El rapto
Cine - Series / Marco Bellocchio

El rapto

9 / 10
J. Picatoste Verdejo — 13-01-2024
Empresa — Kavac Film, IBC Movie, Ad Vitam Production, Match Factory Productions, RAI Cinema
Fotografía — Cartel de la película

La primera sorpresa que depara “El rapto” –en el caso de que no se sepa nada de ella antes de verla– radica en el hecho de que se ocupa de una historia real por la que también se ha interesado Steven Spielberg para un proyecto todavía no realizado, “The Kidnapping Of Edgardo Mortara”. Una vez vista la versión de Bellocchio, lo mejor que se puede aconsejar a nuestro respetado Steven es que dedique el tiempo a otros menesteres, ya que ya no es necesaria su contribución al asunto Mortara. Nada de lo que haga podrá superar en intensidad a este inmenso “El rapto”. Cualquier cosa que intente sabrá a poco.

La historia de “El rapto” es brutal –el secuestro impune de un niño judío por parte de la omnipotente Iglesia católica de la Italia del siglo XIX, debido a que el crío fue bautizado (furtivamente y con nocturnidad) por una criada devota– y así la trata el veteranísimo director italiano. Con brío, con fuerza, con un sentido cinematográfico incuestionable de acción continua. Un vendaval que te arrolla, un drama lacerante, de efectos devastadores, sobre el poder y la injusticia que provoca en el incrédulo espectador impotencia y rabia.

Bellocchio narra sin cortapisas. Recuerda a otro cineasta comprometido de la misma generación –seis años les separan–, el griego Costa-Gavras: no les importa que se note de qué pie cojean. No están para sutilezas. Y si en otras ocasiones, hemos reprochado al cineasta cierto error de cálculo en el tono (como en la, por otra parte, notable El traidor), aquí Bellocchio se acoge, inteligentemente, a los sueños pesadillescos del perpetrador de la infamia, el Papa Pío IX, para dar rienda suelta tanto a su humor más vengativo como a su registro más travieso y juguetón, los cuales hubieran chirriado en medio de la gravedad general, pero que encuentran perfecto acomodo en el contexto de los prietos y asfixiantes brazos de Morfeo en torno a un Pío IX, que, encarnado con diabólica entrega por Paolo Pierobon, se erige en un malvado de antología.

 

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