Repasamos el “Absolution” de Muse por su 20º aniversario
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Repasamos el “Absolution” de Muse por su 20º aniversario

Fran González — 24-12-2023
Empresa — Warner Music Spain
Fotografía — Archivo

A razón del 20º aniversario de “Absolution” (Warner, 03), los británicos Muse publican un cuidadísimo box-set de ensueño con dos discos (con entrevistas exclusivas realizadas por el periodista Mark Beaumont), tres vinilos (entre los que encontramos, además de las quince canciones originales del álbum, varias versiones en directo, demos y piezas inéditas) y un libreto informativo de lo más completo.

Toda una oportunidad para recuperar uno de los trabajos que definiría el particular estilo del trío de Devon y su singular imaginario hasta nuestros días.

En algún momento de su carrera todas las bandas de rock alternativo sueñan con hacer un disco como “Absolution”. Una piedra de toque que dignifique su paso por la escena y haga de su propuesta un hito memorable que resuelva y enfrente el paso del tiempo con la entereza propia de un clásico. De hecho, muy pocos coetáneos de este trío británico pueden vanagloriarse de haber acariciado las mieles de un éxito tan unánimemente rotundo como el de su tercer elepé, y aunque Matt Bellamy, Chris Wolstenholme y Dominic Howard consiguieran que su vela continuara encendida durante al menos algunos años más (confirmándonos así que el éxito de Muse no fue en absoluto casual ni temporal), es de pertinaz recibo mencionar que el recién homenajeado “Absolution” fue uno de esos particulares peaks en la vida y obra de un grupo que suceden una vez entre un millón.

Matt, Chris y Dom no venían precisamente del más anónimo ostracismo, pues el trío acababa de cerrar el siglo anterior con su debut “Showbiz” (99) y desprecintaban el nuevo con la búsqueda de un sonido propio de la mano del sobresaliente “Origin Of Symmetry” (01). Sin embargo, y a pesar de que ambos trabajos bien valieran como una señalada carta de presentación para medios y aficionados, Bellamy y los suyos parecían comenzar a ser conscientes de que la suya no iba a ser una carrera cómoda y estarían permanentemente condenados a combatir el incontrolable influjo de las modas en una lucha a contracorriente que les llevaría a caer en el ojo del huracán de la crítica más despiadada y a la que no le terminaba de convencer sus intentos por reformular el grunge y el rock operístico en términos presentes –la escena británica continuaba anonadada por las cajas de ritmo y la electrónica de nueva época, mientras que la música de guitarras que se comenzaba a hacer viraba hacia lares bastante alejados de los que Muse ofrecía.

Con todo, y haciendo frente a las inclemencias de una opinión dividida y de un sonido que no terminaba de desligarse del todo de sus referentes más inmediatos, el trío de Devon plantó cara a las circunstancias y contra todo pronóstico nos hizo entrega de un trabajo tan definitivo como definitorio: “Absolution”, el disco que les auparía al más sonado reconocimiento y asentaría los tropos de aquello que en adelante definiría su aclamado rock de estadios. Una primera y tímida aproximación a la visión más sui generis de su conceptualismo discográfico donde la banda confirmó su particular gusto por la catastrofía y el cataclismo social (“And this is the end, the end of the world”, cantan en “Apocalypse Please”) y tuvo a bien teñir de negro el romanticismo y misticismo desarrollado en sus entregas previas (“And we’ll fly, and we’ll fall, and we’ll burn”, escuchamos en la contundente “Stockholm Syndrome”) hasta lograr llevarnos a terrenos más próximos al escapismo y a la catarsis que a la frivolidad y la radiofórmula (principalmente, a razón de las órdenes del productor Rich Costey, quien venía de hacer lo propio con el sonido de bandas como Rage Against The Machine y Audioslave).

De esta suma de activos resultaron los quince cortes de “Absolution”, cuyo making-of puede verse en un documental para muy cafeteros subido recientemente al canal de YouTube de la banda, y donde tenemos el gusto de atestiguar el lado más proactivo y ambicioso de la misma, consagrado a las claras con ese sonido pomposo que rasca en la raíz de lo clásico (con las sofisticadas y celestiales cuerdas de “Blackout” que nos llevan a la solitaria inmensidad de la galaxia) y que a su vez plantea escenarios de ciencia-ficción imposible, fatalista y agresiva (“Fights and battles have begun, revenge will surely come”, musitan con tono provocativo y alentador en “Butterflies & Hurricanes”). De la iracunda “Hysteria” a la edulcorada “Falling Away With You” pasando por la eterna “Time Is Running Out” y la teatral “Endlessly”, Muse despliegan su épica futurista en un álbum que terminó reformulando el sino del rock progresivo y que aún a día de hoy todavía ocupa un lugar señalado entre los trabajos más icónicos del género. Asimismo, ni sus teclas de fantasía ni la vigorosa potencia de su distorsión consiguen restarle méritos a las respectivas letras que lo conforman, tan poéticas y profundamente adversas que se hallan con un pie en la fe (reconocida en versos como “Sing for absolution, I will be signing” o en títulos como “Thoughts Of A Dying Atheist”) y otro en la deuda emocional de un mundo sacudido por la guerra de Irak. Todo ello precintado con una evocadora portada, homenaje expreso a la “Golconda” de René Magritte, que refuerza cualquier ademán existencialista que las canciones de su interior posteriormente se encargarán de confirmar.

Ahora, y de la mano de una gloriosa y agradecida edición de auténtico lujo, se celebran los nada menos que veinte años de “Absolution” haciéndonos entrega de un material de primer nivel para coleccionistas y acérrimos seguidores (con demos y versiones en directo inéditas de su respectiva gira por Berlín, Viena, Los Ángeles y Londres) y bridándonos una estupenda excusa para reencontrarnos con algunas de las canciones que supusieron las claves de su posterior éxito y que aun a día de hoy continúan siendo los puntos álgidos de sus reencuentros con la audiencia. Por algo este tercer trabajo de los de Devon supuso su ticket directo para encabezar el cartel de Glastonbury en 2004 por primera vez en su historia, convirtiéndose así en un recuerdo imborrable para los tres y en el verdadero comienzo de su meteórico paso por la historia del rock.

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