“Queríamos que este disco se asemejase todo lo posible a lo que podría ser uno de nuestros directos”
Entrevistas / Todos Los Fuegos

“Queríamos que este disco se asemejase todo lo posible a lo que podría ser uno de nuestros directos”

Kepa Arbizu — 21-04-2021

Grabado en los estudios El Submarino de Iñigo Escauriaza, la banda vizcaína Todos Los Fuegos procede a dar el paso a un formato largo, tras dos episodios anteriores de extensión reducida, con el que sitúan su habitual encuentro entre melodía y épica bajo una manifestación más eléctrica e impactante.

Siempre es motivo de festejo para una banda su inauguración discográfica, incluso aunque ésta signifique dejar atrás la publicación de EPs e incorporarse al LP. Tal es el salto acometido por Todos los Fuegos, que ponen su propio nombre al frente de unas nuevas composiciones que traslucen un evidente y gratísimo paso adelante hacia un sonido más contundente.

Si hasta este momento nos habían ofrecido en pasadas grabaciones (Claquette” y “Secundarios de lujo”) su particular estilo cargado de intensidad melódica y una épica interpretación, en este caso, y revalidando lo ofrecido sobre las tablas, el resultado sube unos cuantos grados en cada uno de sus elementos para someternos a una experiencia de profundo calado, tanto en la parte musical como en su capacidad poética. Por eso, nadie mejor que el encargado de poner voz, guitarra y plasmar negro sobre blanco esas ideas, como es Rubén Macías, para hablar sobre esta “puesta de largo” de una banda que utilizando la carrerilla que le habían proporcionado sus anteriores trabajos despega definitivamente con este álbum.

Estamos ante vuestro primer disco largo tras dos EPs previos, ¿qué os ha decidido a dar el salto a este formato? ¿Ha sido una cuestión de madurar el sonido de la banda, de juntar un repertorio lo suficientemente amplio..?
Realmente nunca fue un problema de falta de intención; tenemos un repertorio largo, de dieciséis o diecisiete temas propios. Sin embargo, nos faltaba como bien dices asentarnos, tanto en la parte del sonido, que se ha endurecido un tanto, como en la logística, porque cuando decidimos hacer el LP estábamos sin bajista. Teníamos que encontrar la formación definitiva y la suerte nos llevó a Eder, que era la pieza que faltaba. El resto fue juntar dinero, algo que tampoco fue fácil porque toda la parte final del proceso transcurrió durante la pandemia y perdimos varios conciertos apalabrados, lo que nos obligó a editar haciendo un crowdfunding, porque nos apetecía hacer algo bonito, algo que pudiéramos guardar para cuando acabemos de envejecer y queramos escuchar un vinilo de nuestro gusto.

Resulta muy evidente ese endurecimiento del sonido que mencionas, llevando la banda hasta un terreno más guitarrero, más contundente y profundo, ¿es el tipo de ambiente al que siempre habíais querido aspirar y no habíais logrado plasmar en su totalidad en previas grabaciones o ha sido una cuestión de darle una vuelta de tuerca a vuestra propuesta para esta ocasión?
Siempre fuimos una banda de rock. Alfredo prefiere los sonidos hard rock, al igual que Eder; Txema es un poco más transversal pero cuando elige ir a un concierto, acaba en uno de rock... Yo tengo una sensibilidad levemente distinta; las canciones nunca aparecen en mi cabeza sonando a rock, son algo que se iría un poco a los Smiths o incluso al techno pop ochentero. Estructuras que luego hay que voltear mucho, y cuando estamos en el local trabajando los temas siempre van sumando contundencia. Pero en este disco al final ha contado mucho el peso de la producción de Alfredo, la mezcla y el saber de Iñigo Escauriaza, en El Submarino, junto con el mástering de Alberni, en Kadifornia. Han hecho un trabajo increíble.

A mí el resultado final del sonido del álbum me remite a un particular híbrido entre el rock noventero oscuro, el indie original y la interpretación de esas voces profundas a lo Nick Cave…
Una de las particularidades que tiene este grupo es que cada uno de sus integrantes tiene un padre estilístico, lo que ha hecho que tengamos un sonido tan particular. Esto hace que a veces discutamos mucho sobre cómo tiene que ser una canción. Pero siempre hay un mínimo común denominador al que agarrarse. A veces llega Alfredo con un riff que tira a bossanova que revuelve al resto, y Txema cambia el ritmo, Eder le sigue y yo subo un tono. Y luego el riff bossanova acaba siendo funky, pero el resto ya se ha quedado donde estaba... o no. Pero todos los temas están un poco condicionados por el tono de mi voz, que es muy profunda. Y es muy bonito escuchar lo que personas inteligentes dicen de nuestras influencias, porque las opiniones son muy variadas. Yo las veo como un halago; es una parte muy agradable de esta afición, excepto cuando te comparan con Bunbury, o, bueno, eso también puede ser un halago (risas).

El disco también hace gala de una reseñable variedad, que va desde la épica de “El anarquista que cayó por la escalera”, el tono onírico de “Dipsomanía” o el funk de “La hermandad de los adolescentes decrépitos”, ¿queríais aprovechar las posibilidades que ofrece un formato como un disco largo para ampliar el repertorio de matices?
Exacto. Queríamos que este disco se asemejase todo lo posible a lo que podría ser uno de nuestros directos, que son bastante locos. No queríamos un disco homogéneo porque no somos así, queríamos una escucha entretenida y que cada tema tuviera una entidad particular dentro de un todo.

“No queríamos un disco homogéneo porque no somos así, queríamos una escucha entretenida y que cada tema tuviera una entidad particular dentro de un todo”

¿Habéis regrabado para este disco algunas canciones que ya habían aparecido en previos trabajos, ¿cuál era la intención, incorporar esas canciones a este nuevo sonido?
Así es. Esas canciones estaban por así decirlo “a medias”; las grabamos con nuestros medios, que no son pocos, pero sabíamos que en estudio iban a ganar mucho. Además, como bien dices, al asentar un sonido más eléctrico, necesitaban de una actualización. Es curioso, porque cuando hablamos con Iñigo para preparar la grabación, mucho antes de entrar en el estudio, yo tenía en la cabeza un disco predominantemente acústico, pero luego las canciones nos llevaron por otro lado, porque en directo los decibelios y la distorsión les sentaban como un guante. En esto tuvo mucho que ver de nuevo el trabajo de Alfredo y de Iñigo, en última instancia.

Y la elección de esos temas que habéis vuelto a grabar en qué se ha basado, una cuestión unicamente de gusto o de que alguna manera encajaran en la idea global del disco?
Es muy difícil concretar el por qué del setlist del disco. Este grupo funciona en modo democracia y votación, hasta para las cuestiones más nimias. Esto supone que hay canciones que alguno de nosotros quizá hubiera querido incluir y no ha sido así. Pero tal vez la casualidad o la intención hayan querido que esas canciones formen una historia, algo que pueda llegar a componer un todo que otros puedan apreciar.

Precisamente comentaba lo anterior porque creo que hay un cierto concepto argumental común en los textos del disco, haciendo mención a la alienación, al oasis de libertad en que vivimos. No sé si el momento actual de pandemia que soportamos ha tenido algo que ver a la hora de escribir o son reflexiones atemporales…
Vaya, te gustan las preguntas difíciles, ¿eh?... Bueno, supongo que la música popular se diferencia de la académica en muchas cosas, pero la más notoria es la siguiente: cada uno hace lo que quiere. Nadie tiene delante una partitura que en cierta manera lo ata a lo que decida otro. Alfredo escoge las notas que ejecuta viviendo el momento que le toca. Y lo mismo Eder, Txema... y yo con los textos. Ahora vivimos un tiempo difícil. Tampoco afirmaría alegremente que el resto del tiempo que hemos vivido haya sido fácil. Los textos siempre tendrán un nexo común, porque al fin y al cabo son el compendio de las cosas que nos ocurren, y hablan de conceptos que en realidad son simples; ego, frustración, rechazo, éxtasis... Esperamos que sea esto lo que las haga atemporales, porque este semiencierro no nos ha cambiado tanto como dice la tele.

Entre todo ello parecen aflorar ciertos momentos que remiten a la lucha que significa ser uno mismo, como los que se perciben en “Gorriones” o “Problemas”…
Esta pregunta sí que es personal, dirigida al letrista. Hay veces en que uno está sobrepasado por ese vaivén existencial en que no puede gestionar lo que le ocurre... Esto es particularmente cierto en esos momentos en los que se establecen relaciones con personas que nos gustan y nos rechazan, o no; o cuando enfrentamos el dolor o la muerte de personas que amamos, o somos prisioneros de una falta de prozac creyéndonos especiales, cuando realmente lo que nos falta es una visita al psiquiatra. El modo que yo encontré de convertir esos momentos en leña para el fuego es la música; las canciones son realmente cápsulas donde almacenar ese dolor, o alegría, o extrañeza.

En cuanto a “Gorriones”, en concreto, tengo que decir que es la canción más personal del disco. Habla de eso que nadie puede arreglar, ni el amor, ni el dinero, ni el bienestar, ni el sentirse querido, ni la victoria, ni nada. Paquirrín y Sartré han hablado de lo mismo. Y por ese sentimiento se han inventado tantos fármacos. Habla del querer y no poder, habla de lo que creemos que debemos ser mientras somos y odiamos lo que somos.

Como está quedando demostrado las letras son uno de los puntos fuertes y decisivos en vuestra propuesta, son crudas, líricas y también crípticas, ¿en algún momento te supone algún problema el hecho de que no se puedan entender o que aquello que quieres contar no consiga llegar del todo al oyente?
La verdad es que no nos importa en absoluto. Esperamos de todo corazón que todo aquel que las oiga les de una interpretación propia, porque esto es lo que realmente buscamos. Que cada oyente convierta la canción en algo suyo.

Lo que está claro es que son textos que tienen entidad por sí mismos, ¿cómo es ese proceso de creación, nacen a rebufo de la música o siguen un camino propio que luego juntas con la parte musical?
Lo cierto es que esto depende mucho de... cómo suene en mi cabeza. En qué idioma. En qué estilo. Hay casos, por ejemplo, el de “Dipsomanía”, en que Alfredo había hecho una base de unos acordes con un teclado que yo no era capaz ni de tocar, porque eran muy raros. Luego resultó que eran “mi menor” y “la”, pero eso es otra historia… Entonces me fui a su casa, abrí su nevera para ver si tenía cerveza o algo así, y luego me puso el tema. Y me dijo: “esto va de un laberinto interior y el desierto y bablabla”; y yo ya no le hacía ni caso. Las dos primeras estrofas de esa canción salieron aquel día. Pero la tercera... tardó un año en llegar. Y esto es aplicable al resto. La letra de “La pequeña muerte”, título proveniente de una expresión francesa que se refiere al orgasmo, también tardó muchísimo en llegar. Me pasé unas vacaciones enteras buscando palabras con el diccionario de sinónimos... Pero otras, salían en un día. Supongo que primero es la música y el número de sílabas que entran en una estrofa, con sus acentos. Y esto, desgraciadamente, es uno de los aspectos más descuidados de la música popular, en cualquiera de sus géneros. El intentar no decir estupideces que te hagan parecer imbécil. No estoy seguro de haberlo conseguido, porque a menudo pienso que soy bastante imbécil.

“Uno de los aspectos más descuidados de la música popular es intentar no decir estupideces que te hagan parecer imbécil”

En la edición digital aparecen dos canciones interpretadas en euskera, cosa que no habíais hecho hasta la fecha, ¿que os ha impulsado a utilizar ahora dicho idioma y hasta qué punto influye el idioma en lo que se quiere contar?
Esto también entronca en gran medida con lo dicho anteriormente. Todo depende de cómo suene la canción en la cabeza del letrista. El número de sílabas, la forma de transmitir emoción, el concepto, la rima... Influye muchísimo en la forma de contar las cosas, porque “Denbora” y “Egia Agian” manejan también conceptos primarios, pero de una forma diferente; a mi parecer son más directas, menos reflexivas. Nuestras lenguas maternas son el euskara y el castellano; ambas son hermosas, fuertes, y muy adecuadas para expresarnos como queremos. Aún así hay algún pequeño fragmento del disco en francés, y en los directos hacemos alguna versión en inglés. Las lenguas son otro instrumento más, así que no veo por qué no deberíamos utilizar tantas como podamos.

La portada también me resulta muy impactante por la simbología con su juego de espejos, ¿cómo ha sido su elección, surge a raíz de intentar representar el sentido del álbum en ella o es una imagen con la que ya trabajabais al margen de lo musical?
La portada es del colectivo AromacetA, cuya cabeza visible para nosotros es Jose Félix González. El siempre venía a nuestros conciertos, es fan, y solía decir que hay una doble cara en el concepto de la banda. Que la mayoría de asistentes a nuestros conciertos se quedan sin rascar la superficie, puede que les gusten las canciones, las melodías, incluso cómo suenan las palabras todas juntas. Que es difícil llegar al fondo oscuro. Eso está muy bien, pero suponemos que la experiencia completa pasa por llegar al quid de la cuestión. Por eso hizo una serie de portadas e imágenes para la galleta del vinilo donde se reflejase una dicotomía acorde con la esquizofrenia de la banda.

¿Y el hecho de haber sacado un primer disco largo también conllevará un mayor compromiso con el futuro de la banda, intentando dar un paso adelante en cuanto a la repercusión, público, presencia en medios…?
Ese es el plan, pero suponemos que no depende solo de nosotros. Hasta ahora hemos sido un grupo de personas divirtiéndose, pero después de los últimos conciertos de antes de la pandemia, que estaban llenos... nos dio por pensar que quizá no éramos tan poco relevantes como creíamos. De momento, vamos a soltar este pez en el mar para ver cuánto crece.

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