Charlamos con el periodista Bruno Galindo con motivo de su libro 'Toma de tierra’
Especiales / Bruno Galindo

Charlamos con el periodista Bruno Galindo con motivo de su libro 'Toma de tierra’

Raúl Julián — 01-12-2021
Empresa — Libros del K.O.
Fotografía — Archivo

Desde que en los ochenta hiciese forma de vida de su afición/obsesión, Bruno Galindo ha ejercido como periodista, poeta, músico, escritor o empleado en discográficas. El autor recopila vivencias en el interesantísimo ‘Toma de tierra’ (Libros del K.O., 21), mostrando un conocimiento del asunto tan exhaustivo como oficial y oficioso.

La interesantísima charla de una hora en torno al flamante nuevo libro de Bruno Galindo tiene lugar al fondo de un acogedor bar situado en la madrileña calle Corredera Baja de San Pablo, entre copas de vino (él) y dobles de cerveza (el abajo firmante). La casualidad quiso que la cita coincidiese con el día en el que este redactor cumplía cuarenta y cuatro años, y dada la calidad de la conversación (continuada después ya con la grabadora apagada), el encuentro solo cabe entenderse como un fantástico e inesperado regalo de cumpleaños que ahora tenemos a bien compartir.

Después de tantos años ¿Por qué decidiste, justo en este momento, sacar este libro de recuerdos, anécdotas y memorias?
Bueno, porque llevaba ya un tiempo trabajando en él. El tiempo de la pandemia fue bastante bueno para sacar cosas en las que estaba metido y no tenía tiempo para terminarlas. Y el año 2020 fue para mucha gente el momento de decir “¡Venga, ya!”. Cada uno con algo que tuviera entre manos. Fue un poco el momento oportuno. Si te fijas, el libro empieza con el 11-S y acaba en 2020: es decir, que empieza con un desastre y acaba con otro. Se alinearon los planetas.

Supongo que, en cualquier caso, tenías ya notas al respecto tomadas a lo largo de todos estos años ¿Es así o hiciste un puro trabajo de memoria?
Ha habido de todo. Mitad y mitad, digamos. Creo que hasta el día de hoy tengo una memoria bastante buena, pero por otro lado también soy muy bueno con los archivos. Tengo guardadas todas mis entrevistas. No he borrado los casetes y tengo un buen archivo de registros, de entradas de conciertos, de artículos de prensa, de cosas mías, de otros… y eso me ha permitido ser bastante riguroso en la elaboración de este libro, en el que la cronología es tan importante. En todo caso, he tardado casi tanto tiempo en poner en orden los datos como en escribir la historia. Me hice un documento cronológico interno mío bastante exhaustivo que me permitiera minimizar los errores, porque en un libro como este también puedes meter la pata con los datos y las fechas con mucha facilidad. Entonces he hecho un trabajo muy exhaustivo de datos, de información y de cronología para minimizar así esos errores.

“Quería que el libro fuese un marco de referencia acerca del devenir de la industria musical en las ultimas décadas” 

¿Dirías que ‘Toma de tierra’ está más cerca de ser un ensayo, una biografía o un peculiar y a posteriori diario de abordo?
Honestamente, creo que ante todo es una autobiografía, pero siempre tuve claro que quería que tuviera una parte muy sólida de ensayo. Y me parece importante porque quería que fuera un libro que pudiera leer alguien a quien yo le importará un pito, pero que aun así fuera un libro que diera una foto de época, un marco de referencia amplio sobre lo que ha pasado en el mundo de la música, en el devenir de la industria musical en las últimas décadas, con independencia de mis rollos. He tratado de ser lo más discreto posible, cosa harto difícil cuando lo que estás contando son tus memorias. Pero he tratado, lo más posible, de situarme en el lugar adecuado, sin sobreactuaciones y sin salir demasiado en la foto. No sé si lo he conseguido. El diario de abordo es la parte más íntima, más espontánea, en la que te desnudas más o llegas a conclusiones, y también es una parte importante. Hay una parte pública, una privada y una íntima, y ese diario de abordo corresponde más a la parte íntima.

El libro está argumentado en forma de capítulos no demasiado largos, que a su vez se dividen en tres historias independientes, obviando (a priori) la correlación cronológica. Esta decisión funciona y el libro deja una lectura ágil, entretenida y adictiva ¿Por qué te decidiste por esta estructura?
Me alegro que te parezca que funciona porque para mí era clave. Yo no sabía si iba a funcionar o no. Tomé la decisión, en primer lugar porque yo no creo que nadie recuerde su vida cronológicamente. El recuerdo no funciona así. Cuando pensé en cómo contar esta historia, quería evitar el empezar por el principio y acabar en la actualidad. Y me pareció una posibilidad interesante optar por esta estrategia que no suele ser habitual… (En este momento, dos amigos de Bruno aparecen en el bar y lo saludan, por lo que la entrevista se interrumpe durante un par de minutos). Te decía que nuestros recuerdos están desordenados, y trabajar en tres relatos simultáneos o tres líneas temporales simultáneas te permiten lo mejor del orden y también lo mejor del desorden. Como en las películas, cuando vas viendo al personaje joven, viejo y en la mediana edad… algo así. Y, por otro lado, esta estructura de módulos que tienen los capítulos también te permite una lectura más rápida: cuando algo ya te lo sabes o no te interesa tanto, puedes pasarlo más rápido. No es una lectura lineal, sino que es una lectura cruzada, y al fin y al cabo son casi cuatrocientas páginas: tenía mucho miedo de hacer un tochazo insoportable sobre mí, que hubiera sido una pesadilla terrible. De esta manera se consigue otra cosa.

Entiendo que hay muchas cosas que no cuentas en el libro ¿Cómo o en dónde decidiste poner el límite? Supongo que tampoco querías convertir el libro en un mero conjunto de chismes y cotilleos...
Desde luego. Y, efectivamente, muchas cosas se han quedado fuera. Del libro he eliminado como una cuarta parte. Tenía como veinte capítulos más. No quería hacer un libro de chismes tendenciosos ni de putear a nadie, ni de cuchilladas ni de maledicencias. Por muchos motivos. Primero, porque yo no soy mejor que nadie que sale ahí. Por otro lado, porque a lo mejor he tendido un jefe cabrón que me despidió de un trabajo, pero ha pasado mucho tiempo y yo creo que todos nos reinventamos periódicamente. Entonces no quería convertir este libro en un espacio de ajustes de cuentas ni de amarillismo. Tampoco lo he hecho casi nunca en mi carrera periodística. Siempre he intentado hablar bien y de lo que me gustaba, no hablar de lo que no me gustaba. Y cuando, a veces, hablo de lo que no me gusta, utilizo el humor y trato de no causar daño a los demás. Máxime en una época como la actual, que es época de polaridad y mucha crispación y censura, y de que se habla de las cosas creando bandos de uno y otro lado. Yo intento hacer otra cosa.

Podría preguntarte por un montón de hechos concretos del libro, pero sería eterno. Sin embargo, sí que incidiré en algunos capítulos específicos, comenzando por tu visita a la casa de Prince.
Lo que ocurre es que la casa de Prince era su propio estudio, como es sabido. Paisley Park era el lugar donde él lo hacía todo. Era su estudio de grabación, las oficinas de su empresa y negocio, y en la parte de arriba tenía su casa. Además tenía su discoteca, un plató, un departamento de sastrería… entones era su casa, pero también era y sigue siendo otra cosa. De hecho, ahora se puede visitar, que es una de esas cosas que te entristecen. Por un lado está bien, porque si vas a Minneapolis pues te vas a ver la casa de Prince, pero de repente se ha convertido en una cosa muerta ¿no? Ha pasado de ser el centro neurálgico de creación de uno de los músicos más prolíficos de nuestro tiempo (y de todos los tiempos) a convertirse en un parque temático. Pero, como te decía, era la casa de Prince pero también un sito con una telefonista que te decía “Paisley Park, dígame”. En ese sentido no era tan impresionante como pensar “¡Oh, estoy en su casa!”, porque tú no llegas a estar en lo que de verdad es su casa. Pero sí estás en su cocina, por ejemplo, y de repente él baja y se saca unos cereales… y ves ese tipo de cosas. Pero la parte más íntima y privada de la vida de Prince Rogers Nelson estaba en una zona reservada y tú no la veías. Pero estuve en una fiesta en casa de este hombre, eso sí.

¿Cómo fue la entrevista con los Sex Pistols?
Lo de los Pistols fue en el 96 y en esa entrevista escupían, eructaban, eran ofensivos, eran muy agresivos, se meaban en tu cara y, tal y como se cuenta en el libro, cuando se apagan las grabadoras, el jefe del asunto deja de ser Rotten y se convierte en Lydon, baja la guardia y es un tipo con quien tienes una conversación absolutamente normal. Así que sí: están interpretando un personaje. Que al final es lo que nosotros queremos realmente, como público y como periodistas vamos en busca de ese personaje. Vas a que te traten mal y te digan cualquier cosa ¿no? Eso son los Sex Pistols, unos tipos que te dicen que no a cualquier cosa. Hay algo que he descubierto a posteriori, releyendo esa entrevista y escuchándola de nuevo, y es que esa entrevista de hace veintisiete años gira en torno a un tema que nunca nos ha dejado y sigue de plena actualidad: la conciencia de clase y el pop. Es un tema de máxima actualidad: la música popular contra lo elitista. Las grandes estrellas versus los artistas que tienen un comportamiento como el del más común de los mortales. Entonces, en esa que fue una de las primeras entrevistas importantes que yo hice, detecto que un tema que para mí parecía una pregunta más, resulta ser uno de los grandes temas de este asunto: la conciencia de clase en el pop.

¿Qué me cuentas de tu encuentro con Paul McCartney, en mi opinión el músico vivo más importante de la historia?
Es que parece que McCartney está siempre como un poco dejado de lado, y yo estoy de acuerdo contigo en que es de los más grandes. Es como si no estuviera a la altura de Dylan cuando ¡Hostias, claro que está a la altura de Dylan! McCartney está a la altura de Dylan. Todo el que haya visto el documental con Rick Rubin ha podido poner al día su opinión sobre ese pedazo de bestia que pasa tan inadvertido que es Paul McCartney. El encuentro lo tuve cuando yo trabajaba en su compañía de discos y estuve en el Meet & Greet, que pasas a saludar, te haces una foto con el disco de platino, de oro o lo que fuera, y tienes unos minutos con el divo. Sin embargo, fíjate que es curioso… A veces unos minutos con alguien significan más que horas con otra gente. Y… joder… es que es el puto Paul McCartney, es el puto Paul McCartney… no hay más que hablar ¿Las impresiones? Te cuento dos o tres cosas. Linda (McCartney) filtrando a la gente, vigilando si alguien lleva algo de cuero o no, y el tipo con esa naturalidad suya. Hay una cosa también que he ido pensado con los años, y es que McCartney cumple una función, que puedes decir que es una función del arte o de los artistas o de muchos de ellos, y no es otra que es hacer feliz a los demás. Cuando ves los videos de McCartney en los últimos años, por ejemplo en el programa ese que se mete en el coche con el tipo ese que no recuerdo como se llama, y se da una vuelta con este tío cantando las canciones de los Beatles. O también cuando aparece en el cumpleaños de su nieta para cantar una canción. Es que ves que aparece Paul McCartney y a todo el mundo se le pone una sonrisa de oreja a oreja ¡Qué bendición! Paul McCartney va a cualquier parte y la gente se pone contenta ¡Qué premio kármico! No creo que pase con otros de los Beatles. Bueno, quedan dos, pero a Ringo lo he conocido y es un tipo más antipático, que te puede caer mal, bien o regular. Pero McCartney es indiscutible.

“Sinéad O'Connor ha sido la más intimidante, por ser un personaje tan doloroso y perturbador” 

¿Cuál es tu premisa básica a la hora de preparar una entrevista? ¿Qué debe tener, en tu opinión, cualquier entrevista para que merezca la pena?
La escucha por parte de quien hace la entrevista. Y no quiero que esto suene a consejo magistral que yo os doy. Pero escucha. Porque muchas veces vemos o leemos entrevistas en las que el entrevistado dice algo muy singular y no se produce una interactuación con él. Se va a la siguiente pregunta y ya está. Yo intento tener claro de lo que me gustaría hablar, pero intento ir sin preguntas escritas o impresas. Cuando vas con un folio impreso, me parece un acto de tremendo respeto por el entrevistado y de responsabilidad, eso sí. Y no estoy diciendo que una cosa sí o la otra no, porque eso es síntoma de respeto y responsabilidad. Pero escucha siempre lo que te dicen.

Una vez que has hecho de la música (tu pasión) tu forma de ganarte la vida (tu profesión) y después de tantos años ¿Dirías que la magia y la ilusión se van perdiendo con el paso del tiempo o sigues disfrutando con cada nuevo concierto, reportaje o entrevista?
Por supuesto que la magia se va perdiendo. Por supuesto. Pero la magia también se va recuperando. Es algo que viene y va. Desconfío un poco de las carreras constantes, tanto de los informadores como de los artistas. Es como los poetas. Los poetas no publican un poemario cada año. Tienes periodos en los que se te van a la mierda la inspiración, las ganas y la fe. Y es un mundo tremendamente complicado. Yo he dejado años, ya no solo de trabajar en esto, sino de escuchar música también. Por supuesto que se te va. La buena noticia es que te vuelve. Y luego se vuelve a ir, y luego vuelve a volver. Porque casi todos nosotros somos precarios. Y cuando tienes un problema grave, de salud, económico, familiar… de lo que sea, cuesta mucho seguir teniendo una vida pop de discos, revistas y fans. Pero hay momentos en los que todo eso vuelve con un poder salvador. Viene y va, al menos en mi caso.

Además, en tú caso, entiendo que ya podría ser complicado tener nuevas metas, después de entrevistar a los artistas más grandes del mundo ¿Hay algo que te haga especial ilusión que te quede pendiente de hacer?
Con lo de las nuevas metas no estoy para nada de acuerdo. Sería darme por satisfecho simplemente por haber sido afortunado en determinados momentos de mi vida. Yo creo que la gran meta, y eso una vez más es algo que periódicamente consigo y pierdo, es estar en la gran conversación. Estar en qué es lo que pasa… qué es lo que ocurre, qué viene ahora, qué nueva gente esta haciendo qué nuevas cosas. Eso es muy difícil. No me refiero a actualizado de tener toda la información, sino que es algo más en plan “me gusta, me ilusiona y lo que veo narra el mundo en el que vivo y eso me produce excitación e ilusión”. Esa es una meta importante, porque si pierdes eso, que es fácil que nos ocurra con el tiempo, te conviertes en una persona a la que le preguntan por aquellos años. Yo puedo hablar de aquellos años, pero trato de que eso no se convierta en “mis tiempos” porque me parecería un fracaso. Decir una frase con “en mis tiempos…” sería terrorífico, porque me estaría perdiendo todo lo que ocurre. Hay gente que está pensando el ahora y ahí hay una información esencial sobre lo contemporáneo ¡Eso es lo que a mí más me interesa! ¡Eso es lo que a mí más me interesa!

¿Hay algún artista concreto que todavía no hayas entrevistado y con el que te gustaría conversar especialmente?
Sí, me gustaría entrevistar a Arca, por ejemplo. Estamos en una era fascinante a pesar de que sea muy adversa para nuestra propia subsistencia. Y hablo de cualquiera, no solo de los artistas. De periodista a periodista, nuestra supervivencia está en juego y en entredicho y es muy difícil. Tu caso, por ejemplo, después de quince años en el oficio. Eso requiere un grado de compromiso, de fe y de interés por tu parte que es un trabajo de cada día. No lo tenemos fácil, antes se podía vivir de esto pero ahora… ¿a que tú tienes otro trabajo? Pues yo también. Este es un tema de conversación que lleva presente mucho tiempo y seguirá mucho tiempo después de que tú y yo ya no estemos aquí.

¿Ante qué entrevista has estado más nervioso?
(Piensa un rato la respuesta) Puesssss… David Bowie, por ejemplo. Sí, por ejemplo, sí. Y esta es otra cosa que he visto también tras revisar el archivo muchos años después, encontrando cosas que yo creía que eran buenas y ahora pensar que vaya mierda de entrevista. Estás intentando caerle bien al entrevistado y el entrevistado está haciendo contigo lo que quiere. Estás haciendo la entrevista que quiere él. Pero sí, ahí tendrías una respuesta. Lo entrevisté un par de veces, en 1998 y en el 2000 creo, con ‘Outside’ (BMG, 95) y ‘Earthling’ (Arista, 97). Fíjate, lo que es volver a escuchar las cosas: ‘Outside’ lo tenía un poco así… pero hay lenguaje, hay discurso, hay juego y riesgo. Y sin embargo, en ‘Earthling’ (Arista, 97), que para la gente fue como “Ha vuelto”, y ahí no hay invención, porque él se está metiendo a hacer jungle que ya estaba inventado. Tenía más valor en eso Goldie que David Bowie. Yo creo que ahí todos teníamos ganas de decir que Bowie había vuelto y que era el mejor… y a lo mejor no fuimos del todo rigurosos.

¿Qué artista ha resultado más intimidante en persona?
(De nuevo se lo piensa) ¡Sinéad O'Connor! Sí, sí, sí. Podría decirte los Pistols, pero ya hemos hablado de que estaban haciendo un teatrillo adorable. Sinéad O'Connor por ser un personaje tan doloroso, tan perturbador. Hice unos días de gira con ella, que lo cuento en el libro, y es un personaje muy triste, muy doloroso. Le costaba pronunciar cada palabra que te decía, muy desconfiada, con una inestabilidad emocional feroz.

No sé por qué pensé que a lo mejor me decías Nick Cave.
No, al revés, Nick Cave fue encantador. Las veces que he estado cerca de él me ha parecido un caballero. Es posible que si lo hubiera conocido con The Birthday Party y una botella de vino en la mano quizás me hubiera resultado más intimidante.

¿Cuál es el que más te ha sacado de quicio por insoportable?
(Se lo piensa una vez más) Albert Pla. Cuando le entrevisté yo no conocía tanto su papel y él estaba empezando a abrirse al público no exclusivamente catalán. Era el disco ‘No solo de rumba vive el hombre’ (BMG, 92), que fue unos de los discos del año, me fui a Barcelona a entrevistarle y a todo contestó que no sabía. Me desquició un poco, pero también yo era un pipiolo y como el disco me había encantado, pensaba que él estaría encantado de hacer la entrevista y se curraría las respuestas. Bueno, pues no, eso no tiene por qué ser así.

¿Y el más encantador?
Pues te voy a decir Leonard Cohen, por ejemplo, a quien no he entrevistado pero sí conocido. Y además tuvo la tremenda deferencia de aportar un texto suyo a un libro mío, en el epílogo del libro de ‘Omega’ (Lengua de Trapo, 11). Se lo debo a ese ser maravilloso y gentil.

“Ante lo más previsible y prefabricado, mayor es también la contestación y la alternativa. La partida sigue” 

A lo largo del tiempo has trabado amistad con muchos artistas. Supongo que es algo muy satisfactorio, pero ¿condiciona eso a la hora de entrevistar o valorar el trabajo del músico en cuestión?
Absolutamente. De hecho, procuro no escribir o valorar aquellos trabajos de esos artistas de los que me he hecho amigo o colaborador. Me guardo esa posibilidad para un trabajo a lo mejor más personal, pero no para un periódico o una revista. En todo caso es uno de los grandes tabúes del asunto, pero quizás el periodismo musical tiene esa anomalía, y es que muchas veces te encuentras en el mismo barco que el artista y casi te puedes llegar a creer que estás en la misma historia. Eso es una de las situaciones típicas del rock. La hemos visto mil veces, como en la película ‘Almost Famous’ (de Cameron Crowe) (2000). Es un asunto complicado, porque se producen malos entendidos pero también se producen trabajos inesperados o curiosos. Es una norma que no se suele romper. Yo recuerdo una vez que Diego Manrique me dijo en una fiesta “Bruno, los artistas no son nuestros amigos, no es nuestro papel”. Y tiene razón. Pero no sé si en el periodismo musical hay tantas leyes que merezca la pena respetar. Yo desde luego no la he respetado: he hecho discos, me he subido al escenario, he hecho colaboraciones… Y he desarrollado una carrera que me incompatibiliza una parte de otra de mis ramas.

Entonces, por ejemplo, no podrías ahora escribir sobre Andrés Calamaro.
Con Andrés Calamaro siento que ya podría hacer una pieza sobre su obra, porque hace tiempo que no le veo y siento que podría hablar bien, mal o regular sobre su disco. Pero hay que tener cuidado con eso. Siempre he sido muy critico con el periodismo adulador (y ya no me refiero estrictamente al musical, sino que hablo del generalista), en el que los columnistas se saludaban de una columna a otra y contaban sin demasiados tapujos cómo se habían encontrado en tal feria, o en tal país, o en tal festival. Eso me pareció siempre obsceno. Estoy hablando de un soporte que ahora ya ha perdido vigencia. Pero bueno, en todo caso, hay unas maneras que creo que viene bien guardar.

Dices en el libro que generalmente los artistas noveles que alcanzan el éxito son mucho más egocéntricos y menos humanos con la gente que trabaja con ellos, por ese subidón inicial y por la falta de perspectiva que les da su juventud. Y la verdad es que, en muchos casos, al final caen en el olvido en pocos años ¿Es cierto entonces eso de que lo difícil no es llegar sino mantenerse?
¡Claro, claro! Por supuesto. Y ahí vuelvo un poco a lo que hablábamos antes de los periodos en los que tiras la toalla o la toalla te tira a ti. No conozco ninguna carrera longeva en la que no haya hiatos de años. Podemos hablar de Dylan, de Bowie, de McCartney, de Patti Smith, de Kate Bush… toda esta gente desapareció durante años porque estaba criando hijos, deprimida, arruinada, sin fe o sin inspiración. Entonces, lógicamente, cuando tienes una carrera exitosa desde hace dos años aún no te ha dado tiempo a bajarte de la ola, y te crees que todo esto es natural, o que se te debía y que eres buenísimo. Mientras que en carreras exitosas, respetables, de tres o cuatro décadas, ahí siempre ha habido crisis. Seguramente ha habido ruina, decepciones, problemas de todo tipo, con la discográfica, con el manager… Y ese es el motivo por el que a partir de cierto momento le das las gracias al camarero que te ha traído la copa o te quedas con el nombre del chofer que te ha llevado. Porque te das cuenta de que todo está cogido con hilos y valoras el seguir ahí, vivo, con inspiración y con un público que también has renovado. Cuando tienes una carrera longeva ya no tienes un público, tienes varios, porque has convencido a varias generaciones. Y eso lo valoras.

Llevas en el negocio de la música desde los ochenta. Me gustaría que me dijeses, desde esa posición ventajosa que supone haberlo vivido desde dentro, cómo era o ha sido (en tu opinión) la industria musical en cada una de las décadas acontecidas desde entonces...
En los ochenta empieza a haber dinero. Sobre todo a finales de la década, en la que conviven tres formatos y se venden los tres: casete, vinilo y CD. Y se consolida la idea de que hay un tipo de trabajo que se puede convertir en un modo de vida. Tanto desde el lado artístico como desde el lado de la industria. Los noventa son una época de codicia, de desmesura y de pensar que eso va a durar siempre. Los “dosmiles” son una década de profundo desconcierto por factores muy concretos como la piratería e Internet. Los “dosmildiez” son los años en los que la industria sale del desconcierto y recupera su autoestima tras establecer nuevas estrategias de supervivencia que suponen la irremediable perdida de su carisma y su personalidad. Pero no hay otra manera de hacerlo. Es la época en la que, después del CD, se vuelven a encontrar la industria de la tecnología y la industria de los vendedores de música. Y los “dosmilveinte” no lo sabemos.

A eso iba ¿Hacia dónde crees que va la industria musical? ¿Cuál es el futuro de la música?
Bueno, ayer entré LinkedIn a ver si tenía algún correo, y vi un anuncio de una de las multinacionales (no diremos cuál, pero una de las dos o tres que hay) diciendo que estaban formando un equipo de marketing para el sector de los influencers. Ahí tenemos una pista.

¿Vamos entonces hacia la música más preconcebida como producto de la historia?
Es difícil que sea más de lo que estamos viviendo ahora, pero parece que sí. En realidad esto es una buena noticia si te gusta la otra. Porque ante lo más previsible y prefabricado, mayor es también la contestación y la alternativa. Y la tensión entre el mainstream y el underground es algo en lo que llevamos viendo desde los ochenta. Por lo tanto, la partida sigue.

Pues me acaba de venir a la cabeza el último (e infumable) disco de Coldplay, que es un producto absolutamente preconcebido sin tapujos…
Es que el rock familiar no me interesa demasiado. El primer disco de Coldplay nos gustó a todos. Es un disco que también se benefició de que EMI se había quedado sin disco de Radiohead y decidieron meter más fichas en el disco de estos chicos, que venían de Panda Records si no recuerdo mal. Y aquel debut fue impresionante y hacía pensar en una grandísima banda de rock. Pero da la impresión de ser una banda que no quiere caerle mal ni ofender a nadie, y eso en una banda de rock es preocupante ¿no?

En el libro hablas de ello ¿Dirías que el mp3 y las descargas ha sido el acontecimiento más determinante de la historia a la hora de la cambiar la industria musical para siempre?
Uno de ellos desde luego sí. Quizás también la radio, pero ya te tendrías que ir a la primera vez en la que se graba un disco de pizarra una canción o en la que alguien canta por primera vez por la radio. Serían dos acontecimientos inequívocamente positivos. El que tú has dicho no es inequívocamente positivo o negativo. Algo, positivo además, que no se suele tener muy en cuenta es Myspace, por ejemplo. Yo tengo algunos de los momentos más maravillosos en la difusión de la música en torno a Myspace. Pero efectivamente, el mp3 tiene para la música la importancia de cuando el hombre pisa la luna en el 69.

Eres periodista y escritor, pero también artista ¿En qué punto confluyen o se tocan todos esos trabajos? ¿Cuál dirías que es la parte indispensablemente común a todas esas facetas? ¿Quizás la pasión?
La curiosidad. Porque tú puedes perder la pasión y puedes tirar sin pasión, sin creerte nada pero puedes seguir así años. Pero, en el fondo, la curiosidad te hace falta para hacer cualquier cosa. Entonces qué, qué hay, qué me están contando, qué hay detrás de este tío, qué hay detrás de esto. Por eso, la pasión, por supuesto, pero la curiosidad la pondría en un plano anterior.

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