Licorice Pizza
Cine - Series / Paul Thomas Anderson

Licorice Pizza

8 / 10
J. Picatoste Verdejo — 11-02-2022
Empresa — Metro-Goldwyn-Mayer (MGM)
Fotografía — Cartel de la película

Si en “Boogie Nights” Paul Thomas Anderson se interesaba por los márgenes de la industria del séptimo arte y dirigía su mirada al cine pornográfico, en “Licorice Pizza” se fija en quienes se hallan en las lindes de una comunidad dedicada al espectáculo. Anderson, que aborda por primera vez en su filmografía una historia de amor adolescente, sitúa como protagonistas a un actor juvenil reconvertido en precoz empresario y una veinteañera errática en busca de un futuro que se le escapa.

El film es el retrato de una época y un lugar en el que el arte de la interpretación está al orden del día tanto en el seno de la industria como fuera. La dificultad de ser uno mismo y encontrar el camino adecuado se revelan como los temas de esta producción en la que emerge como personaje estrella la figura femenina, encarnada con buena nota por Alana Haim –también de la conocida banda de pop rock Haim–, que transmite la vulnerabilidad de alguien (llamada como ella) con aparente fachada de cemento. Haim debuta en cine –junto a su familia–, y aporta una matizada gravedad en contraste con el espíritu juvenil e inconsciente del partenaire masculino, otro feliz debut, el de Cooper Hoffman (hijo de Phlip Seymour).

"Licorice Pizza” tiene una estructura episódica que va añadiendo capas de grosor y amplifica el alcance del retrato de la sociedad californiana de los años setenta, punteada por la participación de actores invitados. Se parte del cine (con Sean Penn), se sigue con el sexo y el famoseo (con Bradley Cooper en la piel de Jon Peters, célebre peluquero y productor emparejado con Barbra Streisand) y se acaba con la política (con Benny Safdie). Aunque no todos los episodios gozan de la misma fluidez –en especial el denso y brumoso fragmento con Penn–, Anderson muestra un cariño especial en el retrato de la California de su infancia con un humor irónico pero nunca cínico, elegantes movimientos de cámara –incluidos planos secuencia marca de la casa– y una fotografía bellísima y nostálgica que ofrece instantáneas para el recuerdo.

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