Diez motivos para ver ‘Watchmen’ más allá de sus 11 Emmys
Especiales / Damon Lindelof

Diez motivos para ver ‘Watchmen’ más allá de sus 11 Emmys

Luis M. Maínez — 05-10-2020
Empresa — HBO
Fotografía — Archivo

“Watchmen”, la serie de Damon Lindelof que actualiza el mítico cómic de Alan Moore y Dave Gibbons, del mismo nombre, ha triunfado en los últimos premios Emmy, acumulando hasta once de los galardones, incluidos Mejor Miniserie, Mejor Actriz Principal (Regina King) y Mejor Actor Secundario (Yahya Abdul-Mateen II) y Mejor Guión para Lindelof y Cord Jefferson.

Los once premios Emmy deberían ser suficiente para que aquellos que todavía no se hayan acercado a una de las mejores series del año se decidieran. Pero, como es habitual, quedarán algunos renegados. Para ellos, y para todos, seleccionamos diez motivos para ver “Watchmen”.

1. El declive de una manera de entender el mundo

Y es que “Watchmen” nos muestra una manera de ver el mundo que ha suplantado a la anterior. El siglo XX será recordado como el canto del cisne del mundo del ayer, con sus defectos y virtudes, y la puerta que dio paso al posmoderno y surrealista mundo de hoy en día. Y lo hace con una carga política que engrandece la narración sin monopolizarla. “Watchmen” es una mirada a uno de los posibles futuros que vendrán, también con sus luces y sus sombras. Un futuro que con sus claroscuros viene de un trauma tan brutal para la humanidad como el darse cuenta de que un Dios existe y que el miedo puede ser más doloroso que la indiferencia.

La serie “Watchmen” está libremente inspirada en el cómic de Alan Moore y Dave Gibbons para continuarla. El mundo hostil y oscuro, de carne y hueso, con su correspondiente podredumbre evoluciona a un mundo más limpio en apariencia pero dominado por el terror más frío y desolador. Un mundo en el que aquellos que llevaban máscara lo hacían por algún tipo de trauma.

2. Un nuevo modo de concebir a la policía

Anticipándose meses a las protestas contra la policía en los Estados Unidos por el caso George Floyd que desataron manifestaciones en todo el país y supusieron la defenestración y el linchamiento público del agente de policía que acabó con la vida de Floyd; anticipándose meses a los controles policiales que el Gobierno Español ha impuesto por todo el país con motivo del Covid-19, con videos de policías persiguiendo a ciudadanos para que cumplan con las medidas de restricción de las libertades y de confinamiento más duras del mundo impuestas durante el Estado de Alarma, “Watchmen” alumbra una sociedad en la que la policía ya no tiene un monopolio de la violencia sin control, tal y cómo sucede ahora en la mayoría de los países del mundo.

“Watchmen”, como todas las grandes ficciones, sabe adelantarse a las condiciones sociales y culturales de su tiempo y nos hace imaginar un mundo en el cual la policía tiene que preguntar y pedir permiso antes de intervenir. Unos Estados Unidos en los que los cuerpos de seguridad del Estado no pueden ejercer la violencia contra los ciudadanos de manera indiscriminada.

3. El conflicto racial en “Watchmen”

“Watchmen” también imagina un mundo donde el Séptimo de Kaballería, una organización asesina y ultrarracista heredera del Klu Klux Klan, ataca y atemoriza a la población de raza negra de Oklahoma. El conflicto racial que muestra “Watchmen” está lleno de grises. Ángela Abar, la protagonista, policía encubierta de noche y pastelera de día, no representa el típico perfil de policía varón WASP que habituamos a ver en las películas norteamericanas. La Kaballería es un grupo disidente apoyado por las altas esferas que está buscando restablecer el antiguo orden, uno en el que los afroamericanos estén tan sometidos como en la matanza de Tulsa que sirve para comenzar la serie.

El proceso de extrañamiento que provoca el analizar el conflicto racista no de manera sistémica (los blancos tienen el poder y los negros viven marginados) sino de manera, valga la redundancia, racista, es revelador. El odio endémico de ciertos sectores por sus conciudadanos responde más a cuestiones raciales que de otro tipo. El apoyo del poder y la infiltración de miembros de la Kaballería en la sociedad nos sirve para darnos cuenta de que toda ficción se apoya en la realidad.

4. Símbolos y estética

Watchmen” es una serie con una fuerte carga sociopolítica, sí. Sin embargo, seríamos muy obtusos si no supiéramos apreciar el excelente trabajo visual y simbólico que desarrolla. Empezando por el maletín que Laurie guarda y que desprende un intenso brillo azul; la cabina telefónica que Laurie visita antes de sacar el mentado maletín; los ya famosos calamares que caen del cielo; el Reloj del Milenio, diseñado por Lady Trieu, una máquina que denota el gusto de Lindelof por la ciencia ficción “de artefacto” y que será fundamental (también visualmente, sí) en el desarrollo de la serie o el espectacular mundo en el que vive Adrian Veidt y todo lo que sucede allí. Todo ello y más con una producción brutal a las espaldas. Y es que, a pesar de la fuerza del guión y de la brillantez de su precisión, “Watchmen” no pasaría de un intento digno de no ser por su poderío visual y simbólico.

5. Jeremy Irons

Vale que el personaje de Veidt es icónico, uno de los más complejos de la ficción de finales de siglo XX, pero es que el papelón de Jeremy Irons en “Watchmen” junto con el trabajo que ha llevado a cabo con el equipo de guionistas y con Lindelof nos ha dejado algunas de las mejores escenas de la Mejor Miniserie del Año. La combinación entre asco, incomprensión, soberbia y hastío que transmite Irons en su interpretación en la luna Europa es uno de los main events de la serie. Las escenas junto a sus creaciones, que van desde el mismo momento de darles vida hasta el juicio al que se ve sometido, forman parte de los mejores momentums que pudieron verse a nivel estético y conceptual en el último año. Por eso “Watchmen” ha ganado once Emmys. Jeremy Irons se va con las manos vacías pero dejando tras de sí una interpretación memorable, no por conmovedora sino por real. Es habitual ver a intérpretes dar su mejor versión cuando conectan con un personaje que pasa por momentos duros a nivel personal. Es más complicado ver a actores o actrices desarrollar con firmeza y convicción el papel de alguien soberbio y calculador, brillante sin llegar a la demencia y a la excentricidad. Jeremy Irons nos ofrece uno de sus mejores trabajos. Otro motivo fuera de lo conceptual para que te vuelvas loco con “Watchmen”.

6. Damon Lindelof (maestro del tiempo narrativo) es mucho más que “Lost”

Si “Lost” ya fue la gran obra maestra de la década anterior en lo que a tiempo y narración (Hola, Ricoeur) se refiere, “Watchmen” no se queda demasiado atrás. Bien es verdad que el tiempo aparece de forma más tradicional y menos enrevesada a pesar de las diferentes líneas temporales imprescindibles para construir el puzzle que Lindelof ha desarrollado entre Vietnam, Oklahoma y el espacio exterior. Sin embargo, la aparición de Joe Osterman, Dr. Manhattan, lo trastoca todo. Como comentamos otra vez en este mismo articulo ¿qué pasa cuando, para un personaje, todos los tiempos son el mismo tiempo? La respuesta está en quien mueve el péndulo que marca el tic tac. En este caso Lindelof vuelve a fabricar la llave que encaja con la cerradura de la serie. “Watchmen”, así, no solo crece ampliando el diámetro de la tarta, sino que lo hace sumándole pisos como si del pastel de boda de la hija de un mafioso se tratara. Agrandando el universo hasta hacerlo inconmensurable.

7. ¡Respeto para los (super)héroes!

Cuando el “Watchmen” original vio la luz, el mundo de los superhéroes estaba encadenado (y desencadenado a su vez) a las páginas de los cómics, con alguna excepción puntual como las películas clásicas de “Superman”. Cuando la serie de “Watchmen” ve la luz, los superhéroes son los protagonistas absolutos de los grandes éxitos de cine desde hace casi una década, un fenómeno que cada vez se traslada más a las series (aunque bien es verdad que las series intentan dar una vuelta de tuerca al fenómeno superheroico). Sin embargo ninguna como “Watchmen” para pedir respeto a las obras que vienen del cómic o la novela gráfica, normalmente vilipendiadas como producto de la cultura de masas de baja calidad, rendidas a las espectacularidad mal entendida como un fuego artificial tras otro. “Watchmen” es espectacular, en otro sentido. Hay más peso y narrativa en la única trama de Dr. Manhattan que en los tres (buenísimos) “Batman” de Nolan o en la revisión (no tan buena) de Zack Snyder del Universo DC. Al contrario de lo que podría parecer, “Watchmen” es mucho más respetuosa con los superhéroes como concepto y representación de lo que son algunas de las películas que hemos visto en los últimos años Disney mediante. Tomarse en serio el género (o la estética del género) es lo que ha hecho Lindelof en “Watchmen”: atraer a un público que puede decir “de entrada NO” a nada que tenga que ver con los vigilantes encapuchados, sean superhéroes o no.

8. La verdad de las mentiras

En el famoso ensayo de Vargas Llosa que lleva el mismo nombre que este apartado, el Nobel peruano reflexionaba acerca de la ficción y cómo, en muchas ocasiones, ésta representaba de manera más exacta la realidad que la misma realidad. Con “Watchmen” pasa lo mismo que ha pasado con la ciencia ficción y las distopías tantas veces: ni el mejor y más certero documental consigue reflejar con la precisión de “Watchmen” el clima político que se vive en los Estados Unidos.

En esta mentira (¿son mentira las ficciones?) que son los Estados Unidos de “Watchmen” está, para quien lo quiera tomar, el reflejo de lo que vive latente en el pueblo norteamericano. Si los cómics originales ponían el foco en la sociedad del final de la Guerra Fría, la adaptación televisiva de Lindelof hace lo mismo con la del último cambio de década. Nombren una ficción de los últimos años que haya puesto a Norteamérica frente a su espejo con la misma intensidad que “Watchmen”. No la hay. Sin mencionar a Trump ni a Obama ni al BLM, sino con un presidente progresista ad eternum como es Robert Redford la serie es el revés del espejo. He aquí otra de las victorias de Lindelof.

9. Dios, el determinismo y Jon Osterman

Jon Osterman, también conocido como Dr. Manhattan, es una representación perfecta de la espiritualidad sobre la que Lindelof ha construido su carrera como guionista y showrunner de la misma manera que lo fueron Jacob y el Humo Negro en “Lost”. En este caso, somos testigos de cómo alguien omnipotente termina por volverse frío y insensible ante lo que le rodea. ¿Las cosas pasan como tienen que pasar y no de ninguna otra forma, tal y cómo decía Morfeo en “Matrix”? ¿Depende todo de los designios de un Dios para el que todos los tiempos son el mismo tiempo? Sí y no. En esa encrucijada se mueve la serie de “Watchmen”, y esa encrucijada es uno de los mayores aciertos de esta adaptación, ya que el original no llegaba a explorar a nivel emocional lo que ocurre cuando un Dios lleva años creando mundos en planetas y satélites. Lo que pasa es que un Dios sin emociones es incapaz de crear un mundo completo. También vemos lo que pasa cuando un Dios hace de rector de un mundo a un humano, por muy brillante que sea. Así que “Watchmen”, en este sentido, mata dos pájaros de un tiro: también dice mucho de lo que son los gobernantes: esclavos del poder. Y es que “Watchmen” no puede entenderse si no es en clave sociopolítica y religioso-espiritual.

10. quis custodiet ipsos custodes?

Y es en este sentido en el que se estructura el mensaje más conocido de la serie más allá del smiley ensangrentado: ¿Quién vigila a los vigilantes?. Buena pregunta. En el universo ficcional de “Watchmen” (la creación de este universo es otra de las virtudes de la serie, ya que sus adaptaciones previas habían sido conservadoras con la obra original de Moore y no habían creado un universo en el que otras criaturas pudieran vivir) los vigilantes han sido prohibidos hace medio siglo pero los vigilantes (la versión humana de los superhéroes) están presentes en la sociedad, infiltrados mental y físicamente, tapándose con máscaras. ¿Quién les vigila ahora? La serie apunta una respuesta muy sutil y nada democrática: el pueblo no es suficiente, tienen que suceder grandes cosas (tienen que provocarlas grandes seres, vigilantes al final y al cabo) para que quienes nos vigilan no se corrompan, corrompiendo así a los vigilados. Un círculo vicioso que “Watchmen” es capaz de tratar con la calidad incuestionable con la que plantea todos y cada uno de sus motivos, y que le ha servido para hacerse con once Emmys.

 

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