Nuestro hombre en Jamaica
Entrevistas / Chulito Camacho

Nuestro hombre en Jamaica

Eloy Pardo — 14-04-2004
Fotografía — Archivo

Habíamos concertado una entrevista con Cappadonna, MC de los seminales Wu Tang Clan, que visitaba el país por primera vez. Pero los 1.500 euros que pedía para acceder a darla imposibilitaron el encuentro. Chulito Camacho, por suerte, no nos negó la palabra. Habló, por vez primera para MondoSonoro, de su nuevo y segundo disco, “Las heridas del corazón” (Boa, 04), un excelente compendio de canciones y riddims repletos de malegría. Sólo un consejo: suban los bajos de la cadena al máximo, y vibren.

Aletargado por un extenso viaje en autocar a través de la Península Ibérica, como parte del tour organizado por Bronco-Estilo junto a Cappadonna y El Meswy, Chulito Camacho se presentó en el camerino de Razzmatazz como la persona que se describe a sí misma en “Las heridas del corazón”. Fumador, con un aire ligeramente desanimado, este madrileño de veintiséis años, más toaster que MC, ha fabricado un disco vibrante, el segundo de su carrera, que merece una consideración aparte dentro del panorama musical español. Canta y produce él mismo. Y, tal como dice en una de sus canciones, su estilo, su raggamuffin, no es “ni rasta ni gangsta”. “Es que eso no es ragga tío; yo no considero que todos esos grupos de pandereta representen el espíritu verdadero de Jamaica. Aquí hay algunas cosas que merecen la pena como Basque Dub Foundation. Hay algún cantante y algún pinchadiscos. Pero del resto poco bueno puedo decir. Yo empecé a apasionarme por el ragga tras pasar una larga temporada en Londres. Luego volví aquí, y decidí hacer todos los días música y no trabajar. Esa es mi filosofía. Si de repente hago dos Lp´s en un año será porque me ha apetecido hacerlos”.

 

Los contenidos de “Las heridas del corazón” difieren de los de su anterior disco, “18 quilates”, calificado por él mismo como “más hip hop”. En esta nueva obra prima, sobre todo, la dicción rápida sobre un ritmo trepidante, alicatado por dubs y bajos. Asombra su capacidad para cuidar las letras, sin perder la velocidad de crucero. Normalmente, la rapidez musical quita tiempo al pensamiento, al aspecto profundo de las letras, en general. Pero, en este caso, Chulito Camacho ha logrado una combinación equilibrada, que le permite hablar, como un rayo, de las luchas entre ricos y pobres, de las tristezas y desasosiegos que estos desequilibrios producen en las personas, y otros temas personales y sociales. “Me he dejado la pasta para hacer éste disco. He construido mi estudio, para ganar tiempo y feeling en las canciones. No es como llegar a un estudio ajeno y tenerle que explicar todo a un técnico al que no conoces”. Feeling inglés es lo que transmite este disco, con paradas, inconsciente según él, en On-U Sound, el UK-Garage, los Sabres Of Paradise más humeantes e incluso melodías hardcore-jungle al estilo Prodigy. “Todo lo que sale de Inglaterra me gusta mucho, como el dub oscurillo, influenciado por el ambiente del lugar, pero Jamaica es mi mayor influencia. Allí hay tres formas de cantar: la del disc jockey (Dj), la del sing jockey (Sj) y la del singer. Los Sj son parecidos al estilo raggamuffin. Pero los Dj son más rápidos, cantan a piñón. No pinchan discos, ya que esa misión corresponde al selecter. Y el singer es más melódico, estilo Horace Andy. Yo me considero Dj, pero... bueno, para no confundir a la gente no lo voy diciendo mucho, porque aquí un Dj es otra cosa (risas)". Cambiando de tercio, Chulito Camacho considera que su misión es, pues, “escribir sobre las malas cosas que me pasan”. Muchos se identificarán con el realismo de sus relatos. Historias de un urbanita que, frustrado, no puede huir de la terrible velocidad que la economía de mercado imprime al mundo. ¿Es necesario crear a un ser humano insano, para tener una economía sana, como dijo Erich Fromm en “La atracción de la vida”? Camacho da interesantes respuestas en el disco. Y dice no estar inspirado sin la ayuda del aspecto cannábico del asunto, aunque en sus canciones no haya vestigios de las eternas proclamas en favor de la legalización de la marihuana. “El cánnabis no me afecta negativamente, sino positivamente; la maría me ayuda a pasar los malos tragos y me inspira para escribir”. En un mundo que exalta cantantes que hablan de mundos artificiales, de falsa felicidad y de fingida infelicidad (en territorio de nadie, en suma), la música de Camacho supone un baño de realismo. “El disco es un poco triste. La portada ya lo dice todo, ¿no? Una buena portada ayuda a vender un disco, pero lo que de verdad me importa es el contenido, y es triste porque así es como me siento”. A la hora de producir, el toaster dice no tener influencias claras. Se mueve por las piscinas del ragga electrónico de nuevo cuño. Las percusiones están a medio camino entre lo metálico y lo flotante, cosa que planteará problemas a más de un purista del género. No es hip hop, pero es un disco que parece que funcionará mejor en esos ambientes, al menos en este país. Quizás guste a DJ/Rupture, amante de las mezclas postmodernas y ruidistas con base raggamuffin. En todo caso, el nivel de Camacho es muy sorprendente. “Hago muchos riddims. En España, hay poca gente que esté metida en este estilo, todavía. Pero ya va saliendo algo. Le produciré el próximo disco a Morodo; estoy en contacto también con algunos cantantes suramericanos. No utilizo loops en mi trabajo. Lo hago todo yo mismo, con sampler y ordenador. Me mola hacer experimentos; eso que algunos llaman nu-dubs”. Sin duda, “Las heridas del corazón” destaca mucho por sus bases. Ha sido creado en solitario, por lo que el futuro proyecto de mezclar la electrónica con instrumentos ilusiona a Camacho, con vistas a evolucionar musicalmente. Gente como los nipones Audio Active o los alemanes de Rythm And Sound han marcado hitos en esa combinatoria. “En Japón hay mucho reggae. Dominan mogollón. Cuando los japos van a Jamaica ganan todos los concursos, son una cracks mezclando la música, sin duda. Los alemanes viven en otro mundo. Cuando ellos dicen lo que hay que hacer para cambiar el reggae, hay que aceptarlo, sin más. Porque tendrán razón. Lo han demostrado”. Finalmente, palabras de elogio para La Mala Rodríguez, con la que colaboró hace tres años en el tema “Con los ojos de engañá” perteneciente al primer disco de la cantante. “Creo que ´Alevosía´ es una pasada. La música es impresionante. Cada uno se busca la vida como puede, y despreciarla porque ha publicado con una multi no es justo. Lo importante es que es buena y tiene cosas que explicar; somos muy colegas”. Viva la amistad.

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