La vida en color
Entrevistas / Patrick Wolf

La vida en color

Redacción — 09-07-2007
Fotografía — Archivo

Algo parece haber cambiado en la vida de Patrick Wolf. Del blanco y negro a una gama de colores que subraya su alegría. Está algo cansado de que la prensa le preste tanta atención, pero con discos como “The Magic Position” (Polydor/Universal) es imposible evitar que intercambiemos unas palabras con él.

Tras varios retrasos sobre la hora prevista, la llamada al móvil para la entrevista a Patrick Wolf me pilla, Ley de Murphy mediante, en la calle. En busca de una cierta calma, entro en un parque. Sentado en un banco, libreta en mano, veo pasar en vuelo rasante unas cuantas urracas y una colonia de cotorras argentinas de esas que han colonizado la ciudad. Y claro, pienso en Wolf, blanco y negro en sus dos portadas anteriores y exultantemente policromo en la de “The Magic Position”. ¿Será una urraca blanca y negra o una cotorra roja, verde y amarilla? ¿Hola? ¿Patrick, cómo estás? “De resaca”. Ah, ahí tenemos la razón de los sucesivos “aún no está disponible” de la pobre A&R de Polydor Londres. ¿Celebrando? “Sí, una fiesta después de un concierto, pero todo bien, adelante”.

"Ahora mi vida se ve en color. O mejor, en technicolor"

Parece calmado, pero intuyo que un resacón no es la mejor disposición mental para entender comparaciones con urracas y cotorras -y más conteniendo el disco una canción llamada “Magpie” (urraca)-, así que lo dejo correr y paso a suponer que si está celebrando es cierto lo que opina todo el que escucha su disco: que está más feliz que nunca. “Sí. Estoy muy feliz, con ánimo de festejar la vida. Como sabrás, he tenido una trayectoria vital bastante complicada desde los once años, que me llevó en el disco anterior a necesitar desconectar del mundo. Ahora ni siquiera me siento miserable cuando voy de gira, estoy absoluta y completamente enamorado. Y sólo quiero hacer música que me haga feliz”. Con lo cual doy por sentado que el tema homónimo y principal del álbum es justo lo que parece, una canción de amor. “No sólo lo parece, sino que es la canción de amor más bonita que he escrito y probablemente escribiré en mi vida”. De ese estado viene entonces la extremadamente colorista portada del carrusel. “Ahora me siento así. En cada momento de mi vida me ha preocupado en transmitir una imagen que correspondiese a lo que yo era. Y ahora mi vida se ve en color. O mejor, en technicolor”. Patrick, por Dios... ¿Por qué esa foto interior que es un reverso pesimista de la portada, tapándote tristemente la cara? “Eso tiene un significado. Llevo cinco años bajo el ojo público, con entrevistas constantes, con periodistas entrometiéndose en mi vida personal y en cuestiones privadas. No me gusta sentirme obligado a contarle mi vida a todo el mundo. Es un mensaje de que quiero colocarme más al margen y que la gente me deje en paz”. Vaya, aún me hará sentir culpable por entrevistarle. Y encima en plena resaca. Hablemos de música, pues, y de cuántas veces le han dicho que “Overture”, la canción que abre el álbum, remite demasiado al “Mad World” de Tears For Fears. “Algunas. Pero no conozco nada de esa banda ni tenía noticia de esa canción. ¡Sólo tengo veintitrés años! Además, no estoy nada interesado en la música de los ochenta”. Pues lamento decirte que en más de un tema no estás demasiado lejos de ellos. Y además, no todo era malo entonces. “Ya, bien. Me refiero a los ochenta comerciales y olvidables”. El aire pop del disco, junto al uso de multitud de instrumentos y sonidos diferentes, atisba una cierta conexión con bandas de pop orquestal de vanguardia como Arcade Fire. “Pues tampoco estoy interesado en absoluto en ese tipo de bandas. Es difícil decir que sueno diferente a todo, pero siempre he intentado que mi música fuera mía. Siempre he sido un artista controvertido, con problemas para que se comprendiera mi trabajo, así que he decidido centrarme en mis propias creaciones y despreocuparme de influencias”. Hace dos años decía en esta misma revista que llevaba mal lo de las colaboraciones, compartir sus canciones con otros artistas. En “Magpie”, sin embargo, invita –muy acertadamente- a Marianne Faithfull. “Sí, he cambiado de idea. Afortunadamente, tengo muchas. Si no mi música sería una pérdida de tiempo. ‘Magpie’ es una canción muy inglesa: necesitaba un cantante inglés y que tuviera una voz sabia. Y si podía ser, mujer. Así que se lo propusimos a Marianne, una voz brillante y una persona que es como Johnny Cash en mujer. Quedó perfecto”. De paso, repite los pasos de David Bowie, que también cantó con la musa stoniana. ¿Qué tal eso del “nuevo Bowie”? “Tampoco me preocupa mucho Bowie”. No sé, seguro que le gusta alguien, digo yo... O no. Por eso tantos de sus leales fans opinan que es un auténtico genio. “No sé lo que es un genio. Pero yo, desde luego, no lo soy”. Aunque me temo que la respuesta será que no le interesa en absoluto, acabo preguntándole si con esa nueva apariencia estética se enmarca en la escena de pop andrógino o directamente gay, de moda con Rufus Wainwright, Stephen Merritt, Antony o Baby Dee. Y finalmente aparece la resaca. “Tú país y tu revista necesitan una lección de cultura: eso es una pregunta de vergüenza y totalmente retrógrada”. Ya... pues la lección no nos la darán los tabloides ingleses. O es un problema de idioma y cree que le he llamado locaza o no es para tanto; yo no inquiría cuestiones personales, sólo por un determinado estilo actual de entender el pop. Aunque siento decirlo: si no le gusta la pregunta, no haber firmado esa portada. Parece que lo de las urracas y las cotorras es un tema que no lleva bien.

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