Treinta años del debut de Supergrass, la ola más fresca del Britpop
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Treinta años del debut de Supergrass, la ola más fresca del Britpop

Raúl Julián — 09-06-2025
Empresa — BMG
Fotografía — Carátula del disco

Año 1995. Reino Unido vive el apogeo del Britpop, con Oasis y Blur disputándose el trono a plena hostia mediática. Suede y Pulp parecen ser los únicos que osan (desde lejos) disputar ese trono, cuando tres desvergonzados llegan desde Oxford blandiendo nuevos aires en un estreno titulado “I Should Coco” (Parlophone, 95).

El escenario

El combo compuesto por Gaz Coombes, Danny Goffey (ambos ya habían compartido banda en The Jennifers) y Mick Quinn aparecía en escena en 1995 con “I Should Coco”. Un disco que, a grandes rasgos, bebía de las mismas influencias que la mayoría de compañeros generacionales, aquellos que formaban parte del exitoso y disfrutable movimiento que dio en llamarse Britpop.

Al igual que la mayoría de bandas de su misma hornada, los de Oxford focalizaban referentes en bandas como The Kinks, Buzzcocks, Small Faces, The Beatles, XTC, Nick Lowe, David Bowie, Faces, The Monkees, Elvis Costello, The Clash o unos T.Rex a los que birlarían trazos de purpurina con los potenciar un favorecedor ramalazo glam.

Sin embargo, y en cualquier caso, la alocada y efervescente aparición en escena de Supergrass supuso un agradable soplo de aire fresco dentro de la escena, al margen de la bravuconería de clase obrera de los hermanos Gallagher, el aspecto bien parecido propio de escuela de arte de Blur, la teatralidad de Pulp y el drama de Suede. Supergrass lucían un cuidado aspecto desaliñado, destilaban euforia juvenil por los cuatro costados, y aportaban canciones verticales, casi inmediatas, que parecían tan casuales como en realidad tremendamente sólidas, ante las que era complicado resistirse.

Unas composiciones que, ante todo, eran piezas magníficas, por separado y conformando el concepto de álbum. Unas credenciales que, como no podía ser de otro modo, los colocó bajo el foco del Britpop, siendo la banda reclutada de inmediato para la causa por los medios del país con, de paso, una enorme sonrisa de satisfacción.

El disco

“I Shoud Coco” fue un artefacto vitaminado de cuarenta minutos, ritmo imparable y descaro contagioso, que aunaba la urgencia del punk con las influencias de la new wave (algunos críticos de la época utilizaron el término ‘La nueva ola de la nueva ola’ para referirse a Supergrass) y el pop británico clásico de nombres sagrados que, por entonces, parecían una obligación en la hoja de ruta.

La mezcla, amparada en un equilibrio casi perfecto en sus dosis, derivó en canciones irresistibles en las que tenían idéntico protagonismo estribillos luminosos y guitarras gruesas, en una maniobra que apuntaba a un grupo tan creíble y tan gamberro que el trío despertaba reflejo en la juventud de la época.

La referencia sumaba, además, una virtud imposible de apreciar en su momento, concretada en una vigencia incorruptible que ahora, tres décadas después, resulta del todo probada, a lo largo y ancho de un elepé perenne que no muestra el más mínimo signo de envejecimiento.

Las canciones

El álbum se abre con un trío tan imbatible como revelador: “I'd Like To Know”, “Caught by The Fuzz” y “Mansize Rooster”. Tres singles en potencia en los que el hedonismo y la contundencia de las canciones compartían espacio. Con el oyente seguramente ojiplático ante tal desparrame llegaba “Alright”, himno de glam-pop que quedaría para siempre como la canción bandera del trío, apoyada por aquel inolvidable vídeo en el que los protagonistas correteaban y viajaban en una cama por la playa.

Por su parte, el trazo grueso con falsete de “Lose It” y el enésimo acelerón de “Lenny” (ambos también seleccionados como singles) quedaron colocados en una primera mitad apabullante. Un despliegue que podría sugerir que el asunto se resentiría en la segunda parte del álbum, en un error disipado con la voz aguda de Gaz Coombes en una “Strange Ones” a medio camino entre The Jam y Madness.

La fiesta continuaba con la pretendidamente destartalada “Sitting Up Straight”, mientras que esa especie de medio tiempo que es la bonita “She's So Loose” permite coger algo de aire dentro de ese nervio endemoniado que hacía las veces de línea argumental, y “We're Not Supposed To” es la rareza del lote con la voz ‘pitufada’ mucho antes de que el Auto-Tune fuese una herramienta habitual.

La referencia se cerraba con otro trío ganador, en este caso concretado en “Time” –la más asentada de todo el producto–, los seis místicos minutos de “Sofa (Of My Lethargy)” apuntando hacia The Creation, y “Time To Go” como cierre, certificando ese tipo de velocidad más contenida que reina en el último tercio de “I Shoud Coco”.

El reflejo

Treinta años después de su publicación original, “I Should Coco” mantiene como cualidad inoxidable toda la fuerza de su pegada. No solo eso, sino que el tiempo lo ha situado como uno de los discos más redondos de la época, además de, por supuesto, clásico de la década de los noventa en Reino Unido y una de las piedras de toque ineludibles del Britpop.

Un disco, en realidad, al margen de las etiquetas, que en su momento sonaba rabiosamente contemporáneo tras beber del pasado y trasladar esos tragos a lo que por entonces era la actualidad, apurando la chispa de una inspiración en ebullición. Y una obra que, ahora, en pleno 2025, continúa resonando igual de atemporal y alejada de cualquier moda, tendencia o catalogación. Una diana de trece plenos que a día de hoy luce, en definitiva, la vitola de clásico.

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