"Quiero hablar en mis canciones de lo que no sé"
Entrevistas / Mark Eitzel

"Quiero hablar en mis canciones de lo que no sé"

José Carlos Peña — 06-02-2017
Fotografía — Mark Holthusen

El compositor norteamericano Mark Eitzel regresa con Hey Mr Ferryman (Decor/Popstock, 17), álbum de exquisita forma y mucha hondura producido en Londres por el ex Suede Bernard Butler, que vuelve a mostrarle como artista de primera fila. Una obra mayor dentro de su extensa discografía de más de tres décadas.


El alma de American Music Club da toda la impresión de ser uno de esos hombres que se guardan toda la elocuencia para sus canciones. Amablemente lacónico y humilde hasta el extremo, también mordaz y dueño de un sentido del humor duro y seco, a estas alturas de la vida tiene más dudas que certezas, y sólo se suelta para hablar de la camarilla de halcones y plutócratas comandados por un turbio personaje de reality-show que están ocupando la Casa Blanca en su país, ante el estupor de medio mundo. Y no sólo por razones ideológicas abstractas: con la laminación republicana del precario Obamacare, el músico, que sufrió un infarto hace cinco años, se queda sin mínima cobertura médica. No es ninguna broma. Recordemos el trágico caso de Vic Chesnutt.

El título Hey Mr Ferryman proviene del primer corte del disco The Last Ten Years, que el californiano compuso originalmente para American Music Club. Eitzel no quiere dar más detalles. En cualquier caso, se trata de su primer álbum enteramente grabado en Reino Unido. Fueron diez días en los 355 Studios de Londres, junto a Bernard Butler, que ejerció de productor y también músico, grabando guitarras, bajos y algunos teclados.

La afortunada asociación, surgió cuando el manager de Eitzel se encontró con Butler en la puerta del colegio de sus hijos. “Yo diría que su aportación ha sido de suma importancia. Es una especie de genio. Sobre todo, ha sido muy fácil. No tenía que explicarle en absoluto cómo iba cada canción, él sabía precisamente lo que necesitaba, y eso ha hecho que el proceso fuera muy sencillo” -dice el compositor, que no es de los que van regalando piropos-. “La mayor diferencia con respecto a otros discos es que me callé la puta boca. No dije nada. Me limité a dejar que él hiciera de productor y él hizo un gran trabajo. En ocasiones tienes que trabajar mucho hablando con la gente en el estudio. En este caso no tuve que hacerlo”. Butler se implicó a fondo en el proyecto -trabajó más tiempo en las canciones después de que Eitzel hubiera terminado-, y se nota.

“Cada vez es más difícil hacer discos porque tienes que pagar a los músicos”

Así, lo que iba a ser una obra estrictamente acústica por razones económicas, acabó siendo un álbum repleto de detalles y deslumbrante riqueza sonora. “Es completamente cierto, iba muy justo de presupuesto. Cada vez es más difícil hacer discos porque tienes que pagar a los músicos” -dice sin atisbo de ironía-. ¿Cuesta más ahora, entonces, levantar un disco? “Básicamente, ahora lleva más tiempo, así que es más difícil, sí”.

Eitzel desmiente a priori conexiones de Hey Mr Ferryman con The Golden Age, el último disco de American Music Club. “No la veo, la verdad. The Golden Age fue más como un disco de habilidades musicales, para mostrarme a mí mismo como guitarrista y (se lo piensa mucho) fue una experiencia muy diferente”. “Puede ser -admite cuando le hablo de la calidez sonora- que ambos discos compartan esa calidez y te agradezco que la menciones”. Un lacónico “sí” es también la respuesta a mi pregunta de si su interpretación vocal en este disco es especialmente buena, incluso para su exigencia habitual. Aunque añade: “Decidí que quería proyectar más mi voz, cantar más alto. La idea era cantar como lo hago cuando canto en directo. Y trabajamos duro para llegar a ello, sí”. 

En cierto punto, la entrevista corre peligro de ser de ésas tan peligrosas en las que el periodista habla más que el entrevistado. Un ejemplo: “¿Teniendo en cuenta que tu música siempre ha tendido a la melancolía, ¿es este disco más oscuro en cuanto a su tono y las letras? Respuesta: “Quizá, no lo sé, creo que sí”. Otra perla es cuando le inquirimos por La llorona, canción que no sólo destaca por su título en castellano, sino por ser la más rockera del conjunto: “Bueno, conocí a una mujer que lloraba mucho, conté su historia y la titulé La llorona, ya sabes (risas). Conocí a La llorona real, vivía en Cleveland”. ¿Pero llegaron tanto él como Butler a propósito a ese sonido más robusto? Eitzel se anima: “Sí, sinceramente quería hacer un disco más 'pop' de lo habitual. Que fuera un poco más animado y ruidoso, así que fue totalmente intencionado”.

Menciono otra canción, In My Role As a Professional Singer and Ham como ejemplo de la sinceridad descarnada que transmite su música. ¿Es su cualidad más preciada? Por alguna razón, Mark se ríe: “No lo sé. No sé qué es la honestidad. Alguna gente es sincera diciendo cosas realmente graciosas, suenan sinceros. Te agradezco en todo caso que me digas que mis canciones suenan honestas, aunque no estoy seguro de si eso es algo bueno o malo”.

Eitzel se toma con similar seco sarcasmo las dificultades que tiene para seguir escribiendo nuevo material a la altura de su legado. También lanza una reflexión que vale su peso en oro: “Puedo escribir canciones malas con bastante facilidad, así que para mí es más difícil a estas alturas, sí. En realidad no me importa repetirme a mí mismo: lo hago constantemente. Pero me interesa la música que no sabe muy bien lo que quiere decir como un medio para hacer que una determinada mierda aflore. Hay otros artistas que sólo cuentan lo que saben, lo cual no me interesa en absoluto, me resulta muy aburrido. Yo quiero hablar de lo que no sé”.

Tampoco tiene claro si la manera en que la gente vive la música hoy es mejor, igual o peor, que cuando empezó en los primeros ochenta: “No lo sé, es simplemente lo que ha pasado. Me da la impresión de que las discográficas se suicidaron. Querían ganar mucho más dinero y promovieron los CDs, y ganaron dinero por un periodo corto de tiempo, pero luego la cagaron como idiotas: cuando llegó el streaming no supieron lo que hacer. Pero no nos engañemos, a las grandes discográficas nunca les importó un carajo la música. Nunca. Los artistas han pagado el pato, claro”.

“No nos engañemos, a las grandes discográficas nunca les importó un carajo la música. Nunca. Los artistas han pagado el pato, claro”

¿No es irónico que sean hoy los vinilos los que sostienen las ventas físicas? “Oh, claro que sí. Cuando se cargaron el vinilo a finales de los ochenta yo ya pensaba que era una locura. Los CDs son una mierda. Siempre lo han sido. El problema con el streaming es que ahora las compañías no quieren que poseas nada físico. En unos cuantos años lo controlarán completamente otra vez para que no poseas nada tampoco… Está jodido. Odio esto con toda mi alma. Siempre es malo”.

Enlazando discográficas y el mundo corporativo, y peligrosamente corto de preguntas, me animo a preguntarle por el momento político de su país. Bingo. Eitzel se toma como algo personal la llegada de Trump a la Casa Blanca. El mismo día en que el pintoresco magnate ofrece su caótica primera rueda de prensa como presidente, el músico tiene razones para el cabreo. “Estoy horrorizado. Hoy mismo, los fascistas van a echar abajo mi Seguridad Social. Obama consiguió que todo el mundo tuviera acceso a un seguro social, y ahora este tipo y su gente lo primero que van a hacer es tirarlo por la borda. Hace cinco años sufrí un infarto y eso significa que nunca conseguiré tener otro seguro de salud. O sea que si tengo otro infarto, tendré que pagar en metálico todos los cuidados, lo cual podría significar perder mi casa y todo lo que tengo”.

Y cómo es posible que hagan algo así, le planteo con ingenuidad puramente europea: “Lo hacen para que los ricos sean más ricos. No son suficientemente ricos, lo tienen que ser más. Se llama fascismo”, sentencia visiblemente mosqueado, antes de añadir la consecuencia práctica de este disparate en su vida: “No tendré seguro, así que si vuelvo a sufrir un infarto, me moriré. Lo que quiero decir es que no me puedo permitir tener otro ataque al corazón. Voy a perder mi médico… lo voy a perder todo. Así que claro que me afecta. A estos tipos les da pavor que la gente sea capaz de sobrevivir sin la correa del dinero. Y lo peor es que resulta que el nuevo rey no ha pagado impuestos en veinte años. O sea, él no paga, pero yo tengo que pagar los putos impuestos para que él gane más dinero”.

Indignante, sí. Pero terminamos con la música: el californiano comienza en breve un extenso tour de veinticinco fechas por Europa y su país para apoyar el disco. Bernard Butler le acompañará en dos de los conciertos, y Howe Gelb en los americanos, pero Eitzel no se muestra particularmente emocionado. Quizá relaciona la dureza física de la carretera con su salud. De nuevo, cierto fatalismo lúcido tiñe sus reflexiones: “Tocar en directo es sufrir veintitrés horas de infierno para disfrutar de una hora de cielo. Estás viajando todo el día y llegas a la sala y la sala te odia y tú detestas la sala… no sé, se trata de estar todo el día esperando y luego sales al escenario con la esperanza de que al público le gustes (risas). Es cierto que hoy es imposible ganar dinero de otra manera. Si lo piensas, lo bueno y lo malo de esta era de Spotify es que, a no ser que hagas cosas muy obvias o pop, tu vida artística es mucho más corta. Hoy tienes que complacer a la gente mucho más rápidamente que antes. Pero no, no me entusiasma girar precisamente”.

 

 

 

 

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