Doctor Portuondo
Cine - Series / Carlo Padial

Doctor Portuondo

8 / 10
Daniel Grandes — 06-11-2021
Empresa — Filmin

Sin psicoanálisis no hay cine. Nos basta con recuperar a Syd Field, autor de uno de los manuales de guion más influyentes, quien aseguraba que toda historia concentra siempre dos tramas: la temática, aquella siempre visible y consciente (el qué se hace); y la dramática, aquella implícita y muy a menudo inconsciente en un inicio (el por qué se hace). También podemos acercarnos a algunos filósofos contemporáneos como Slavoj Zizek, quien ha conseguido diseccionar a figuras ya esenciales de la cultura pop como Hitchcock o Lynch desde el pensamiento lacaniano. De hecho pensadores como Walter Benjamin iban un poco más lejos, afirmando que sin cine nuestra sociedad estaría aún más alejada del psicoanálisis. “El cine ha enriquecido nuestro mundo perceptivo con métodos que de hecho se explicarían por los de la teoría freudiana. Un lapsus en la conversación pasaba hace cincuenta años más o menos desapercibido”, decía.

Lo rompedor en “Doctor Portuondo”, la primera serie original de Filmin, no es que Carlo Padial decida poner el foco sobre la paranoia psicoanalítica, al fin y al cabo no ha habido fotograma en la historia del cine que no se haya impregnado de ella. Tampoco lo es que, siendo consciente de todo esto, plantee como sinónimos al cinéfilo y al neurótico, al artista y al esquizofrénico. La esencia de lo último de Padial es cómo lo freudiano sublema a lo narrativo, cómo la serie articula una historia sin trama temática, pero desbordante de trama dramática (un agua que se derrama sobre ningún recipiente). “Doctor Portuondo” es una crítica a una película que no existe, un análisis desarrollado sobre la ausencia de historia, un porqué antes que un qué. Es, en definitiva, una vida en fuera de campo (¿no es esto el psicoanálisis, al fin y al cabo?).

No hay nada que Carlo Padial disfrute más que el sinsentido. Nos basta con recuperar sus anteriores trabajos para darnos cuenta de que la historia sobre la imposibilidad de construir una historia es un arquetipo fundamental en la filmografía del “DJ de rap barcelonés”. Lo fascinante en este caso es cómo el cineasta se desprende de la vertiente metalingüística, señalando ahora a la vida misma como esa autoficción ("tengo un problema con la fantasía") que cada uno de nosotros tenemos la responsabilidad de ir construir. Una vida en fuera de campo, de nuevo. Porque no hay mejor lugar para la mentira que el fuera de campo. Nuestro protagonista, un magistral Nacho Sánchez que consigue captar a la perfección hasta la mímica de Padial, se induce a sí mismo en una odisea injustificada, sin inicio ni final, autoconvenciéndose de que su historia merece ser estudiada cuando ni siquiera parece haber empezado a escribirse aún o que, si lo ha hecho, se ha redactado sobre el mito.

¿Qué hay de verdad y qué hay de mentira en “Doctor Portuondo”? Dudo que este sea el juego que nos propone la serie. Al fin y al cabo describirse a sí misma como “una investigación en la que el culpable eres siempre tú” me parece una declaración suficientemente firme como para centrar la atención en otra parte. De hecho los mejores momentos de lo último de Padial nacen justamente cuando el plano se abre, cuando el solipsismo muere, y la primera persona se deja de conjugar. Es un paseo más que reconfortante el de ir conociendo a estos personajes secundarios, cuyo comicidad caótica les vincula inevitablemente al universo Venga Monjas (la presencia de Carlos de Diego en la escritura del guion y de algunos de los personajes de “Da Suisa” en pantalla no hace más que propiciar estas sinergias). Pero lo son más aún esos instantes donde el ego se desactiva, se obedece a ese “¡no intelectualices!” que tanto repite Portuondo, y se reivindica el lado humanista del conflicto (por eso me parece tan emotivo y preciso el episodio cinco, para mí el mejor de la serie).

Algunos se preguntarán dónde está la comedia aquí, al igual que muchos se lo preguntaron durante ese oscuro y decadente descenso a los infiernos creativos que fue “Mi loco Erasmus”. Creo que Padial entiende la comedia en “Doctor Portuondo” de la misma forma en la que lo hacía Cassavetes cuando describía su “Husbands” como “una comedia sobre la vida, la muerte y la libertad”. El gag está al servicio del existencialismo contemporáneo, y no al revés. Porque es difícil reír cuando te toca mirarte al espejo, pero no imposible. Quizás reír es lo único que podemos (intentar) hacer cuando la realidad es tan convulsa que no parece diferenciar entre “Dogs Days Are Over” de Florence + The Machine y “There’s Always A Tomorrow” de Douglas Sirk. Porque si algo consigue “Doctor Portuondo” es materializar el miedo a nuestro ahora gritando tenue pero sinceramente que la vida es aquello que pasa mientras estás en terapia.

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