase de la nada a ofrecernos una notable cantidad de acontecimientos impactantes y tétricos, pues la imaginación de su artífice, pasada por el filtro del cineasta John Lee Hancock, vuela en formato circular y en clave coming of age desde una velada crítica a la tecnología y su poder de dominación hasta introducirnos de pleno en una historia de fantasmas vengativos y poderes ocultos conducidos por la ira y el rencor. Una vez más, todos los recursos de King expuestos en línea sucesoria, capaces de entretenernos pero con una inevitable sensación de haber podido ofrecernos mucho más con los andamios esbozados.


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