Estrenamos los tres primeros capítulos del nuevo libro de Niño de Elche
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Estrenamos los tres primeros capítulos del nuevo libro de Niño de Elche

Redacción — 04-11-2020
Fotografía — Portada del libro

A mediados de este mes estará ya disponible en todas las librerías el nuevo libro de Francisco Contreras, conocido artísticamente como Niño de Elche, “In memoriam. Posesiones de un exflamenco”. Hoy te invitamos a leer los tres primeros capítulos como avance.

Hiperactivo, Niño de Elche continúa publicando material, ahora cuenta con una instalación en el Reina Sofia de Madrid y anuncia nuevo disco dedicado a Val del Omar para diciembre, pero todavía le queda tiempo para lanzar un libro más que sumar a su trayectoria.

Se trata de “In memoriam. Posesiones de un exflamenco”, que publicará a mediados de noviembre la editorial independiente Hurtado & Ortega –quienes ya cuentan con libros firmados por Paco Loco o Pablo Und Destruktion en su catálogo–, y del que hoy presentamos en descarga y lectura gratuita los tres primeros capítulos como adelanto.

“In memoriam. Posesiones de un exflamenco” vendría a ser unas memorias bastante libres de los años de infancia y juventud de Niño de Elche. Unas páginas en las que descubrimos su vida entre concursos, tablaos, etcétera.

Los tres capítulos que estrenamos bajo estas líneas se titulan: "las primeras uñas", "ea" y "exguitarrista". El libro completo tendrá 132 páginas y podrás comprarlo por 17 euros en formato físico.

En todo caso y si no quieres esperar al día de publicación, ya puedes comprárselo directamente a la editorial: Hurtado & Ortega

las primeras uñas

Mi padre me cortó las uñas detrás de una puerta para que saliera cantaor. Cuenta la tradición que el primer corte de uñas que se le debe hacer a una criatura recién nacida con el deseo de que desarrolle buenas dotes para el cante ha de realizarse detrás de una puerta a la vez que se entona una bonita canción. También se piensa que ese primer corte de pezuñas detrás de una puerta servirá para que el retoño tenga suerte en la vida. Por el contrario, y según una antigua costumbre de los judíos ashkenazíes, no es recomendable cortarlas de forma secuencial, ya que esto puede ocasionar males como el olvido, la pobreza y la muerte prematura del hijo. Otras teorías señalan que este rito hará del niño un mañoso ladrón con problemas de crecimiento. La tradición dota a los humanos de un conocimiento popular que les hace reconocer qué día es el mejor para seccionar las garras del animalito. Muchas de las leyendas nos hablan del lunes como el día propicio para que el pequeño no sufra de cefalea o migraña. Entre los flamencos existe la costumbre de que finalizado el corte de uñas, se introduzcan las manos del bebé en una copa de vino tinto, de la cual beben todos los allí congregados, para después celebrar entre cantes, bailes y comida su bienvenida al mundo seco. Probablemente dicha superstición sea tan antigua que se remonte a los mismísimos Adán y Eva, de los que se decía que estaban originalmente cubiertos por una delgada “armadura”, similar a una uña, en lugar de por piel. En ese desprendimiento de la coraza se puede encontrar la razón de la liberación a través del cantar. Por eso mi padre me cortó las uñas detrás de una puerta. Por eso canto.

ea

La primera nana que escuché fue la canción de cabecera de los dibujos animados infantiles titulados Marco. Mi madre tenía la costumbre de susurrármela al oído mientras me acunaba en su pecho para calmarme, ya que era demasiado grande y pesado como para dejarme dormir en su regazo. La entonación de mi madre me emocionaba y, desde el primer instante, empezó a fraguar en mí el sentido melancólico como forma de relacionarme con el mundo. La profunda angustia de no encontrar a una madre es parecida a la de quien busca sin éxito su voz en el universo del arte, o a la de quien sabe que no es escuchado por su Dios. De ella aprendí que una nana debe cantarse siempre en voz baja, pianísimo que dirían los clásicos, y no chillando, que es como la suelen cantar los flamencos.
Pese a no haber leído la conferencia sobre nanas o canciones de cuna de Federico García Lorca, mi madre, antes de entonar la melodía con cualquier letra que se inventaba, me daba una galleta o un trozo de bizcocho. Y es que ya nos enseñó el poeta granaíno que en la melodía, como en el dulce, se refugia la emoción de la historia. Al finalizar el ritual mariano, todo en la habitación eran sollozos de paz. ¿Un regalo para ella o para mí? Aquí el significado no se encarna en palabras, sino en arrullos y melodías inventadas con un suave aliento a modo de somnífero. Yo, como todo niño, ser inacabado, fui componiéndome de esa forma de improvisar ante una situación que demanda atención, cuidado y, sobre todo, escucha. Que viene el coco o el duende y te comerá, dice la letra popular. ¿Quién puede negar que mi vínculo con el flamenco no está influenciado también por mi madre y no sólo por las corrientes estéticas del flamenco de turno que tanto gustan a los periodistas musicales? Pues eso, que viene el duende y te comerá.

exguitarrista

Cuenta la leyenda que todo padre que canta flamenco sueña con tener un hijo guitarrista que le acompañe. En el mundo de lo flamenco podemos encontrar diferentes casos, como el de los cantaores Antonio Suárez, Chano Lobato, Romerito de Jerez, Pepe Alconchel, Curro Malena, Martín Revuelo o Antonio de Patrocinio, entre otros. Cuando decidí que la guitarra no era el medio idóneo para expresarme con toda la amplitud que necesitaba, las primeras negativas no se hicieron esperar. Las rumbas de Parrita o de Los Chunguitos, así como las bulerías de Camarón, fueron las huellas musicales que seguí para encontrar el cauce y la causa de mi cante. Por eso las primeras entonaciones fueron clandestinas. Los primeros en darse cuenta de que la voz de aquel chiquillo pertenecía a otro tiempo fueron mi hermano mayor Aladino y mi amigo Virgilio. Un cante por soleá del Cabrero en el claustrofóbico cuarto repleto de centenares de vinilos y CD que tenía Virgilio en la planta de arriba de su casa fue el detonante del descubrimiento de mi voz secreta.
Mi padre, al igual que la mayoría de los flamencos de la actualidad, durante años siguió pensando que tocaba mejor que cantaba. Mis referentes posteriores —Antonio Mairena o Juan Talega— no generaban igual fascinación en mí que en él. Sus formas de cantar áridas y escuetas llegaron para quedarse en el cuerpo de ese niño necesitado de voces hermanas que le ayudaran a decir el primer no de una larga historia de negaciones al que luego siguió una perfidia tras otra. Un flamenco traicional.

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